La alegría exprés
Se considera antes músico que cantante, acaba de grabar un nuevo disco y sigue actuando por España
Georgie Dann conserva de su origen francés un acento exótico tan persistente como su presencia en los escenarios. “He vuelto a grabar y tengo dos temas que van al éxito seguro”, nos dice recién salido del estudio. Una de estas canciones se titula Que
viva el vino y se inscribe en la filosofía de este artista que reparte alegría a gogó, un estado de ánimo que si no está cerca de la felicidad al menos proporciona momentos evasivos de inconsciencia. El cantante sigue en activo. Ha actuado hace poco en Getafe, el día 1 estará en Sant Feliu de Pallerols (Girona) y después regresará a los carnavales de verano en Galicia.
Nacido en París en 1940 recuerda cómo los domingos su padre ensayaba con la trompeta y le hacía soplar el instrumento. No tendría más de tres años. Su barrio era el de la plaza de la Gambetta, cerca del cementerio del Père-Lachaise. Él siempre estaba en la piscina municipal. Jugaba allí con un grupo de amigos y ya a los cinco años se tomó la natación muy en serio, hasta el punto de que más adelante participó en la travesía del puerto de Marsella. “Cuando vaciaban y llenaban otra vez la piscina los jueves echaban cubos de cloro y nos tirábamos al agua sin esperar, de modo que salíamos todos con el pelo rubio”.
También jugó al baloncesto, fue a la escuela maternal hasta los seis años, y después a centros públicos. “Me acuerdo de un profesor de matemáticas que nos trataba como un padre, pero que era objeto de burla por parte de un gracioso de la clase que lo imitaba”. Desde los ocho años fue un aplicado alumno de escuelas de música, y a los diez entró en el Conservatorio de París. Estudió solfeo, armonía y clarinete. También obtuvo el título de maestro y trabajó un tiempo en una escuela. Empezó a componer canciones para sus alumnos y grabó un disco con ellos hasta que el trabajo como maestro resultó problemático por su atención focalizada en la música y tuvo que abandonarlo. De esta época es la versión francesa que hizo de la música y letra del filme Blancanieves y los siete enanitos de la Disney.
El camino a seguir estaba trazado. Su hermano mayor también tocaba la trompeta y tenía una orquesta. “Era un sexteto que necesitaba a un cantante y me uní a ellos, estuvimos en Ginebra, Venecia, Roma…”. Pronto cambió la música clásica por los ritmos modernos. Estudió el saxo tenor en la época de los grandes del jazz en París, Duke Ellington, James Brown… También toca el bandoneón. “Con quince años nos colábamos en la sala Olympia para oír aquella música”. Pronto actuó con distintas formaciones y grabó sus primeros discos en solitario.
En 1965, representó a Francia en el Festival del Mediterráneo que se celebró en Barcelona, con su canción Tout ce que tu sais. “Después de cantar se me acercó un señor y me dijo que quería llevarme a México con todos los gastos pagados”. Esto supuso un giro a su trayectoria artística. Actuó en recitales y en televisiones de Venezuela, Argentina, Perú y Colombia. “Así aprendí el español”. Después se hizo famoso en España, donde tiene residencia, tras casarse con una de sus bailarinas con la que tiene tres hijos y otros tantos nietos.
El repertorio del músico es interminable: Casatchok, El bimbó. Macumba, El chiringuito, La cerveza, Carnaval carnaval, Mami qué será lo que tiene el negro, Mi cafetal, La paloma blanca... El spot de Mitsubishi en el Polo Norte le popularizó La barbacoa hasta el infinito. El tópico lo define como el rey de la canción del verano, así que en muchos de sus conciertos tiene preparados popurrís para satisfacer todas las peticiones. En las actuaciones mueve a más de catorce personas entre músicos y bailarinas.
Detrás del cliché de artista empalagoso y facilón hay un hombre tenaz, que se siente músico antes que cantante. Adora a los clásicos –Bach, Debussy...– y admira a intérpretes de jazz como el trompetista Clifford Brown y el clarinetista Arty Shaw. Siempre con esta ingenua alegría vital dondequiera que esté –“quizá sea una deformación”– y con ganas de trabajar. La composición es su gimnasia de cada día.