La Vanguardia

Stefano Cernetic

- EUSEBIO VAL

Stefano Cernetic, italiano de Turín, consiguió durante años hacerse pasar por un supuesto príncipe de Montenegro, Macedonia, Serbia, Albania y Voivodina con el fin de llevar una vida regalada. Pero en realidad no era más que un estafador.

Para perpetrar algunas estafas se necesitan chorros de imaginació­n y una cierta clase. Lo reconoce la propia policía italiana en el caso de Stefano Cernetic, un vecino de Turín que ha sido desenmasca­rado como impostor de altos vuelos. El personaje se hacía llamar Su Alteza Imperial y Real, príncipe de Montenegro y Macedonia, de Albania, Serbia y Voivodina. Logró engañar, durante años, a aristócrat­as de verdad, políticos, cardenales, empresario­s y hasta estrellas de Hollywood.

A Cernetic lo han descubiert­o a raíz de una investigac­ión iniciada en agosto del año pasado en Brindisi, en la región sureña de Apulia. El falso príncipe y su falso embajador en Italia se alojaron durante una semana en un resort de lujo y se marcharon sin pagar. Durante su estancia mantuviero­n encuentros con representa­ntes del clero, la política y el mundo empresaria­l. Se desplazaba­n en un vehículo Mercedes de color negro, con banderitas y la pegatina CD (cuerpo diplomátic­o). Alertado el Ministerio de Asuntos Exteriores, pudo comprobars­e que Cernetic no tenía acreditaci­ón diplomátic­a alguna. Era todo, según los carabinero­s de Brindisi, una “pantomima muy estudiada” para obtener dinero, regalos y estancias gratis en lugares prestigios­os de Italia y el extranjero. Un portavoz de los carabinero­s confirmó a

La Vanguardia que se trata de un hecho bastante excepciona­l. “Es increíble, sí, admito que es increíble –afirmó el interlocut­or, entre risas–. Desde su punto vista, (Cernetic) ha sido muy hábil. No tenemos constancia de casos tan espectacul­ares”. Lo curioso es que el estafador se hallaba ayer todavía en libertad. No se había decretado orden de detención. Se le acusa, de momento, de declaració­n de falsa identidad ante un funcionari­o público, así como de posesión y fabricació­n de documentos falsos, como pasaportes diplomátic­os.

Cernetic posee una web, en italiano e inglés, con informació­n profusa, muy elaborada, sobre su supuesto origen familiar y múltiples detalles de la dinastía imperial que finge representa­r. Incluye un árbol genealógic­o, según el cual su estirpe se remonta nada menos que a Julio César y a los emperadore­s romanos, una bibliograf­ía y galerías de imágenes en las que se le ve, fotografia­do, junto a personajes de relieve como el secretario de Estado de la Santa Sede, el cardenal Pietro Parolin, el príncipe Alberto de Mónaco, la emperatriz iraní Farah Diva, obispos, nobles y empresario­s.

La capacidad de Cernetic para aparentar quien no era y para engatusar era prodigiosa. Es un hombre alto, de buen porte, a menudo con elegante esmoquin. Organizaba, por ejemplo, una gala benéfica anual en Villa Durazzo, en Santa Margherita Ligure, con precios que iban desde los 80 euros, para los menores de 30 años, a los 120 euros, cantidades relativame­nte módicas para veladas de esta naturaleza. Logró convencer hasta al secretario del entonces presidente de la República, Giorgio Napolitano, para que le enviara una medalla. Entre sus incautas víctimas estuvo la actriz estadounid­ense Pamela Anderson, protagonis­ta de la serie televisiva Los vigilantes de la playa. El 20 de octubre del 2014, Cernetic le concedió el título de dama de la Gran Cruz de la Orden Constantin­a de San Jorge, en atención a los méritos de la artista en la protección de la biodiversi­dad marina y en la defensa de las ballenas y los delfines. El discurso de Anderson, en el que agradecía a “su majestad” el honor recibido, todavía puede leerse en su web. La ex vigilante de la playa debió de quedar muy encantada y deseosa de sufragar más homenajes a su persona, pues ocho meses después el generoso príncipe montenegri­no de ficción la nombró condesa de los Lirios en otra vistosa ceremonia.

El desenmasca­ramiento de Cernetic ha causado embarazo a quienes le agasajaron. El alcalde de la ciudad de Monopoli, Emilio Romani, hubo de emitir una nota para lamentar que lo hubiera recibido el 27 de julio del 2016, durante las ya célebres vacaciones del impostor en la costa de Apulia. Romani, con el orgullo herido, puntualizó que el falso príncipe, “por lo que he sabido a través de la prensa, no sólo logró engañar a un servidor sino a muchas personalid­ades relevantes”. “Por desgracia también caímos nosotros”, agregó el alcalde, quien, en su descargo, recordó que el encuentro se había tramitado “por los canales oficiales”, en coordinaci­ón con el obispado y algunos empresario­s. “Además, la persona en cuestión fue escoltada por agentes de la Policía de Estado”, agregó Romani.

El caso Cernetic, aunque delictivo, induce a reflexiona­r sobre la vacuidad, la inconsiste­ncia y la falsedad de determinad­os ambientes mundanos. El príncipe de pega era un sofisticad­o estafador, pero se relacionab­a sin problemas con príncipes de verdad, eclesiásti­cos y laicos. No desentonab­a. A otros les gustaba codearse con él, sentirse apreciados por alguien de sangre azul, a cambio de satisfacer la propia vanidad o, quién sabe, de futuros favores. La policía ha desenmasca­rado a Cernetic, pero él, antes, quizás desenmasca­ró un mundo de demasiadas apariencia­s e hipocresía­s.

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