Retrato generacional
Júlia ist Dirección: Elena Martín Intérpretes: Elena Martín, Oriol Puig, Laura Weissmahr, Jakob Daprile Producción: España, 2017. Duración: 96 minutos. Drama.
El año pasado, Les amigues de
l’Àgata, un largometraje de fin de grado de nuestra UPF realizado por cuatro alumnas (Laia Alabart, Alba Cros, Laura Rius y Marta Verheyen), llamó la atención por su nivel profesional y la profundidad del relato. Meses después, la barcelonesa Nely Reguera estrenaba la magnífica María (y los demás). El próximo día 30 veremos una película extraordinaria, ya aplaudida y premiada en festivales, Estiu 1993, de Carla Simón. Y hoy se estrena otro trabajo de fin de curso de la UPF, Júlia ist, dirigida, coescrita y protagonizada por Elena Martín, precisamente la Àgata del filme colectivo. Resulta alentador constatar la fertilidad de las nuevas cineastas catalanas. Y no sólo por su solvencia caligráfica, sino también o sobre todo por su capacidad para capturar el latido de nuestro tiempo: hay en todas las películas citadas un certero, penetrante retrato de personajes, sentimientos, afectos, angustias, incertidumbres y desequilibrios que son exclusivamente contemporáneos.
La Júlia que interpreta la propia Martín con rasgos autobiográficos es una joven Erasmus que marcha a Berlín para estudiar arquitectura ya con ciertos conflictos interiores (las relaciones con su novio se perciben deterioradas desde el primer momento) que se agigantarán en la ciudad alemana, donde se sentirá desubicada. El tema esencial de la obra es la dificultad de fijar hoy horizontes: pese a la omnipresencia de la protagonista, a quien la cámara nunca abandona, Júlia ist es expansiva, habla de una generación entera marcada por la inestabilidad geográfica (hoy Barcelona, mañana Berlín, pasado mañana…), comunicativa (un apartamento mal compartido obliga a alquilar otro también compartido), económica (Júlia no paga el alquiler), sentimental (un novio en cada puerto, fugaz siempre), laboral (sin perspectivas), emotiva (un frecuente ensimismamiento), etcétera. Es de agradecer que Martín, preservando un tono justo y uniforme de trazos naturalistas, en ningún momento distorsione los perfiles: todo está contemplado con ecuánime objetividad, sin acentos innecesarios.