El despertar del depredador
Era cuestión de tiempo que ‘el violador del ascensor’ volviera a actuar, según expertos
Era cuestión de tiempo que Pedro Luis Gallego, conocido como el
violador del ascensor, actuara de nuevo. Y, según las investigaciones, parece que lo ha vuelto a hacer, en esta ocasión en Madrid: dos violaciones y otros dos intentos a jóvenes de 20 años. Porque es lo que hacen los llamados depredadores sexuales, tal como le definió ayer el jefe superior de Policía de Madrid, Alfonso José Fernández, definición con la que coinciden criminólogos y psicólogos.
“Gallego, de 59 años, responde a ese perfil, el de un psicópata al que es difícil parar porque no se recupera. Por mucho que se trabaje con él en la prisión, no se puede”, señalan fuentes de instituciones penitenciarias, quienes de inmediato aclaran que esto no ocurre con todos los violadores, “ni mucho menos. Son los más extremos, casos aislados, sobre los que es muy difícil actuar”, insisten. El problema, reconocen, es el reguero de víctimas que dejan en el camino.
En su caso, mujeres jóvenes, de entre 17 y 24 años, a las que ha dejado permanentemente marcadas y a las que ha destrozado la vida.
Estos asesinos y violadores son difíciles de controlar incluso para la policía. Ayer, Fernández reconocía que no habían podido controlar a Pedro Luis Gallego tras su salida de la cárcel en el 2013 por el asesinato de dos jóvenes y 18 violaciones. Hacerlo era ilegal.
“Nosotros tenemos millones de datos y archivos, pero en este caso es una persona que había sido puesta en libertad y sobre la que no cabía aplicar ninguna medida extraordinaria”, señaló el jefe superior de Policía de Madrid. Porque cuando uno cumple condena, se acabó la deuda con la sociedad y, por tanto, lo relacionado con ese delito (en este caso, los numerosos delitos) queda extinguido. Ni siquiera pueden cotejar el ADN, señalan.
Ahora el depredador sexual ha despertado. Aunque lo correcto, apuntan psiquiatras y criminólogos, sería decir que como mucho ha estado adormilado, a la espera de que surgiera la oportunidad para volver a atacar. En los años previos a la salida de la cárcel, los informes elaborados por expertos alertaron de que el violador del ascensor no estaba rehabilitado. O dicho de otra manera, esos profesionales advertían que, una vez puesto en libertad, el riesgo de que volviera a violar era muy alto. “Podríamos decir que en perfiles tan excepcionales como el de este violador la certeza de la reincidencia es absoluta”, afirma Eduard Vieta, jefe del servicio de psicología y psiquiatría del hospital Clínic de Barcelona.
¿Y por qué no se ha podido evitar que Gallego vuelva a violar? Es la pregunta. Un interrogante al que cuesta encontrar respuesta. Ignacio González Vega, portavoz de Jueces para la Democracia, apunta que en casos como el de este violador la justicia no podía hacer nada más de lo que ha hecho. “Pedro Luis Gallego cumplió su condena y una vez en libertad pasó a ser un ciudadano con los mismos derechos y deberes que el resto de la sociedad”. No cabía ni la posibilidad de vigilarlo o controlar sus movimientos, ni tampoco obligarle a seguir ningún tratamiento o terapia.
Este violador fue uno de los agresores sexuales en serie que en 2013 se beneficiaron de la derogación de la doctrina Parot (una norma que permitía alargar las condenas a este tipo de presos tan peligrosos y que en el caso de Gallego le habría mantenido en la cárcel hasta el 2022) tumbada por el Tribunal de Derechos Humanos de Es tras burgo .¿ Podrían ahora reclamar las últimas víctimas de este violador alguna responsabilidad a ese tribunal europeo o a los jueces que excarcelaron a Gallego? Ignacio considera que esa exigencia “no tendría ningún sentido, ni posibilidad de prosperar”. Los jueces se han limitado, en este caso, “a aplicar la norma fijada por los legisladores”, añade Ignacio.
Santiago Redondo, profesor de
Criminología de la Universitat de Barcelona, coincide con este juez que desde el punto de vista legal no se podía hacer nada para evitar la salida en libertad de este violador. Pero una cosa es la ley y otra, apunta Redondo, “buscar alternativas en otros ámbitos para que este tipo de casos no vuelvan a repetirse”.
El criminólogo apuesta por la creación de un servicio de criminología de reinserción “que se ocuparía del acompañamiento de este tipo presos, con un alto riesgo de reincidencia, una vez quedaran en libertad”. Reconoce que muchos de ellos rehusarían esa opción, “pero el éxito de los profesionales pasaría por saber convencerles de la necesidad de ese asesoramiento que a la vez serviría para controlarlos”.
Eduard Vieta aboga, por su parte, por un decidido cambio legislativo. “En casos de violadores o asesinos en serie que son prácticamente irrecuperables una buena fórmula podría ser la aplicación de condenas más cortas y periodos largos de vigilancia y control obtenida la libertad, en vez de largas condenas y ningún control cuando salen de la cárcel”. Este psiquiatra recalca que nunca hay que olvidar, cuando se habla de los derechos de un delincuente que ya ha cumplido su condena, que hay “otro bien supremo como es el de proteger a futuras víctimas cuando existe la certeza de que ese preso va a reincidir una vez esté en la calle”.
La detención de Pedro Luis Gallego ha reabierto el debate de la prisión revisable permanente. Si se hubiese podido aplicar, en este caso ese violador seguiría con toda seguridad preso. Es una norma que contempla también la libertad vigilada, lo que permite el control de estos delincuentes en libertad. Aunque esa vigilancia tiene fecha de caducidad.
Para Redondo, otra fórmula sería establecer, en los casos más extremos, seguimientos de hasta cinco años una vez se cumple la condena. Diferentes estudios demuestran que pasado ese período, una vez obtenida la libertad, muy pocos delincuentes vuelven a reincidir.
IMPOTENCIA DEL SISTEMA Una libertad obligada sin posibilidad de controlar o vigilar los pasos del agresor
MENOS CÁRCEL Y MÁS TERAPIA Especialistas proponen más terapia tras la salida de la cárcel, en vez de largas penas
LA DEFENSA DE DOS MUNDOS Los derechos de estos reos se valoran a veces más que la protección de futuras víctimas