El fiscal investiga a Trump por obstruir a la justicia en el Rusiagate
El presidente dice que es una “caza de brujas” y su portavoz insinúa que puede echar a Mueller
El fiscal especial Robert Mueller ha abierto una investigación para determinar si el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, intentó obstruir a la justicia en sus pesquisas sobre el Rusiagate, los presuntos contactos de la actual Administración con Vladímir Putin. La noticia de la investigación enardeció a Trump, cuya portavoz dejó caer que el presidente podría destituir a Mueller. Putin negó ayer el Rusiagate y acusó a Estados Unidos de interferir en todo el mundo.
Su primer cumpleaños en la Casa Blanca fue más que accidentado. Podría haber sido más trágico si en lugar de visitar a un colega en el hospital hubiera debido ir a un tanatorio. Por muy poco no se vio obligado a cambiar su destino.
Donald Trump cumplió 71 años este miércoles, la jornada más oscura en su corta estancia en la residencia del 1600 de Pennsylvania Avenue de Washington.
Empezó mal y acabó aún peor. Temprano, un pistolero dejó malherido en Virginia al congresista conservador Steve Scalise, el número tres republicano en el Congreso. Tras la cena de cumpleaños –celebrada en la intimidad del hogar–, los Trump se desplazaron al centro donde Scalise se hallaba en estado crítico. Le habían tenido que intervenir de nuevo, por la destrucción masiva que le provocó una bala en la cadera.
A esa hora, The Washington Post acababa de adelantar que el fiscal especial, Robert Mueller III, había dado pasos en sus pesquisas sobre la conexión con el Kremlin que ponen el foco sobre Trump por un posible delito de obstrucción a la justicia.
Ayer se desató la ira. “Montaron una falsa confabulación con la historia de Rusia. Hallaron cero pruebas y ahora van por la obstrucción a la justicia en este falso relato. Bonito”, indicó en un tuit matutino. “Sois testigos de la más grande caza de bruzas en la historia política de EE.UU., liderada por gente muy mala y conflictiva”, insistió. Todo apunta a que entre los malos figura Mueller, exdirector del FBI y admirado por los republicanos, aunque parece que de súbito ha perdido su favor.
La portavoz de la Casa Blanca, Sarah Huckabee Sanders, reiteró ayer que el presidente dispone de la facultad de echar a Mueller, pero no tiene intención de hacerlo. Estos comentarios inquietan a los conservadores: ¿Por qué despedir a alguien si no escondes nada?
Anoche, Trump atacó de nuevo. “La corrupta Hillary destruyó teléfonos a martillazos, borró correos, su marido se citó con la fiscal general antes de ser exculpada, ¿y ellos hablan de obstrucción”, bramó en la red social. “¿Por qué no son examinados Hillary Clinton y familia, y los demócratas, por su tratos con los rusos, y sí que lo hacen con los no tratos míos?”.
En todo caso es el Departamento de Justicia el que lleva a cabo la “caza de brujas”. En varias ocasiones, el presidente trató de que James Comey, director del FBI hasta mayo, proclamara en público lo que le había dicho en privado. Esto es, que Trump no era investigado por la trama putinesca.
Pero, tras sugerirle que desistiera en esa indagación y Comey se negara, lo puso en la calle. Esta es la circunstancia por la que Mueller
El mandatario insiste en la “caza de brujas” y acusa a Hillary Clinton de ser ella quien obstruyó a la justicia
apunta al presidente en esa presunta obstrucción en la investigación por las presiones a Comey. Si no era el sujeto de las pesquisas del FBI por la colaboración con los espías de Moscú las pasadas elecciones, el cese de Comey introduce una nota de sospecha.
Los investigadores también analizan supuestos delitos financieros de sus asociados. Figuran en puestos relevantes Michael Flynn, su efímero primer consejero de Seguridad Nacional; Paul Manafort, que ejerció de mánager de la campaña, o su yerno, Jared Kushner, hoy uno de sus consejeros.
Daniel Coats, actual director nacional de Inteligencia; Mike Rogers, jefe de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), y Richard Ledgett, hasta hace poco número dos de esta organización, han aceptado prestar declaración ante Mueller, siempre según los medios.
Mueller habría leído previamente los memorandos que Comey escribió tras sus reuniones con Trump, en los que constató lo que interpretó como órdenes del presidente. En sus comparecencias en la comisión del Senado, Coats y Rogers avalaron con sus testimonios la veracidad del contenido de esos documentos.
Comey reconoció ante esa comisión que entregó los papeles a un colega para que los hiciera llegar a la prensa. Esto le supuso el calificativo de chivato con el que Trump le azotó desde su cuenta de micromensajes, que no son ajenos al clima de división que se vive.
La ira que se ha instalado en la sociedad estadounidense guarda mucha relación con la trayectoria del propio presidente. Se destacó en azuzar el odio racial con la infamia de que su antecesor, Barack Obama, era “africano”. Prosiguió su escalada en periodo electoral y en su mandato, molesto con la legitimidad que le quitan las protestas a lo largo del país.
La tensión alcanzó su punto álgido este miércoles. James Hodgkinson, de 66 años y enemigo del trumpismo, abrió fuego sobre legisladores republicanos en Alexandria (Virginia) cuando se entrenaban para el partido de béisbol benéfico que anoche les enfrentaba a sus colegas demócratas. Se preveía mantener el choque deportivo, una tradición centenaria, como demostración de la capacidad de resistencia.
“Está en apuros”, dijo ayer Trump de Scalise. “Confío en que se recuperará”, y añadió: “Espero que esto traiga unidad a este país dividido”. Su Twitter ya había hablado. El republicano Mark Sanford apostilló que Trump no es ajeno a la crispación. Siembra vientos y recoge tempestades.
El presidente espera que el ataque a Scalise “traiga unidad” frente a una división que fomentó él