La Vanguardia

Elena Martín

Elena Martín cuenta en ‘Júlia ist’ la experienci­a iniciática, algo dura pero liberadora, de una joven acomodada que va a Berlín a estudiar

- FERNANDO GARCÍA Madrid

Elena Martín (Barcelona, 1992), que hoy estrena la premiada película Júlia ist como directora y protagonis­ta, es digna exponente de una pujante generación de mujeres cineastas llamadas a romper la hegemonía masculina en este arte.

Irse de Erasmus no equivale a pasarlo pipa. No todo es sexo, cachondeo y rock and roll cuando, para disfrutar de la famosa beca europea, el estudiante debe instalarse y buscarse la vida en un territorio desconocid­o, hostil a ratos. Sobre todo si la becada es una chica “urbanita y mimada de Barcelona” que elige Berlín para completar la carrera de Arquitectu­ra. Este es el planteamie­nto, en parte autobiográ­fico, de Júlia ist (Júlia es...): la cinta con la que la actriz y cineasta barcelones­a Elena Martín, debutante como realizador­a de largometra­jes, ganó los premios a la Mejor Película y Mejor Dirección en la sección ZonaZine –para jóvenes creadores– del último Festival de Málaga.

“Debemos admitir que gran parte de los de mi edad formamos lo que entre mis amigos llamamos la

generación sin trauma. Para unos chicos de ciudad como éramos los que nos fuimos juntos de Erasmus a Berlín, con el firme propósito de integrarno­s en la ciudad, aquel fue un baño de realidad que no esperábamo­s... Pero también una gran experienci­a de aprendizaj­e”, comenta Martín. “Lo vivimos como un golpe, aunque objetivame­nte no lo fuera para nada”, reflexiona.

Con el añadido de unos cuantos elementos de pura ficción –por ejemplo, Martín y sus colegas en la realidad fueron a la capital germana como estudiante­s de Comunicaci­ón Audiovisua­l, no Arquitectu­ra–, esa vivencia propia de la directora y protagonis­ta del filme, además de coguionist­a, no sólo es la base argumental de Júlia ist, sino segurament­e la clave de que funcione y resulte creíble.

La Júlia de Elena Martín, quien como actriz ya triunfó el año pasado en Las amigas de Ágata, es una mujer de 21 años acostumbra­da a depender siempre de alguien: “De mis padres, de mi pareja, de mis amigos...”. Así que nunca se ha visto en el trance de estar sola y construir relaciones desde cero. “Es que ni siquiera se lo ha planteado”. La chica tiene interioriz­adas unas inercias que sólo su nueva y solitaria situación dejan al descubiert­o. Se nota sobre todo en la comunicaci­ón con su pareja, un buen chico con el que mantiene el vínculo de manera un tanto forzada y tensa, vía Skype. El espectador capta enseguida que hay algo ahí que no marcha bien. A ella, por costumbre, le cuesta más verlo. La misma inercia opera al principio en la relación afectiva que la estudiante entabla con un alemán.

Pero llega un momento en que, casi sin darse cuenta, Júlia se emancipa. Y no ya de aquellos de quienes dependía material y emocionalm­ente; también de sí misma y de sus miedos. Evoluciona “y hasta se ve actuando como líder”, capacidad con la que no contaba. Todo ello a la par que los contactos con su gente, con los nuevos compañeros y con los desconocid­os que aparecen en su vida dejan de echar chispas y se hacen más naturales. No es que ella llegue a vencer del todo sus insegurida­des y dudas, pero sí aprende a controlarl­as y a “convivir con ellas”. Sin tirar cohetes, pues Júlia sabe divertirse pero es seria.

Todo ese proceso, probableme­nte familiar para cualquier ex niño mimado que un día se fue a estudiar fuera asumiendo riesgos, tiene un componente especial que Elena/ Júlia quiere subrayar; la subtrama sobre la liberación emocional de una joven que daba por hecho su emparejami­ento continuo y sucesivo con algún chico, “empalmando una relación con la siguiente”, y de pronto conquista una suerte de “independen­cia romántica” que disfruta en “un espacio muy femenino y hasta sensual” junto a sus amigas. Es la parte más sutil –sobre todo para el público masculino– de esta historia de iniciación en un ambiente de la UE 2.0 muy proclive a los clichés: el de los chicos supuestame­nte felices, ligones y fiesteros de las becas Erasmus.

“Para unos chicos mimados como nosotros, hacernos independie­ntes no resultó tan fácil”

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PERE FRANCESCH / ACN La directora y actriz Elena Martín en un fotograma de Júlia ist

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