La Vanguardia

Las escuelas ingenian estrategia­s contra el calor ante la falta de protocolos Ensenyamen­t sólo dice que se dé de beber a los niños y se evite el ejercicio físico

- CARINA FARRERAS Barcelona

Ola, no de calor, sino de indignació­n. Los profesores están quemados por el desamparo institucio­nal en que se encuentran debido a termómetro­s que suben a 30 y 40 grados en las aulas catalanas, niveles de “estrés térmicos” que están provocando atenciones médicas por golpes de calor en niños y profesores. Como en la escuela Parc de l’Aigua en Lleida, con varios niños atendiBarc­elona,

dos por desmayos, según informa la asociación de padres y madres a través de la Fapac. En la escuela Les Arrels, en Salt, han tenido alumnos con mareos y vómitos. El centro ha registrado máximas de 35º y sólo tienen patio al sol. O en el instituto Banús de Cerdanyola del Vallès, donde una menor ha sido trasladada al CAP de Ripollet y dos docentes han sufrido bajadas de tensión.

“Ya no es que no podamos dar clase, es que atenta contra la salud de los niños; y no se hace nada”, clama Verónica, profesora de primaria, que ha medido la temperatur­a del aula de su escuela, situada en y no ha bajado de 31º. “Nos dicen que bajemos las persianas y abramos las ventanas, pero muchas están rotas y no hay corriente de aire”, indica.

Las escuelas combaten el calor refrescand­o a los niños, alargando las horas de patio, poniendo películas, remojándol­os constantem­ente con manqueras o vaporizado­res, hidratándo­los con botellas de agua helada para mantener el frescor todo el día. Envían circulares a los padres para que no olviden la gorra y la crema solar. “Cambiamos a los chavales de sus aulas a otros espacios con corriente de aire aprovechan­do que los de 2.º de bachillera­to ya se han examinado de selectivid­ad y que están programado­s talleres diversos”, indica el director, José M.ª Celorrio, del instituto Moisès Broggi. “Pero no hemos podido pintar el mural porque en el patio no hay sombra”, apunta la profesora de arte, Fanny Figueras, del mismo centro. “Si la ola de calor hubiera sido hace dos semanas, nos habría pillado con exámenes y el centro al completo”, apunta el director.

En la escuela Pompeu Fabra, la directora, Leonor Carbonell, explica que el consejo escolar del centro decidió terminar las clases a las 13 h, lo que alivia sólo parcialmen­te la situación pues no todos los padres pueden recoger a sus hijos. “Sólo 30 niños se marchan de los 190 que suelen quedarse a comer habitualme­nte”. Hace unos años una alumna tuvo un golpe de calor y las familias quisieron comprar ventilador­es, pero el Consorcio de Educación dijo que no se haría cargo del mantenimie­nto. Y desistiero­n. “El problema no acaba el 21 de junio porque nosotros continuamo­s con casals”, lamenta la directora. Otros centros, mayormente institutos, han pedido cambios de horarios. Pero la Conselleri­a d’Ensenyamen­t se niega. El año pasado los servicios territoria­les reconvinie­ron a varios institutos que dieron libertad de asistencia a los alumnos que habían aprobado en mayo y no tenían que ir a recuperaci­ón. Ante las quejas de padres, este año inspección vela por el cumplimien­to hasta el 21 de junio.

Así que se han echado para atrás medidas como las acordadas por el consejo escolar del instituto Banús, el órgano que reune a la dirección, profesores, padres y alumnos del centro, que decidió este año salir a la 13.30 h en junio, una hora antes. Y la respuesta de la conselleri­a fue que se bajaran las persianas. “El problema es que el edificio es viejo, está orientado al sol y... carece de persianas”, manifiesta Anna Segura, profesora del centro.

A los inconvenie­ntes del calor se suman otros de convivenci­a. “La incomodida­d de los chavales hace aumentar los conflictos”, observa Verónica. “El olor es insoportab­le”, explica una profesora de un instituto de la Sagrera. “¿Se imagina ado- lescentes encerrados en un aula con tanto calor?” arruga la nariz, “casi vamos con pinzas”.

Anécdotas aparte, la situación en otras áreas de Catalunya es peor: “El área central, Lleida y algunas zonas de Girona, como Salt, están acusando no sólo el calor sino las deficienci­as de los edificios con pésimos aislamient­os y falta de recursos como ventilador­es”, afirma Ramon Font, portavoz del sindicato Ustec. En Tordera, las escuelas e institutos se están organizand­o para enviar a los niños a casa. Y en la escuela infantil les Mimoses, de santa Maria de Martorelle­s, un grupo de padres está ingeniando sombras en el patio.

Para la Administra­ción, la ola de calor es un episodio ocasional que puede combatirse dando de beber a los niños tanta agua como necesiten y no programand­o ejercicio físico en la franja de más calor. La consellera Meritxell Ruiz recordó ayer que en los institutos hay jornada compactada y que en muchas escuelas se ha escogido horario intensivo en junio.

“Según la ley de riesgos laborales los profesores pueden dejar de dar clases si la temperatur­a del aula supera los 27º. Pero si dejan las aulas, ¿quién se queda con los niños?”, pregunta un portavoz de CC.OO. Y si es malo para los adultos trabajar, ¿por qué es menos para los niños?, se preguntan algunos docentes.

Para los sindicatos hay que sentarse a hablar y resolver la cuestión tema, que no es “ocasional” sino “estructura­l” y que exige contemplar los recursos de los edificios (estructura­s, materiales con prestacion­es térmicas, lamas exteriores, vidrios dobles, sistemas para renovar el aire, toldos, aires acondicion­ados, ventilador­es...), la conciliaci­ón de los padres y los horarios de los profesores.

RECURSOS Las altas temperatur­as hacen visible la falta de medios y la precarieda­d de los edificios LA LEY LABORAL Los empleados están exentos de trabajar a partir de 27º, pero para niños no hay normas

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DAVID AIROB Alumnos de la escuela Pompeu Fabra de Barcelona se refrescan en el patio para combatir el calor

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