Ola de calor
Las temperaturas más altas coinciden esta vez con los días más largos. Uno observa, siente, padece el calor, pero poco puede hacer para cambiar el tiempo. El editor de ED Libros, Fèlix Riera, habla en la Laie de radiografías: la ciencia permite observar nuestro interior en directo. Sin embargo, no podemos intervenir personalmente para solucionar aquello que nos ha llevado a radiografiarnos. En cierto modo, La
senectud del capitalismo, de Lluís Boada, es un análisis parecido. Ofrece una visión de nuestro tiempo, tan difícil de cambiar. El actor Mario Gas, que conoce al autor desde que iban juntos a ese colegio frente al Palau de la Música donde podía leerse “ora et labora”, dice que el libro es una reflexión sobre la vida. Y subraya esta frase: “El divorcio entre la economía y la cultura lleva a la barbarie”.
Con una responsabilidad pletórica llena de orgullo, según Gas, Boada ha escrito una epístola moral para responder a esas preguntas que su hija le hace o podría hacerle sobre el mundo, una vez que ha empezado el bachillerato. O quizá sea más bien ética, matiza el filósofo Rafel Argullol, dado que la moral es la aplicación de las leyes sobre uno mismo, y la ética es la construcción de la personalidad. El libro, “una expresión humanística” del momento en el que vivimos, advierte de que el engranaje del poder te roba la capacidad de construirte a ti mismo; e invita a realizar esta autoconstrucción. Lo hace mediante el conocimiento, el arte, Ortega y Gasset, Easy Rider ,el musical Her, el Brasil que destroza los bosques. Así, aunque sencillo en apariencia, y accesible a todos los lectores, está cargado de complejidad.
El tú al que se dirige Boada (su hija) se convierte en un tú universal. Pasa a ser un vosotros y de ahí, a un nosotros. Y lo más importante: evita, elegantemente, el paternalismo, que era el gran riesgo de utilizar esta forma. No en vano, ha tardado seis años en acabarlo. Más o menos lo mismo que Laura Fernández en escribir Connerland . En la Gigamesh, templo del frikismo erudito, Robert Juan-Cantavella intenta explicar de qué va esta novela que condensa en 448 páginas un aluvión de ideas e imágenes tan luminosas que, según él, cabe leerlas con las gafas de sol puestas. Hay situaciones extravagantes, exclamaciones en mayúsculas y “parénAsí, tesis cumpliendo una función que sólo sabe ella”, fruto de una imaginación desbordante y una fantasía que traspasa irreverente los límites. Perros que hablan, fantasmas pesados y pasados de vueltas, basados en la película Ghost, un caballo triste sentado a la mesa, escritores y sus respectivas envidias y obras de títulos imposibles, un universo de personajes literarios que de repente se encuentran, homenajes que sólo detectarán quienes hayan leído, visto y vivido lo mismo que Fernández.
“La realidad es demasiado perfecta para captarla”, dice ella, “mucho más mágica” de lo que pudiera escribir. Por eso opta por dar un sentido al sinsentido, porque cualquier intento por despejar la realidad será un fracaso. Y el fracaso, de hecho, es el tema central de Connerland, publicada por Random House. La obra no falla. Lo puede hacer el autor, si no se cumplen sus expectativas. “¿Por qué nos atrae la figura del perdedor?”, se pregunta la autora, que adora a Arturo Bandini. “No podemos aceptar al genio vivo”, reflexiona, “pero si triunfa después de muerto, eso da sentido a lo que hacemos; quién sabe si a nosotros nos pasará lo mismo”. “en el fondo todos somos unos perdedores”.
Diez ganadores de la beca Montserrat Roig, concedida por el Icub, se reúnen en la biblioteca Sant Antoni-Joan Oliver para hablar de su experiencia. Modera Marina Espasa, coordinadora de la oficina Barcelona Ciutat de la Literatura Unesco. Durante dos meses, han desarrollado sus proyectos en centros públicos, relacionados o no con su obra. Oriol Canosa tuvo conexión con el espacio, la Fundació Miró. Está haciendo un inventario de las especies vegetales y animales que viven en la ciudad. Y allí observaba qué tipos de ranas hay en los parques. Conoció a un hombre que controla las plagas y al que atacan las gaviotas, hartas de que les toque los huevos.
A Francesc Meseguer, por el contrario, el espacio le cambió los planes. Quería escribir una obra superdramática, pero las vistas desde la torre de Vil·la Joana le han hecho virar a otra cosa “totalmente contemplativa, sin ningún interés”. Los retratos de Martí de Riquer y su querido Joan Perucho han acompañado a Víctor García Tur en la habitación de la Reial Acadèmia de Bones Lletres, donde ha trabajado en una novela ubicada a finales del siglo XIX. Eduard Márquez aún está en fase de documentación; escribirá sobre la llamada “década prodigiosa”. También están Pilar Romera, Violeta Kovacsics, Manuel Pérez Subirana. Y a Cristina García Morales le iba bien aprovechar el wifi y la impresora de la Fabra y Coats, porque en casa no tiene. Daniel Ausente descubrió que estaba junto a una de las tres puertas del infierno, si es que no lo son todas las que dan a la calle estos días achicharrantes. Ninguno lo menciona, pero lo mejor de los lugares es su aire acondicionado.
“El divorcio entre la economía y la cultura lleva a la barbarie”, dice Mario Gas al presentar a Lluís Boada
Lluís Boada. Mario Gas, Rafael Argullol y el editor de ED Libros, Félix Riera, presentaron el libro de Lluís Boada La senectud del capitalismo en la librería Laie Laura Fernández. Robert-Juan Cantavella fue el presentador de Laura Fernández y su
Connerland, una novela en la que los perros hablan y salen fantasmas
Becas Montserrat
Roig. Marina Espasa reunió en la biblioteca Sant Antoni-Joan Oliver a los ganadores de la beca destinada a autores con obras sobre Barcelona