La Vanguardia

“Lo que más le gustaba a mi padre era escribir poesía”

Charles Berry jr, músico y colaborado­r en el disco póstumo de su padre ‘Chuck’

- ESTEBAN LINÉS Barcelona

Hace una semana se publicó Chuck (Decca), el álbum póstumo de Chuck Berry, la gloriosa leyenda de la historia del rock que falleció solo unos meses antes. Una obra que grabó con la ayuda de fieles colaborado­res y de su familia, especialme­nte su hijo Charles Berry jr, que había ejercido de guitarrist­a de su banda de acompañami­ento desde comienzos del 2000 hasta que el legendario músico abandonó las giras en 2014.

El último disco de estudio que había grabado su padre fue Rock it, que data de 1979. ¿Por qué tardó tanto? Efectivame­nte, el disco apareció en 1979, y aunque no paraba de girar por medio mundo, componía y grababa música sin parar. De hecho, a partir del 79 o del 80 comenzó a registrar todo lo que componía. Pero un día de 1989, hubo un incendio en el edificio en donde tenía el estudio, Berry Compound, a las afuera de Saint louis, y se quemaron todas las cintas. El fuego se lo llevó todo, perdió de golpe veinte años de música porque también había algunas cosas de los setenta, pero no muy importante­s.

¿Qué decidió su padre? Estaba desde el primer momento determinad­o a recrear el máximo de material perdido. Así que se puso en marcha y en 1991 ya pudo volver a entrar en su estudio. El disco recoge, pues, temas grabados allí desde ese año de regreso hasta 2014, que es cuando colgó la guitarra del directo tras 64 años de hacer, acompañado de los músicos con los que había trabajado durante décadas (Robert Lohr, Jimmy Marsala, Keith Robinson), con los que dio forma a las estructura­s de las canciones que había compuesto al piano. Al final, algún amigo como Gary Clark o miembros de su familia, como mi hermana, mi hijo y yo mismo, participam­os en algún tema.

Antes decía que su progenitor anteponía a todo su gusto por el directo. Por supuesto, y eso llevaba su ritmo aunque no parase de componer. Mi padre era un hombre muy creativo, siempre tenía en su cabeza nuevas ideas. Por encima de todo, su amor por escribir letras era la que más le gustaba, adoraba escribir poesía. La primera fase la hacía a mano, cuando volaba, mirando por la ventanilla... Buena parte de las letras de estas nuevas canciones las escribió a mano, luego las transcribí­a a su computador. Con el tiempo aprendió a usar el Pro Tools, y eso le permitía invitar a sus músicos de confianza a trabajar sobre las partes que había compuesto al piano.

¿Qué destacaría del álbum a nivel musical? Muchas cosas, todas las canciones tienen su qué, sus emociones; por ejemplo, Darlin’ es un tema con aire gospel en forma de carta de amor a mi hermana Ingrid, que casi hizo llorar a mi madre cuando lo escuchó. Luego hay un par de temas que enlazan de manera, para mí, hábil y brillante con algunas joyas del repertorio de mi padre: están Lady B. Goode que es como una secuela de Johnny B. Goode o Jamaica moon, que se puede ver como una reescritur­a de Havana moon.

La música del disco es muy Chuck Berry. ¿Era el objetivo? Cuando lo escuchas inmediatam­ente oyes que es un disco Chuck Berry, es cierto. Están todos esos elementos que él inventó en los cincuenta y se han convertido en canon, como el blues acelerado o los breaks en la manera de tocar la guitarra, aunque hubo matices en el proceso de elaboració­n que no se oyen. Pero es inevitable esa sensación porque... por ejemplo, cuando pones un disco de los Rolling Stones, sea cual sea, en seguida sabes que esa es la guitarra de Keith Richards o esa es la voz de Jagger, porque son muy distintiva­s.

¿Recuerda cómo comenzó a tocar con él? En el 2001 mi cuñado, que era el guitarrist­a de su grupo, falleció. Fue una tragedia y, también, dejó un agujero importante en la banda. Mi padre me insinuó que algún día igual tendría que subir al escenario, y yo le dije que no entraba en mis planes. Un mes más tarde, me dijo sin rodeos que me necesitaba como guitarrist­a. Y allí fui, y estuve acompañánd­ole durante su etapa de octogenari­o, y además le encantaba girar.

Estar en el escenario con él sería todo una experienci­a, ¿no? Nunca tuvimos ningún problema. Era un octogenari­o pero actuaba como si solo tuviera cincuenta y tenía la energía de un niño de diez años; es decir, siempre dio el 110 por ciento cuando se subía a un escenario. A nivel estrictame­nte profesiona­l estar con él era pura inspiració­n, adoraba trabajar a su lado: no había ensayos y no teníamos ni idea lo que iba a hacer a continuaci­ón.

¿Cuál es su canción favorita? ¿De él? Segurament­e Back to Memphis.

Músico glorioso, ¿y padre? Fue un fantástico padre, fantástica persona. Hacía cualquier cosa por sus hijos: él era un príncipe y mi madre, una reina. Le echo de menos desde el día en que murió.

TRABAJAR CON UNA GLORIA “Adoraba trabajar a su lado: no había ensayos y no teníamos ni idea de lo que iba a hacer” PRIORIDADE­S “Fue muy creativo hasta el último día, pero más que música le encantaban las letras”

 ?? JEFF ROBERSON / AP ?? Charles Berry jr, junto a la estatua de su padre en University City a finales del pasado mes de mayo
JEFF ROBERSON / AP Charles Berry jr, junto a la estatua de su padre en University City a finales del pasado mes de mayo

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