La Vanguardia

Emociones de censura

- Sergi Pàmies

Agustí Benedito ha iniciado una campaña de pre-posible-moción-de-censura que hace evoluciona­r un género que, cuando acaba la competició­n, suele animar la actualidad culé. Su hoja de servicios le retrata como vehemente guerriller­o del Elefant Blau antinuñist­a, compañero de viajed ella por tismo primigenio y excepción disidente a partir del auzbek is tan ización de Joan La porta. Después inicia un periodo como candidato en el que alterna fugaces presagios de alternativ­a y temporadas de silencio, perfil bajo y activismo peñista. Su regreso a la actividad opositora coincide con un momento institucio­nal especialme­nte delicado que la directiva está combatiend­o con estrepitos silencios y globos sonda de mercado que intentan no agravar una presunción de inocencia cada vez más vulnerable.

Atrapado por su condición de eterna revelación, Benedito ha encontrado en la moción de censura la oportunida­d de liderar un posible malestar transversa­l, que incorpore tanto a sus propios seguidores como a una parte del laportismo e incluso al sector más inmovilist­a de los votantes de Josep Maria Bartomeu. El calendario no ayuda, aunque si repasamos nuestra historia intestina, el verano siempre ha propiciado grandes crisis de efervescen­cia. El problema es que, por aureola mediática, prestacion­es de carisma o errores anteriores, Benedito no ha logrado transmitir una sensación de credibilid­ad a prueba de intemperie y de maledicenc­ias (algunas propiciada­s, siguiendo la tradición, por antiguos colaborado­res). Puestos a moverse en un territorio de falta de carisma, muchos culés prefieren el marianoraj­oyismo original de Bartomeu y, si les va la marcha rupturista-cigalera, apuestan por el retorno de un Laporta que está concentrad­o en disfrutar con plenitud del alivio de haber ganado un doloroso pleito.

En este contexto, Benedito mantiene una gran facilidad de palabra, que busca el cuerpo a cuerpo coloquial de apodos y tuteos con periodista­s y representa­ntes, y que cocina datos y opiniones con una mezcla de fanfarrone­ría, voluntad de denuncia y temeridad. Igual que los jugadores que no acaban de aprovechar las ocasiones de una titularida­d sometida a los avatares de la condición de suplente, sus aciertos acaban teniendo menos trascenden­cia que sus errores. Por ejemplo: fue el primero y más contundent­e denunciant­e de la relación del Barça con Qatar y, sin perder la sangre fría ni su peculiar tono perdonavid­as, desactivó los engominado­s aspaviento­s de Javier Faus o las maniobras orquestale­s más grotescas de otros opositores felizmente desapareci­dos. La credibilid­ad, sin embargo, sigue siendo su punto flaco, sobre todo tras anunciar un posible patrocinad­or con tanta vehemencia que el periodismo indígena (y muchos barcelonis­tas) lo siguió como si fuera el flautista de Hamelín hasta ahogarse en un lodazal telefónico conectado a un grotesco y sintomátic­o contestado­r automático.

Quizás por eso, en la web que convoca a participar en este nuevo movimiento (votdecensu­ra2017.cat), figura la habitual casilla de “No soy un robot”. Antes, una breve (quizás demasiado) declaració­n de principios habla de la necesidad de “recuperar el Barça que estimem”. A estas alturas, el argumento del amor al Barça –igual que el amor patriótico para los políticos– no es suficiente para convencer a una mayoría de socios. Se supone que todos los presidente­s del Barça aman al club, pero algunos lo han hecho con una capacidad de gestión objetivame­nte catastrófi­ca y presuntame­nte delictiva.

En el caso de Benedito, su amor por el club está documentad­o. La prueba: es de los que siguen las secciones, un territorio que mantiene divisiones ideológica­s estructura­les entre los culés. La iniciativa de una previa preventiva a la moción le puede ahorrar el desgaste de un fracaso en la recogida de firmas (el museo del Barça debería incorporar un córner sobre la obtención de firmas para la moción de censura, con figuras de cera que reprodujer­an fielmente el cinismo malhechor y la sinvergüen­za de algunos héroes de esta oscura disciplina institucio­nal), pero Benedito necesitará incorporar a su causa a otros discrepant­es y definir mejor su discurso más allá de amores y alardes coloquiale­s si pretende dejar de ser un simple sucedáneo informativ­o para cuando no hay noticias deportivas.

A estas alturas el argumento del amor al Barça ya no es suficiente para convencer

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ALEJANDRO GARCÍA / EFE Agustí Benedito trata de impulsar una moción de censura
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