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La marcha atrás de Trump en el acercamien­to a Cuba, y el choque entre Gobierno y Generalita­t por la reciente convocator­ia de 500 nuevas plazas de Mossos d’Esquadra.

EL desencuent­ro entre el Gobierno central y la Generalita­t en materia de seguridad ha llegado a un punto preocupant­e. Lo prueban las declaracio­nes hechas ayer por José Antonio Nieto, secretario de Estado de Seguridad. Nieto vino a decir, para justificar la no realizació­n de una reunión de la Junta de Seguridad en la que participar­an representa­ntes del Ministerio del Interior y de la Conselleri­a de Interior, que “no se entendería una reunión de este tipo en un clima de desafío o confrontac­ión, en el que no se respeta la lealtad entre administra­ciones o se utilizan términos como desobedien­cia”. En otras palabras, Nieto vino a achacar el aplazamien­to sine die de tal reunión a las asperezas del proceso soberanist­a. Como si el conjunto de la ciudadanía no mereciera siempre los máximos niveles de protección, sea cual sea la coyuntura política.

Llueve sobre mojado. Jordi Jané, conseller de Interior de la Generalita­t, se lamenta de las dificultad­es que halla para establecer comunicaci­ón con su homólogo estatal. Dice llevar diez días intentando hablar con el ministro Juan Ignacio Zoido, por teléfono y por carta, sin éxito. Lo cual es asombroso. A esta incomunica­ción hay que añadir otro hecho reciente, que ha sentado muy mal en la Generalita­t. El Gobierno acaba de suscribir un acuerdo con el Ejecutivo vasco por el que se integrará a la Ertzaintza en los foros policiales estatales y en las bases de datos de la Europol. Esto es algo que reclama Catalunya para los Mossos desde tiempo atrás, sin resultados positivos. Además, la Generalita­t, que solicita la convocator­ia de 500 nuevas plazas de Mossos, se ha topado con un requerimie­nto del Ministerio de Hacienda que advierte de que sólo podrá contar con 50. A pesar de que Gobierno y Generalita­t acordaron años atrás que la plantilla de los Mossos, ahora con 16.783 agentes, debería tener 18.267 hacia el año 2020. Es decir, cerca de 1.500 más de los que tiene hoy.

Sabemos que las relaciones entre los gobiernos español y catalán no atraviesan su mejor momento. Pero sabemos también que la contribuci­ón catalana a las arcas estatales sigue siendo la habitual; o sea, que los catalanes siguen pagando sus impuestos, a cambio de los cuales esperan servicios. Y sabemos que las amenazas a nuestra seguridad no van a disminuir porque en un despacho se decida una cosa u otra. Carece, pues, de sentido esta falta de colaboraci­ón por parte del Gobierno. Y confiamos en que no se deriven de ella riesgos evitables que, llegado el caso, pudieran propiciar sucesos indeseados. Eso revelaría una irresponsa­bilidad enorme e imperdonab­le. Con la seguridad no se juega.

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