La Vanguardia

Dos mujeres, dos mundos

Las sesiones de la pionera electrónic­a Suzanne Ciani y de la catalana Bad Gyal, icono del trap, simbolizan la oferta del festival

- Esteban Linés ÀLEX GARCIA

Una de las posibles maneras de disfrutar de la música, los sonidos y las experienci­as directamen­te relacionad­as con ellas que ofrece el Sónar es comprobar cómo dentro de su a menudo antitética programaci­ón hay sitio para todo. Que aunque no se quiera, el choque de opuestos siempre acaba produciénd­ose y que, aunque no entren en el planning inicial, los hallazgos son inevitable­s.

Ese choque que se pudo establecer en la curva generacion­al y temática, con Suzanne Ciani y Bad Gyal en cada uno de sus extremos. Por un lado, la legendaria pionera estadounid­ense de los sintetizad­ores, que tras diversos vaivenes desde su eclosión en los años setenta ha vuelto a ponerse delante de un flamante sintetizad­or Buchla, con el que recorre medio mundo revisitand­o aquellos sonidos y aquellas atmósferas.

Precisamen­te, su mirada a ese pasado electrónic­o en los tiempos actuales puede chocar con los gustos y oídos del aficionado de hoy, y algo de eso pudo percibirse durante la correcta, expositiva, sesión que ofreció la septuagena­ria pianista y manipulado­ra de sonidos en el espacioso SonarDôme. Arriba, en el escenario con una pantalla detrás de Ciani que únicamente mostraba en tiempo real como manipulaba cables, botones y secuenciad­ores, la verdad es no llevaba al éxtasis. Su sonoridad, electrónic­a atmosféric­a muy de los setenta, pilló a más de un asistente fuera de lugar produciend­o un creciente goteo de desercione­s.

En el otro extremo de ese hipotético cordel estaría Bad Gyal, en términos civiles Alba Farelo, vecina de Vilassar, hija del actor Eduard y entregada cantante de trap y dancehall, de éxito desbordant­e. Y todo en menos de un año. Con una calidad de sonido ínfima, ataviada en plan batallador­a (unos pantalones con la zona erógena delante y trasera recortada, que mostraba tanga mínimo), y en actitud global decididame­nte choni, Gyal satisfizo a sus numerosos asistentes. Canta y recitó sus referencia­les banderines de enganche, como Pai (su particular versión del Work de Rihanna) o Despacio (en la que pide “despacio, despacio, despacio házmelo lento házmelo despacio dale hasta abajo”). Evidenteme­nte tuvo

un par de ¿bailarinas? a su vera, que agitaban brazos y caderas, perreaban, ayudaban a autentific­ar el ambiente. En fin, una sesión viva y que ilustra el auge de una escena que engancha con generación, gustos y vocabulari­o: al acabar la primera canción, con aquello a reventar, a Alba Farelo le salió de dentro “esto es muy

heavy, nen. ¿Qué pasa, peña?, esto está petao”.

La escuadra alemana también dejó huella. Si el jueves ya fue fascinante el concierto ofrecido por el batería Daniel Brandt con su actual propuesta Eternal Something, capaz de cubrir un arco estilístic­o inimaginab­le, ayer hubo choque que reflejó la riqueza de la actual escena alemana: por una parte, la dj Lena Willikens, gloriosa mezcladora de heterogéne­as sonoridade­s y beats, desde el techno a la new wave, que debutó en el Sónar por la puerta grande. Y en el otro, Roosevelt, es decir la actual propuesta musical de Marius Lauber, nítidament­e alejada de su época de dj. Ofreció concierto de pop, bien compuesto y mejor interpreta­do (hasta un

Teardrops en elegante versión sintética) para placer de un público que disfrutó efusivamen­te con una sesión más o menos convencion­al, en términos rítmicos y melódicos.

Sonidos naturales con elaboracio­nes tecnológic­as casi artesanale­s fue el campo de operacione­s sobre el que trabajó LCC, espléndido dúo integrado por Ana Quiroga y Uge Pañeda, que volvían con su sobresalie­nte Bastet e impecable apoyo visual. El insólito francés Jacques también trabajó sobre la manipulaci­ón y creación de sonidos desde su esencia para acabar componiend­o pequeñas joyas donde cohabitan pop, electrónic­a, melodías sintetizad­as y house. Cuando esto último sonaba, el respetable le vitoreaba.

El alemán Roosevelt ofreció un espléndido concierto, de una convencion­alidad algo insólita en el Sónar

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 ??  ?? Al pie del cañón. La sesión que ofreció la animosa y legendaria teclista y creadora de sonidos Suzanne Ciani recreó las sonoridade­s y atmósferas electrónic­as de los años setenta
Al pie del cañón. La sesión que ofreció la animosa y legendaria teclista y creadora de sonidos Suzanne Ciani recreó las sonoridade­s y atmósferas electrónic­as de los años setenta

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