La Vanguardia

El oso Goiat, el puto amo

- Joaquín Luna

Antes de que algún país escandinav­o, Argentina o la República de Catalunya equiparen en sus constituci­ones los derechos de los animales con los de los humanos –cuestión de años, no de décadas–, brindo esta columna al oso Goiat: el puto amo de los Pirineos, aunque ruego a Dios que no se le ocurra bajar a Barcelona, violar a cinco crucerista­s –hombres o mujeres– o subirse al balcón del Ayuntamien­to a bailar una conga con Gerardo Pisarello.

Cuando era niño, creía en el oso Yogui. Ahora, soy un ferviente admirador del oso Goiat –con permiso de Javier Ricou, que nos informa con chispa de las andanzas del esloveno. Roba, mata, fornica, duerme en invierno y chulea a los payeses en verano... ¡Es tan mono Goiat!

Debo reconocer que mi conocimien­to de los osos es limitado. Años y años de ir al zoo de Barcelona y nunca vi a estos animales hacer nada malo. Ni nada bueno. Algo gandules. Después, el oso Yogui. El pagafantas del bosque, un animal bobalicón sobre cuya capacidad reproducto­ra albergo dudas. Goiat es de otra pasta. Gracias al GPS que le han colocado sin su permiso–¿para cuándo una cámara webcam?– y a su afición por cargarse la cabaña pirinaica, el oso esloveno con más derechos, considerac­iones y respeto en Catalunya que el mismísimo presidente de la República de Eslovenia, Don Borut Pahor, hermoso nombre, por cierto, me tiene subyugado. Y no les cuento cuando leí a Ricou: “Tiene la misión de acabar (en el Pallars) con el monopolio sexual de Pyros”.

He aquí lo fascinante: traemos a Goiat a las montañas de nuestro país para que ejerza de picha brava, al oso se le suben los humos y después de dormir 107 días en una cueva del valle de Varradós, lleva semanas de aquí para allá y en lugar de fundar una familia, aprender las costumbres de la tierra de acogida y ser un oso ejemplar lleva días matando animales. ¡A saber si la fuerza se le va por la boca y no por otro sitio!

Si fuesen de ciudad, las autoridade­s y los payeses de Val d’Aran se harían selfies con Goiat, el oso macarra, vestirían camisetas con su efigie y enseñarían a los niños a babear con este portento de la naturaleza.

¿Y saben qué hacen los muy insensible­s? Quejarse. Quejarse de que Goiat se haya cargado esta primavera 12 ovejas, 2 yeguas, 2 enjambres de abejas –¡será burro!– y un potro.

¿No han pensado que el sexo despierta el apetito? ¿Qué pretenden?, ¿que Goiat compita con Pyros en ayunas? A malas, ¿cómo va la Generalita­t a seguir pagando sin rechistar todos los estropicio­s que deja el crack de Eslovenia?

Si el Síndic d’Aran mantiene esta campaña de desprestig­io de Goiat, ya les aviso: vamos a enviarles a los animalista­s de Barcelona.

¿No ven que el sexo le abre el apetito? Total, Goiat sólo ha matado a media cabaña del Pirineo

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