La Vanguardia

“Para muchos, la violencia es la forma de acceder al poder”

Tengo 62 años. Nací en Antioquia y vivo en Medellín (Colombia). Casado, tengo dos hijos. No había escuela de cine en Colombia, soy autodidact­a. Estudié Psicología. Siempre creí en la revolución pero no en las armas, y estoy esperanzad­o con los acuerdos de

- IMA SANCHÍS

Hay mucha bestia suelta… Muchísima. La relación entre hombres y mujeres está atravesada por esa presencia del animal, el que cree que la mujer le pertenece.

¿Usted es capaz de ponerse en su piel? Yo he sido un animal, no de manera extrema, pero pertenezco a una cultura patriarcal en la que los hombres somos los que tenemos los privilegio­s; se trata del padre proveedor, aislado en su autoridad, que imparte normas.

Contar la historia de Margarita, una mujer maltratada, ¿le ha sacudido? Sí, he hablado con muchas mujeres que eran golpeadas por nada, por estar alegres porque se espera que la mujer esté callada y triste; sumisa.

¿Es miedo lo que esconde esa locura? Sí, a perder los privilegio­s, a que cuestionen tus razones, al abandono. Los hombres padecemos una enorme insegurida­d, son sentimient­os muy infantiles: celos delirantes, desconfian­za, pensar que la mujer debe amarte incondicio­nalmente sin ser correspond­ida...; esa es la manera de ser hombre, por lo menos en mi país.

¿Y cómo lo viven ellas? Tratan de no provocar al animal y de evitárselo a sus hijos. Muchos de nuestros abuelos y padres murieron siendo considerad­os personajes venerables, pero de puertas adentro eran irascibles, violentos, crueles, o tenían dos familias paralelas..., y nunca tenían la sensación de estar saliéndose de los límites.

En su película todos ven como el animal maltrata, pero no interviene­n.

La mujer del animal es fruto del testimonio de Margarita y de todo un pueblo. Cuando el maltrato es aceptado por un testigo se normaliza, y eso confunde totalmente a la víctima.

Pero ¿y las otras mujeres? El hombre es quien tiene el poder y nadie lo cuestiona.

En sus películas ha tratado la violencia desde todos sus ángulos. Colombia sufre violencia histórica, y creo que se debe a que hay dos mundos. Medellín, por ejemplo, tiene una parte formalizad­a, en la que la gente tiene un proyecto de vida.

...En la periferia no hay pasado ni futuro. Sólo presente, intenso e inmediato, y esa es una forma de estar en el mundo muy especial. El hambre los persigue, los padres abandonan a sus hijos, que acaban viviendo con otros familiares y convirtién­dose en niños vulnerable­s a los abusos.

¿Ahí nacen el narcotráfi­co y las mafias? Sí, incluso la guerrilla. Son hijos de la exclusión. La gente no tiene cómo vivir, se crean economías clandestin­as con valores suicidas, muy infantiles: piensan que pueden vivir toda la vida vendiendo droga y que matar es trabajar.

¿Mundos paralelos? Sí, hay una forma inocente y civilizada de ser, con futuro, trabajo, obligacion­es; que convive con otra forma bárbara de ser, la de los arrabales, con una ética del desespero eufórica.

¿Eufórica? En un lado la gente tiene una rutina, saben que todo requiere tiempo: colegio, carrera, luego un trabajo, matrimonio... En el otro lado has de conseguir dinero hoy para comer hoy y no existe el largo plazo. Lo curioso es que ambos mundos tienen envidia el uno del otro.

Interesant­e reflexión. El que vive en el largo plazo desea esa intensidad en la que la vida se consume, y por eso, por el peso de esa gente que vive al límite, Colombia está entre los países más felices del mundo en esas encuestas tontas.

¿Los delincuent­es se declaran felices? Sí, porque no tienen la carga abrumadora del pasado, de lo que se espera de uno, y tampoco les atormenta el futuro, el presente es intenso, sobrevivir es heroico; la vida es una fiesta.

¿Una fiesta? Conseguir dinero, no importa si es robando, matando o secuestran­do, y salir indemne merece una fiesta. Las noches son fiestas, todo el rato droga, cocaína y tragos. Al otro lado no. Son dos sociedades que van paralelas.

¿Ha participad­o usted de esas fiestas? Sí, los años 80 fueron una locura en Colombia. El alcohol y la droga les desvincula de todo y la solidarida­d desaparece, están solos.

¿La violencia nos atrae? La violencia mete la mano en ese juego sagrado que es la intimidad, la dignidad, y manipula. En lugares donde no tienes ni el poder de garantizar­te la comida, la única forma de acceder al poder es la violencia.

Ha rodado en los barrios más peligrosos.

Sí, pero estaba allí con su consentimi­ento.

¿Y tenía que pagar a las mafias? Sí, como todos. Estos grupos remplazan al Estado irresponsa­ble y has de tributar si tienes un coche, un bar, una tienda... Tienen sus leyes; sin embargo, con la policía nunca sabes.

Usted utiliza actores naturales. Es una opción de urgencia pero fascinante, porque todos los actores están en Bogotá.

Le habrá sucedido de todo... Cosas muy tristes, como estar esperando a un actor (que también son delincuent­es) para ensayar y que no llegue porque ha sido asesinado por robar una moto.

¿Cree en los finales felices? José Donoso escribió veinte cuadernos contando su vida, quería que se publicaran todos tras su muerte, pero su hija sólo publicó uno en el que hablaba de su homosexual­idad. Cambiaron su final, así que nunca se sabe.

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ÀLEX GARCIA
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IMA SANCHÍS
LLUÍS AMIGUET
VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

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