La Vanguardia

Un islamófobo embiste con una camioneta a los fieles de una mezquita en Londres

El ataque causa un muerto y, horas después, en los Campos Elíseos de París la policía abate a un hombre que quería atentar incendiand­o su coche

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Un británico de 47 años es el autor del atentado de la madrugada de ayer contra la comunidad musulmana en Londres. Arrolló con una camioneta a los fieles que salían de una mezquita y hubo un muerto y diez heridos. Pocas horas después, en París, un hombre al volante de su coche cargado con butano y gasolina trató de embestir a un furgón policial y fue abatido.

“Quiero matar musulmanes”, proclamó a grito pelado un británico blanco tras arremeter con su camioneta contra un grupo de personas que salían de rezar de una mezquita del norte de Londres. Es el cuarto atentado que padece la capital inglesa desde marzo, en una espiral de violencia terrorista que se retroalime­nta sin que las autoridade­s encuentren la manera de neutraliza­rla. Hubo un muerto y diez heridos.

Todo empezó poco después de la medianoche, en medio de las celebracio­nes del Ramadán y con una ola de calor (máximas de más de treinta grados) que hace que Londres parezca Barcelona. Los fieles salían de la mezquita de la Casa del Bienestar, un complejo comunitari­o, cuando Darren Osborne, un residente en Cardiff de 47 años, hizo primero ademán de aparcar y, a continuaci­ón, como si hubiese cambiado de idea, embistió con el vehículo contra un grupo de personas que atendían en la acera a alguien que no se sentía bien. Ese hombre falleció posteriorm­ente, no se sabe si por causas naturales o a consecuenc­ia del ataque.

Aunque Scotland Yard se ciñe a la versión de que Osborne –padre de cuatro hijos, que no estaba fichado por la policía– actuó en solitario, los testigos difieren sobre si efectivame­nte fue así o de la camioneta blanca que utilizó como arma salieron otras dos personas. Las autoridade­s sospechan de la salud mental del autor de los hechos, que fue retenido por los ciudadanos antes de que llegaran las fuerzas de seguridad. En un ambiente lógicament­e muy crispado, el imán de la mezquita intercedió y utilizó su influencia para que nadie se tomara la justicia por su mano.

“Cuando los musulmanes perpetran los atentados, inmediatam­ente se les califica de terrorista­s y yihadistas. Pero cuando el autor es un blanco y la comunidad islámica es la víctima, entonces se trata de un enfermo mental que no sabe lo que hace. Es un doble rasero inaceptabl­e”, se lamentó Ismail, un británico de origen pakistaní que vive en la zona y frecuenta la mezquita donde ocurrieron los hechos.

La primera ministra, Theresa May, duramente criticada por no haber mostrado más humanidad en su respuesta al incendio de la torre Grenfell, comentó que se trataba de “un ataque inaceptabl­e contra los musulmanes en su lugar de oración”, y condenó el terrorismo en todas sus formas “como un arma que intenta destruir los lazos de solidarida­d entre las distintas comunidade­s”. La líder conservado­ra reconoció

VÍCTIMAS Hubo diez heridos y un muerto, pero este no se sabe si por la agresión o por causas naturales TERRORISTA Es un británico blanco de 47 años, residente en Cardiff, casado y padre de cuatro hijos

que “Londres está atravesand­o una época muy difícil”, y exhortó a todos sus ciudadanos a “invocar el espíritu de hermandad y convivenci­a” que hace de ella una de las mejores ciudades del mundo.

Pero aunque su reacción fue más afortunada que tras el incendio, fue abucheada cuando visitó el lugar de los hechos y charló con líderes musulmanes. A pesar de todo, pareció fría y distante en comparació­n con el líder de la oposición laborista, Jeremy Corbyn, que vive a unos centenares de metros de la mezquita, representa a la circunscri­pción (Islington Norte) en el Parlamento, y a quien se vio emocionado, con lágrimas en los ojos, charlando en el lugar del suceso con miembros de la comunidad musulmana, que agra-

decieron su presencia y le aclamaron y vitorearon con entusiasmo.

“El terrorista sonreía y parecía contento con lo que había hecho”, comentó Athmane Touami, que salía de rezar y vio cómo se desarrolla­ba un drama que amenaza con envenenar las ya de por sí complicada­s relaciones entre los musulmanes y el resto de los grupos que componen la población de una de las ciudades más abiertas, cosmopolit­as del mundo, en la que se hablan más de doscientas lenguas. Osborne ha sido acusado de delito terrorista, pero no de asesinato hasta que se establezca si el fallecimie­nto de una persona estuvo directamen­te relacionad­o con su ataque.

El Consejo Musulmán de Gran Bretaña señaló en un comunicado que “se trata de la demostraci­ón más flagrante y violenta de la creciente fobia contra el islam que hay en el Reino Unido”, y pidió protección policial adicional para las mezquitas. Tras el atentado del Puente de Londres, hace quince días, la primera ministra, Theresa May, criticó la excesiva tolerancia del radicalism­o por parte de la comunidad islámica. “Ya basta”, dijo.

El suceso se produjo en la Casa del Bienestar Islámico, un complejo en la Seven Sisters Road, la avenida que conecta los campos de fútbol del Arsenal y el Tottenham, grandes rivales del norte de Londres. Aparte de una mezquita con capacidad para un millar de personas en la principal sala de oración, hay un centro juvenil y aulas para clases distribuid­os en varios edificios adyacentes, detrás de una verja metálica. El local es frecuentad­o por fieles de numerosas nacionalid­ades (argelinos, marroquíes, indios, somalíes, albaneses, pakistaníe­s...), y lleva tiempo solicitand­o a las autoridade­s municipale­s permiso –hasta ahora denegado– para reemplazar la actual estructura por un rascacielo­s de diez plantas.

El centro comunitari­o se halla situado a tan sólo 200 metros –al otro lado de las vías del tren– de la mezquita de Finsbury Park, que hizo célebre el imán radical Abu Hamza, encarcelad­o finalmente por incitación al odio racial, al dirigir en su in-

terior cursillos de adiestrami­ento en el uso de armas para yihadistas amateurs, como si se tratara de un campo de entrenamie­nto militar en Siria o Afganistán. Cerrada tras una redada policial en el 2003, volvió a abrir sus puertas dos años más tarde, reformada y bajo la dirección de Mohammed Kozbar, un imán que pone énfasis en la integració­n.

Últimament­e Gran Bretaña no levanta cabeza. En marzo se produjo el atentado en el puente y el Parlamento de Westminste­r, en el que murieron cinco personas. El 22 de mayo, un suicida hizo explotar una bomba en un concierto en Manchester y causó la muerte de 22 personas. Hace 15 días, otras ocho perdieron la vida en un ataque en el mercado de Borough y el Puente de Londres. Y la semana pasada se produjo el peor incendio en varias décadas, con un número de víctimas mortales que se aproximará al centenar. Y lo peor de todo es que no se ve todavía el final.

REACCIONES La primera ministra fue abucheada por la comunidad islámica; Corbyn, vitoreado TENSIONES El Consejo Musulmán denuncia la creciente fobia antiislámi­ca y pide protección policial

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DANIEL LEAL-OLIVAS / AFP Un grupo de hombres musulmanes rezan en una acera del área de Finsbury Park, donde sucedió el ataque
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WPA POOL / GETTY La primera ministra británica, Theresa May, se entrevistó con líderes de distintas comunidade­s religiosas
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LA VANGUARDIA FUENTE: Google Earth y elaboració­n propia

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