Irregularidades en la SGAE
LA Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), principal entidad española dedicada a la gestión de los derechos de autor, encadena irregularidades y problemas con la justicia. La Policía Nacional detuvo ayer a 18 personas (buena parte eran socios de la SGAE), efectuó 16 registros y cursó veinte requerimientos, en el marco de una investigación del juzgado de instrucción n.º 2 de la Audiencia Nacional. Todas estas pesquisas tienen que ver con
La rueda, un sistema de producción y venta de música basura a determinadas cadenas televisivas. Según la nota facilitada por la Policía, “los investigados estaban presuntamente dedicados a la creación de música de baja calidad y al registro de falsos arreglos sobre obras musicales de dominio público”. Estas personas contaban con colaboradores en el seno de cadenas televisivas, entre ellas TVE, que favorecían la difusión de tales músicas. Todos ellos, tanto los investigados como los intermediarios e incluso las propias cadenas, obtenían beneficios en la operación. Y no eran menores. Según estimaciones de la SGAE, La rueda ha generado beneficios superiores a los de grandes estrellas de la canción. La emisión de esta música se efectuaba principalmente en las largas horas de la madrugada televisiva. Hace un par de años, la música programada en tal franja horaria supuso el 70% de lo recaudado por la SGAE en las cadenas televisivas, pese a que las audiencias ante la pantalla a esas horas representan sólo el 1% del total.
En los últimos tiempos, la historia de la SGAE ha estado plagada de sucesos poco edificantes. La larga presidencia de Teddy Bautista, iniciada en 1995, terminó abruptamente en el 2011, a raíz de la denominada operación Saga, que investigó desvíos de fondos ilegales, y en la que se practicaron numerosas detenciones. Antón Reixa, que sustituyó a Bautista, denunció los mecanismos de La rueda, y poco después se vio apartado del cargo. Al abandonarlo, reveló que mediante La rueda once autores podrían haberse embolsado en cinco años unos 25 millones de euros. Tras Reixa, asumió la presidencia José Luis Acosta, que trató también de introducir reformas, sin conseguir los apoyos suficientes.
Todos los indicios apuntan a que estas prácticas irregulares tienen raíces profundas en la SGAE, y que no resulta fácil arrancarlas. Pero hay que hacerlo. La imagen que da la entidad al conjunto de la sociedad, desde hace ya demasiados años, es penosa. Y en buena medida es también injusta, puesto que, en un colectivo de cerca de 120.000 socios, las prácticas abusivas de unos pocos dañan gravemente el prestigio colectivo. Urge una reforma de la SGAE. Integral y definitiva.