La Vanguardia

Sobre todo, que Toni de l’Hostal no se entere

- Quim Monzó

Anteayer por la noche un servidor estaba en la cama, escuchando la radio, como hago siempre que me meto entre las sábanas (o encima de ellas, ahora que hace calor). Retransmit­ían la entrega de los Premis Nacionals de Cultura en el teatro municipal La Sala, del lindo municipio de Rubí. De repente me pareció oír que uno de los galardonad­os, Raimon, se quejaba de que ni Mariano Rajoy, ni Soraya Sáenz de Santamaría, ni Carles Puigdemont ni Oriol Junqueras habían asistido a ninguno de los doce conciertos de despedida que ofreció en el Palau de la Música durante el mes de mayo. Pensé que no era posible que lo hubiera dicho y que quizá yo ya había entrado en ese periodo de vigilia que aparece cuando todavía estás medio despierto y, simultánea­mente, empiezas a dejar ir el inconscien­te y soñar. Me levanté de inmediato. Puse en marcha el ordenador para verificarl­o y, efectivame­nte, lo había dicho. Había sido el último de los premiados en hablar. Llevaba escrito su discurso en un papel, un papel pequeño porque lo que quería decir (y dijo) era más bien breve: “Quiero expresar mi sorpresa por el hecho de que ni el presidente ni el vicepresid­ente de este país, ni el señor Rajoy, ni la señora Sáenz de Santamaría, no hayan encontrado un agujero para asistir a ninguno de los doce recitales que he dado este mes de mayo en el Palau de la Música Catalana de Barcelona”. Y se quedó tan pancho. Yo, de pasta de boniato. Raimon, el de “al vent del món”, el de “jo vinc d’un silenci”, el de “no, jo dic no, diguem no; nosaltres no som d’eixe món”, ¿realmente cree que las máximas autoridade­s de los gobiernos catalán y español estaban obligados a ir a uno de sus conciertos de despedida? ¿Por qué? ¿Y si no les apetecía? Que yo sepa, asistir a recitales es todavía una decisión libre, incluso para los políticos. Imagino la cara atónita de Sáenz de Santamaría y Rajoy escuchando a Raimon sentados en una de las primeras filas. Porque supongo que, si hubieran ido, los habrían sentado en una de las primeras filas, ¿verdad? Si se trata de lucirlos, que se vean bien, no sea que queden escondidos en un rincón poco visible y el esfuerzo se vaya al garete. A este par me los imagino más bien en algún concierto de Julio Iglesias en el festival de Peralada o de Cambrils, acompañado­s por el prestigios­o empresario textil Nacho de Sanahuja, que les iría explicando los detalles interesant­es de esos municipios, dónde comprar unos buenos zapatos y dónde comer extraordin­ariamente bien.

No me pasa por la cabeza que a Albert Serra –otro de los premiados de aquella noche– se le hubiera ocurrido recriminar a Junqueras, Rajoy, Puigdemont o Sáenz de Santamaría por no haber ido a ver su última gran película,

La mort de Louis XIV.

Según Raimon, las máximas autoridade­s de los gobiernos catalán y español tenían que asistir a su despedida

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