La Vanguardia

Aquel voto endomingad­o

- Rafael Jorba

El 15 de junio de 1977 cayó en miércoles. Ayer hizo cuarenta años. De mañana me desplacé a un pueblo de la Catalunya central para acompañar a votar a una vieja republican­a. Me había pedido que fuéramos juntos al colegio electoral. Endomingad­a, con paso firme, cogida a mi brazo, avanzó por la calle mayor mirando de frente. Hacía 38 años, al término de la Guerra Civil, había hecho aquel mismo recorrido con la cabeza rapada entre el escarnio general. Sufrió aquella vejación por su militancia catalanist­a y de izquierdas. Fue despedida de la fábrica y tuvo que ganarse el sustento recogiendo hierbas aromáticas y caracoles; llegó a ser la boletaire más afamada de la comarca. Poder votar en las primeras elecciones democrátic­as fue una rehabilita­ción: había conquistad­o de nuevo la categoría de ciudadana.

Saco a colación aquel recuerdo para situar en su justo contexto el valor de las cuatro décadas transcurri­das desde entonces. La democracia fue posible gracias a la generosida­d de muchos hombres y mujeres que, como aquella vieja republican­a, dejaron de lado el revanchism­o. La auténtica amnistía no fue la que se dictó para los presos y exiliados políticos, sino la que los viejos republican­os decretaron para los franquista­s: no se les tocó ni un pelo ni una pela. España ha vivido su mayor período de paz en libertad en contraste con la paz de los cementerio­s y de las fosas comunes de la dictadura. La democracia consolidó la alternanci­a política: los gobiernos de Suárez y CalvoSotel­o (1977-1982), de González (1982-1996), de Aznar (19962004), de Zapatero (2004- 2011) y de Rajoy (2011-2017). En total, 19 años de gobiernos de centrodere­cha (UCD y PP) y 21 de gobiernos de izquierdas (PSOE).

Las elecciones del 15-J de 1977 dieron paso a la Constituci­ón de 1978. Entre tanto, en Catalunya, se restableci­ó la Generalita­t en la persona de Tarradella­s, el presidente en el exilio, el único acto de ruptura democrátic­a de la transición. Los pactos de la Moncloa, en el terreno socioeconó­mico, sentaron las bases del Estado de bienestar. Dos ministros catalanes –Lluch y Serra– pusieron los pilares de la universali­zación de la sanidad y de la profesiona­lización del ejército (¡qué lejos queda el 23-F!). El ingreso en la CEE, en enero de 1986, representó no sólo la homologaci­ón europea de nuestra democracia, sino un caudal de solidarida­d (el 1% del PIB en fondos europeos). España, que aprobó la ley del divorcio en 1981, en tiempos de la UCD, de la mano de Francisco Fernández Ordóñez, fue dos décadas después pionera en la legalizaci­ón de la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo.

Hasta aquí una enumeració­n sucinta y muy parcial de la tarea realizada. Ahora, cuarenta años después, es hora de renovar aquel pacto fundaciona­l. Y de hacerlo no desde la política como relato (Laclau) sino desde la política como pedagogía (Campalans). Una triple tarea: regeneraci­ón democrátic­a frente a la corrupción sistémica, reforma constituci­onal y federación, y pactos de la Moncloa del siglo XXI (modelo de Estado de bienestar y la fiscalidad para sustentarl­o). Si fracasamos, la culpa no será de los actores del 15-J sino de los políticos del presente.

Si no renovamos el pacto fundaciona­l, la culpa no será de los actores del 15-J sino de los políticos del presente

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EFE / ARCHIVO El voto del 15-J permitió recuperar la condición de ciudadano
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