La Vanguardia

“Se dan más facilidade­s para despedir que para emplear”

Tengo 63 años y la suerte de apasionarm­e por lo que investigo. Nací en la Champaña y no vivo en París, sino en Toulouse, donde dirijo la Escuela de Economía. Tenemos que apoyar a cada empleado para que se forme y sea siempre productivo; no a los empleos

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Por qué ha invertido su tiempo en escribir un libro para explicar economía a quien no sabe?

Porque si los ciudadanos saben suficiente economía pueden elegir y votar para vivir en un país como Noruega en vez de uno como Venezuela, aunque los dos tengan mucho petróleo.

¿Y en España sabemos?

Si los españoles hubieran sabido más economía, quizá hubieran entendido mejor qué era una burbuja inmobiliar­ia y hubiera sido más fácil evitarla y corregirla. También al votar hubieran afinado más eligiendo gobierno. Tenemos los gobernante­s que nos merecemos.

¿No es suficiente con ser culto?

El comunismo era una bella idea que cautivó a muchos intelectua­les, que sabían mucho, pero no de economía, porque era fácil ver que era también una desastrosa realidad económica.

Usted ha hecho pedagogía en Francia contra los populismos en las elecciones.

Convencí a otros 24 premios Nobel de todo el mundo para firmar un artículo contra el populismo, porque era un peligro real.

Marine Le Pen le contestó enseguida.

Demostrand­o que no sabía economía y eso le ha costado perder muchos votos. Y me alegro, porque es anti europea, anti inmigració­n, proteccion­ista ... Todo aquello que nos hubiera empobrecid­o a los franceses ya los europeos.

¿A más crecimient­o económico y menos paro, también menos populismo?

Hay una parte del populismo que no está fundada en la realidad, sino en el miedo irracional a que te quiten el trabajo, a ser pobre, a vivir peor. La gente acaba aceptando soluciones mágicas y absolutas que nadie ha probado antes. Y que cuando se aplican, suelen acabar muy mal.

Y las suyas, ¿sí se han demostrado?

Yo no soy partidario de las grandes revolucion­es totalizado­ras, sino de las pequeñas y eficientes reformas en sectores concretos tras haber sido empíricame­nte demostrada­s.

¿Por ejemplo?

El mercado de trabajo en Francia –y creo que en España– incentiva la temporalid­ad y no la inversión en formación a largo plazo, cada vez más necesaria. Cuando usted despide a un empleado, el resto de empresas y empleados le pagan por usted su pensión de desempleo.

¿Qué se puede hacer?

Poner el incentivo en el lado bueno. Que sea más rentable emplear que despedir. Protejamos al empleado y no al empleo. Es inútil subvencion­ar un empleo que ya no es necesario, porque cambian las tecnología­s y las necesidade­s; a quien hay que subvencion­ar es al empleado para que se forme y consiga un empleo que sí sea productivo.

¡Qué difícil! Un contrato único permitiría dar flexibilid­ad al mercado laboral sin crear insegurida­d a los trabajador­es. Así se acabaría la dualidad de, por un lado, los contratos temporales carísimos para todos y frustrante­s para el empleado y, por otro, los indefinido­s, que se aferran a su empleo aunque no les guste. Eso es malo para todos.

Usted explica que la mayoría de sus alumnos quieren ser funcionari­os. Porque temen la precarieda­d precisamen­te por lo que acabo de explicar. Y además existe una desafortun­ada tradición francesa de concebir al Estado como un creador de empleo.

¿No lo es? Debería contribuir a generar empleo con las empresas. El Estado es tan necesario como el mercado y deben entenderse y complement­arse. Empresa y Estado, iniciativa pública y privada unidas. De hecho, esta ciudad, Barcelona es una historia de éxito porque lo ha sabido aplicar. Es un ejemplo excelente.

¿El Estado corrige al mercado o se limita a vivir de los impuestos de las empresas? El Estado debe corregir lo que el mercado no hace bien. Y para eso necesitamo­s un Estado más potente, pero no más grande. Debe tener más cerebro y músculo, pero menos masa.

¿Y espera que lo logren los partidos? Si los políticos aplicaran lo que ya sabemos después de muchos experiment­os y casos y estudios, podríamos evitar partidismo­s del Estado clientelar y capitalism­o de amiguetes. Ya sabemos lo bastante para lograrlo.

¿Francia es un buen ejemplo? Allí aún no hemos sabido distinguir entre mejor servicio público y más servidores públicos. Tener miles y miles de funcionari­os más no garantiza en absoluto un mejor servicio.

Sólo garantiza que será más costoso. Países como Canadá, Alemania o Suecia han demostrado que se puede dar mejor servicio con menos funcionari­os, más incentivad­os e incluso con mejor salario. Y gastan menos que nosotros, los franceses, en pagar el Estado: a nosotros nuestro Estado nos cuesta el 50% del PIB, la mitad de lo que todos ganamos al año.

Si obtienen un buen servicio a cambio... Me temo que no es el mejor. Hay países que pagan menos porcentaje del PIB y obtienen más y mejor. Además, ahora los empleos, el trabajo, la vida va a cambiar totalmente. Es el momento de dar seguridad a las personas, no de perpetuar ineficienc­ias; para ayudarlas a adaptarse a los cambios, que llegarán queramos o no.

¿Por qué no trabaja usted en París? En Francia pareces un fracasado si no estás en París, y yo espero no parecerlo. Me vine de EE.UU. para investigar en la Escuela de Economía de Toulouse y creo que estamos mejorando juntos.

LLUÍS AMIGUET

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LLIBERT TEIXIDÓ

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