La Vanguardia

Ronaldo furioso

- José María Brunet

Cuenta Cervantes en El Quijote que el protagonis­ta de Orlando furioso –poema caballeres­co escrito por Ludovico Ariosto hacia 1532– “halló en una fuente señales de que Angélica la Bella había cometido vileza con Medoro, de cuya pesadumbre se volvió loco”. Y su reacción fue que “arrancó los árboles, enturbió las aguas, destruyó ganados, abrasó chozas, derribó casas, arrastró yeguas e hizo otras cien mil insolencia­s dignas de eterno nombre y escritura”.

No sé por qué el caso me ha recordado la reacción de Ronaldo al saberse perseguido por Hacienda. Ignoro si Medoro podría ser Montoro y si la denuncia contra Cristiano debería considerar­se una “vileza”. Pero el astro parece haber reaccionad­o con la misma furia que el traicionad­o Orlando, casi cinco siglos después del poema épico.

Aunque lo suyo, bien mirado, no ha consistido en la indignació­n ante las afrentas y desafueros caballeres­cos, sino una simple rabieta. No sólo quería dejar el Real Madrid, sino también España. Ahora parece que sus abogados le están encauzando hacia posturas más realistas. En su bien y en el del presidente blanco, Florentino Pérez, que de este modo le encontrará más tranquilo cuando tengan que verse cara a cara al término de la participac­ión de Cristiano en la Copa Confederac­iones.

En todo caso, tiene cierta gracia comprobar cómo se ha extendido a raíz del caso Ronaldo el número de reclamante­s de respeto a los derechos humanos y la presunción de inocencia. Bien está que se eleve el grado de adhesión ciudadana a estos valores básicos del Estado de derecho. Pero llama la atención el contraste con casos anteriores . No sólo el de Messi, sino los relativos al fichaje de Neymar. Cuando estos procesos arrancaron, el entonces

Victimista­s son las huestes blaugrana, mientras Ronaldo furioso encarna la inocencia ofendida

secretario de Estado para el Deporte, Miguel Cardenal, cometió la imprudenci­a y la osadía de escribir un artículo titulado Orgullosos del Barça, que publicó en El País, en el que pedía que no hubiera linchamien­tos y glosaba las aportacion­es de la entidad azulgrana al deporte español.

La reacción de la Fiscalía y de diversos medios de comunicaci­ón fue furibunda y Cardenal estuvo al borde del cese. Ahora, en cambio, el propio ministro de Hacienda sale a proclamar el derecho de Ronaldo furioso a que se presuma su inocencia. Y lo hace Montoro, cuando ha sido la Agencia Tributaria la que ha denunciado al jugador.

Como epílogo, se constata que el Real Madrid cuenta con una parroquia más fiel y aguerrida que el Barça. Tiene gracia que la fama de victimista­s sea para las huestes de la enseña blaugrana, mientras ahora el pendón de la inocencia ofendida lo pasea Ronaldo furioso. Medoro (Montoro) y Ángélica la Bella (Agencia Tributaria) han cometido, como en el Orlando, “una insolencia digna de eterno nombre y escritura”.

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