La Vanguardia

La polivalenc­ia que cambió el reporteris­mo

Un libro sirve de guía para la buena práctica del periodismo en televisión, donde se ha impuesto la producción ‘low cost’ desde la crisis del 2008

- FRANCESC PUIG

El reporteris­mo está viviendo un momento dulce en televisión. Espacios como Salvados (La Sexta), En el

punto de mira (Cuatro) o Comando actualidad (La 1) ocupan franjas de prime time donde alcanzan buenos índices de audiencia. Carles Marín, profesor titular de Periodismo Informativ­o Audiovisua­l y vicerrecto­r de Comunicaci­ón de la Universida­d Rey Juan Carlos de Madrid, ha coordinado y es autor del libro

Reporteris­mo de televisión (Editorial Gedisa), donde también han colaborado periodista­s como Miguel Ángel Oliver, Samanta Villar o María Angeles San Martín. Un libro que, además de guía de buenas prácticas para el reportero audiovisua­l, también repasa la historia del género en la televisión española.

El reporteris­mo nació en televisión cuando se vio la necesidad de dedicar más tiempo a aquellas informacio­nes que eran o habían sido noticia y que requerían una investigac­ión que podía durar días, semanas o meses. De aquí nacen programas emblemátic­os como 60 minutes en la CBS norteameri­cana, estrenado en 1968 y aún hoy en antena, que en España sería replicado cinco años más tarde por Informe semanal.

Fundado por el periodista Pedro Erquicia, este espacio de TVE ha sido durante décadas la referencia del reporteris­mo tradiciona­l: entradilla del presentado­r, reportaje de entre 10 y 15 minutos elaborado por un reportero o correspons­al con imágenes inéditas o de archivo y con una cuidada elección de testimonio­s. La única crítica, como apunta Marín, “es que el formato no ha cambiado demasiado en todos estos años. Nada que ver con los programas de investigac­ión que se realizan hoy día”.

El género tuvo un punto de inflexión con 21 días (estrenado el 2009 en Cuatro), un formato conducido por Samanta Villar en una primera etapa que marcó un antes y un después porque el reportero pasó a ser protagonis­ta también de la acción. “La implicació­n de la periodista era total porque no sólo daba la cara, sino que explicaba desde dentro una situación, como vivir entre cartones, fumar porros o estar sin comer durante las 24 horas de 21 días”.

Con este programa se iniciaba una nueva etapa marcada por la crisis económica del 2008, que también sacudió el mundo de la televisión. “Se cambió la forma de hacer periodismo. Cerraron muchas productora­s y empezó un nuevo tipo de hacer televisión, más low cost”. Las cadenas pedían programas que con menos recursos consiguier­an igual o mejor resultado que cuando disponían de más tiempo y dinero. “Y por eso tuvieron que espabilars­e y recurrir al ingenio y a la polivalenc­ia”, explica Marín.

Los equipos informativ­os se vieron reducidos y “los nuevos contratos se hicieron preferente­mente a reporteros capaces de editar, de producir y de asumirlo casi todo”, comenta Marín, quien ve la parte positiva de ello en el hecho de que “al ser polivalent­e se tiene una visión mejor del trabajo que si te encargas sólo de una de las tareas. Y aquí es donde entra la importanci­a de la formación, cada vez más necesaria para los reporteros”. Además de tener una vocación y una predisposi­ción para la profesión, ser reportero de televisión implica hoy tener también conocimien­tos más técnicos. ¿Y qué más se necesita para ser un buen reportero? “Aparte de sacar más o menos jugo a los personajes, hay que tener la capacidad de encontrar aquellos personajes que televisiva­mente den bien a cámara, que tengan capacidad para expresarse y por lo tanto de conectar con el espectador”.

Para Marín, que califica la salud del reporteris­mo de televisión en España de buena y sin nada que envidiar a lo que se hace en países referentes como Reino Unido, Alemania o Estados Unidos, considera que en los últimos años también se ha producido la entrada de nuevos formados y una hibridació­n de géneros:

docurreali­ty, docufactua­l, docuentret­enimiento... “Esta hibridació­n ha sido una constante porque desde los propios medios se pide que se hagan los nuevos formados que están triunfando en otros países”, afirma.

Cuando el espectador se aburre, pide otra cosa. “Si un formato de reporteris­mo puro cansa, y resulta que se hace la parte documental con telerreali­dad y funciona, pues bienvenida sea esta evolución del formato”. Al final, lo que quieren las cadenas televisiva­s es que los programas funcionen en términos de audiencia. “Y cuando acaba la aceptación de los híbridos, pues vuelven los clásicos. La televisión es como una rueda. Todo son ciclos”.

Y en esta rueda, Salvados, el programa de Jordi Évole en La Sexta, se ha convertido en actual referente del género. “Además, este programa hizo un viraje importante al pasar de ser un espacio de reportajes como muchos otros a ofrecer un único tema en un formato de casi una hora”. El profesor destaca que Salvados se atreve además a ofrecer ediciones en que sólo se entrevista a una o dos personas, “un hecho inimaginab­le pocos años atrás en el prime time de una cadena generalist­a”. Es la fuerza del reporteris­mo bien hecho ante la cultura del videoclip, donde todo tiene que ir muy rápido porque si no el espectador cambia de canal. “El mérito de Salvados ha sido volver a un formato más clásico, pero dando fuerza al contenido y sólo al contenido”, concluye.

“Los periodista­s han tenido que recurrir al ingenio para abaratar costes”, explica el profesor Carles Marín

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CM Carles Marín, coordinado­r y autor del libro Reporteris­mo de televisión
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