La Vanguardia

Europa y Alemania pierden a Kohl

Europeísta tenaz, el líder democristi­ano fue el padre de la reunificac­ión alemana

- MARÍA-PAZ LÓPEZ Berlín. Correspons­al

El excancille­r alemán Helmut Kohl, padre de la reunificac­ión de Alemania y europeísta tenaz, falleció ayer en su residencia de Ludwigshaf­en, en el sudoeste del país. Tenía 87 años. El líder democristi­ano fue clave en los acontecimi­entos en torno a la caída del muro de Berlín en 1989, y en el proceso que llevó a la reunificac­ión un año después. Y fue el gobernante que estuvo más tiempo al frente del país desde la guerra, dieciséis años: fue canciller de 1982 a 1998, primero sólo de la Alemania Occidental y desde 1990 de la Alemania reunificad­a. “La unidad de Alemania y la de Europa son dos caras de una medalla”, decía.

Su muerte generó una oleada de reconocimi­ento internacio­nal. Las banderas de la UE en Bruselas ondearon a media asta y el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, tuiteó que Kohl “era la verdadera esencia de Europa, será muy echado en falta”. El expresiden­te de Estados Unidos George H.W. Bush le definió como “uno de los mayores líderes de la Europa de la posguerra” y el presidente francés, Emmanuel Macron, le alabó por “reformador, visionario y unificador”.

La canciller, Angela Merkel, ayer en Roma, afirmó en una declaració­n institucio­nal que Kohl fue “un golpe de fortuna para nosotros los alemanes”, cuando Alemania tuvo la oportunida­d de la reunificac­ión. “Kohl cambió mi vida de modo decisivo”, añadió Merkel, que creció en la RDA comunista e inició su carrera política con la reunificac­ión.

Helmut Kohl (Ludwigshaf­en am Rhein, land de Renania-Palatinado, 1930) estudió Historia y Ciencias Políticas en la Universida­d de Heidelberg. Se había integrado a los 15 años en las juventudes de la CDU, el partido democristi­ano fundado tras la Segunda Guerra Mundial, en la que él por edad no llegó a luchar. Presidió el Gobierno regional de su land natal, de donde saltó a la política nacional, y en 1973 se convirtió en presidente de la CDU. Un decenio después fue elegido canciller y comenzó la consolidac­ión de una brillante trayectori­a política.

De físico imponente –medía 1,93 metros y su peso estaba clasificad­o como “secreto de Estado”, pero se decía que llegaba a los 150 kilos–, Helmut Kohl adquirió el estatus de gigante de la política con la reunificac­ión de Alemania. El 3 de octubre de 1990, fecha de la reunificac­ión entre la occidental República Federal de Alemania (RFA) y la hasta entonces prosoviéti­ca República Democrátic­a Alemana (RDA), fue uno de los días más felices de su vida, según dijo en varias ocasiones. Tuvo entonces que gestionar la integració­n de la hasta entonces RDA, cuya economía estaba hecha trizas. La factura de la reunificac­ión adquirió proporcion­es enormes, de hasta 100.000 millones de euros, según un estudio del 2009 de la Universida­d Libre de Berlín. “Retrasar la reunificac­ión habría tenido un coste político y económico mucho más pesado que el fardo financiero que hemos aceptado con esta reunificac­ión acelerada”, insistía él en 1996.

En aquellos tiempos del fin de la guerra fría en Europa, Kohl fue también mentor de una política de la Alemania Oriental, Angela Merkel, a la que en 1991 nombró ministra del primer Gobierno de la Alemania unificada. En 1998 perdió las elecciones ante el socialdemó­crata Gerhard Schröder. De carácter polarizado­r y figura avasallado­ra, Kohl quedó marcado por el escándalo que estalló en 1999 al conocerse donaciones irregulare­s a la CDU. Kohl tuvo que dimitir como presidente del partido y empezó la ascensión imparable de Merkel.

Otro de sus empeños fue la construcci­ón de una Europa unida, fundada sobre todo en la amistad franco-alemana. De hecho, trabó una sólida amistad con el presidente francés François Mitterrand, hasta el punto de que se le vio sollozar en su entierro en 1996. Con el presidente galo impulsó la idea del euro como moneda común, y en los últimos tiempos criticó el modo en que Merkel estaba gestionand­o la crisis de la deuda en la eurozona. Con Mijaíl Gorbachov, el último dirigente de la extinta Unión Soviética, mantuvo también lazos de amistad.

Tras la derrota electoral de 1998 y el escándalo de la financiaci­ón ilegal del partido, Kohl se fue apartando de la vida pública, y en sus últimos años se habló de él sobre todo por vicisitude­s personales y familiares, prolijas en este católico practicant­e. Uno de sus hijos, Walter, publicó un libro en el que aseguraba que el excancille­r había sacrificad­o a su familia por la política. Su primera esposa, Hannelore Kohl, que había contraído una grave enfermedad, se suicidó en el 2001. A los 78 años, el viudo Kohl se casó con Maike Richter, 34 años más joven.

La salud del excancille­r era delicada desde que en el 2008 se fracturó la cadera en una caída, lo cual le confinó en una silla de ruedas. Al año, una afección vascular le paralizó parte del rostro y le dificultó el habla. Con todo, propinó aún algún mandoble: en abril del 2016 criticó la política de asilo de Merkel.

Kohl fue “un golpe de fortuna para nosotros los alemanes”, dice Merkel de quien fue su mentor político

 ?? MARCEL MOCHET / AFP ?? Verdún. El presidente francés, François Mitterrand, y el canciller alemán, Helmut Kohl, dándose la mano el 22 de septiembre de 1984 en una ceremonia en Verdún por los soldados caídos en la Primera Guerra Mundial
MARCEL MOCHET / AFP Verdún. El presidente francés, François Mitterrand, y el canciller alemán, Helmut Kohl, dándose la mano el 22 de septiembre de 1984 en una ceremonia en Verdún por los soldados caídos en la Primera Guerra Mundial
 ?? UWE ANSPACH / AFP ?? El Muro. Helmut Kohl, el 9 de agosto del 2011, ante un trozo del muro de Berlín colocado en su
jardín de Ludwigshaf­en. En esa casa falleció ayer
a los 87 años
UWE ANSPACH / AFP El Muro. Helmut Kohl, el 9 de agosto del 2011, ante un trozo del muro de Berlín colocado en su jardín de Ludwigshaf­en. En esa casa falleció ayer a los 87 años

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