La Fundación Botín sitúa a Santander en el mapa del arte
El Centro Botín se abre con grandes exposiciones de Goya y Carsten Höller
El arte “vuela y flota” sobre el mar y la tierra en el Centro Botín de Santander, que hoy inauguran los Reyes. La poética descripción es del arquitecto del edificio y premio Pritzker de Arquitectura, Renzo Piano, que junto con el estudio Luis Vidal firma aquí su primera gran obra en España: un edificio de dos módulos en suspensión sobre gruesas columnas de siete metros de altura. Son dos bloques flotantes cuyas fachadas acristaladas y revestimiento a base de 280.000 piezas circulares de cerámica “juegan con la luz y cortejan al agua”. En cumplimiento de un proyecto personal del fallecido expresidente del Santander, Emilio Botín, la fundación que lleva su apellido abre el centro tirando la casa por la ventana y se estrena con dos exposiciones de lujo: una serie de 81 dibujos de Goya procedentes del almacén del Museo del Prado y restaurados para la ocasión, y la primera instalación del belga Carsten Höller en España, titulada Y. Ambas podrán verse hasta septiembre
Cada uno de los bloques trapezoidales que forman el centro, asomados ambos a la bahía santanderina y de dos plantas, tiene una función. El más grande, formados por dos salas con una superficie total de 2.500 metros cuadrados, es el destinado desde ayer mismo a exposiciones; el menor, situado al este y con un auditorio de estructura móvil con capacidad para 300 personas, se dedicará a las actividades formativas y culturales.
La construcción del Botín, iniciada hace cinco años con un presupuesto de 80 millones que según algunas estimaciones puede verse incrementado en otros 20, implicó una amplia intervención en esta zona clave de la ciudad. Un túnel de más de 200 metros liberó gran parte
REFLEJO DEL CIELO Y EL MAR El revestimiento, con 280.000 piezas de cerámica, “juega con la luz y corteja al agua”
SIN PREPOTENCIA “Este no es un edificio arrogante; no debe intimidar, sino atraer”, afirma Renzo Piano
del suelo utilizado para el centro. Y los jardines de Pereda, hacia donde se orientan las fachadas del doble edificio opuestas al mar, recuperaron su antiguo esplendor. Una composición escultórica de Cristina Iglesias, premio nacional de Artes Plásticas, se intercalan en este entorno ajardinado con cuatro pozos y un estanque que simbolizan “lo subterráneo”.
La elevación del inmueble del Centro Botín no sólo le confiere ese efecto de flotación tan destacado en la presentación de ayer. También deja el mar a vista rasante, tal como reclamaron los vecinos cuando se anunció el proyecto. Y abre una amplia plaza junto a los jardines, no ya alrededor del centro si debajo de los dos bloques. Así, la enorme edificación da lugar a un nuevo espacio público en lugar de hurtarlo. Eso, unido a la corrección del emplazamiento para situarlo frente al emblemático Mercado del Este y no ante la sede del Banco Santander, atemperó los iniciales recelos y críticas populares acerca del posible resultado del proyecto, que hoy provoca más aplausos y menos quejas.
“No debíamos cerrar la vista a la bahía. Lo comprendimos escuchando a la ciudad”, admitió Piano. “Esta es una obra para las personas, para que puedan reunirse, pasear, compartir conocimientos. No es ni puede ser un edificio arrogante. No debe intimidar sino atraer. Y creo que es bello”.
El arquitecto elogió a Emilio Botín como “cliente leal, atento y emotivo”; como “hombre que amaba el mar”, al que gustaba pescar –faceta suya poco conocida–; y que “te enseñaba a contemplar el agua con la lentitud debida y, así, a entablar una relación metafísica con ella”.
Javier Botín, hijo del financiero y actual presidente de la Fundación Botín, definió la obra como “un centro de arte con una misión social”. Y la directora ejecutiva de la fundación, Fátima Sánchez, indicó las metas principales: constituir “un eje cultural de primer orden” que merezca el reconocimiento internacional sin perder la marca local; generar riqueza en la ciudad, poniéndolas en el mapa de las grandes instituciones culturales, y “explotar la capacidad del arte para potenciar la creatividad de las personas”.
En ese apartado del estímulo creativo se sitúan los ambiciosos aunque no muy conocidos planes de la fundación de convertirse en referencia de la enseñanza de las artes en conexión con la inteligencia emocional: un área en la que los responsables de la organización llevan trabajando cuatro años junto con la Universidad de Yale.
Más palpable por ahora es la actividad expositiva de la fundación, no nueva pero que desde ayer adquiere otra dimensión con el centro. Las muestras de Goya y Höller son en este sentido una señal clara.
La exposición de dibujos del genio aragonés, titulada Ligereza y atrevimiento, reúne por primera vez “en decenios” –según el comisario de la muestra y jefe del departamento de Dibujos del Prado, José Manuel Matilla– gran parte de las obras que conforman “el diario visual de Goya” a partir de sus albumes privados. El conjunto ofrece una panorámica del impulso creador del artista desde sus primeros años en Madrid hasta los últimos en Burdeos; con retratos y escenas de guerra, sufrimiento y marginación que forman una crítica crónica social de finales del siglo XVIII y primeros del XIX.
En la planta superior a la de Goya, Carsten Höller presenta su primera monográfica en España: una y griega formada por túneles con luces parpadeantes que conducen a sendos espacios simbólicos “de la madre y el padre” compuestos por elementos tan diversos como un tanque de agua saturada de sal donde el visitante podrá bañarse y flotar “como en el mar Muerto” y una cama que gira y sube hasta casi el techo, a disposición de todo el que quiera pasar una noche en el centro, por 250 a 350 euros, según temporada.