Indefensión
Una vez la crisis se va dejando atrás, el foco se centra en el papel de reguladores y gobiernos en la prevención de sus orígenes y en las actuaciones decididas para superarla. Así, mientras el Congreso comienza a evaluar el rescate financiero, se ha conocido ya el importe de las ayudas del sector público a las cajas que, aunque su volumen final dependerá de Sareb y Bankia, alcanza una cantidad de muy difícil recuperación (entre 50.000 y 60.000 millones de euros).
En este contexto, el Banco de España ha publicado un extenso análisis (266 páginas) sobre la crisis financiera y bancaria en España (2008-2014), donde ofrece su visión de los excesos acumulados en la expansión, los problemas causados por las dos recesiones (Lehman Brothers 2008-2009 y deuda soberana 2011-2012) y la situación en los primeros compases de la recuperación (20132014). Un análisis somero de este sugiere un par de comentarios.
Primero, su responsabilidad. Parece que el Banco de España no la tuvo en la acumulación de los desequilibrios de deuda en la década del 2000. Ningún mea culpa por un insólito avance del crédito al sector privado que, sólo entre 2001 y 2007, aumentó un 221%, muy superior al 67% del PIB nominal. Ni tampoco parece que tuvo nada que ver con el enorme endeudamiento neto exterior (un 85% del PIB) y la muy elevada deuda externa (220% del PIB) alcanzados en 2008, de las que el sector financiero era el principal deudor. Cierto es que el Banco de España destacó por la imposición de provisiones anticíclicas a la banca española, pero sorprende que considere que sus competencias no le permitían ir más allá ni atajar, si más no parcialmente, esos excesos.
Segundo, su narrativa de las razones que desencadenaron la crisis del euro en 2011-2012. En su opinión, parece que el
redenomination risk de Draghi (la posibilidad que un país pudiera abandonar el euro) fue algo totalmente ajeno al país, una especie de catástrofe exterior no causada por nuestros problemas. Ello no fue así: entre el 2011 y el 2014, el FMI no se cansó de advertir del carácter sistémico que, para la estabilidad financiera europea y global, tenía el elevado endeudamiento interno y exterior de España. Cierto que la crisis del euro nos puso a los pies de los caballos. Pero esa crisis fue lamentablemente muy nuestra, con una gran responsabilidad de nuestros políticos en su gestación, aunque hay que reconocer que contamos con el inestimable apoyo de Grecia y de Berlusconi.
A nadie le agrada reconocer sus culpas. Ello no tendría más importancia si no fuera por la posición que tiene el Banco de España, ahora indirectamente a través del BCE, en el control de nuestra economía. Si ni reguladores ni gobiernos tuvieron la culpa de lo ocurrido, a uno le queda una preocupante sensación de indefensión. ¿Qué sucederá con la próxima crisis? Porque si no hay responsables de la anterior y no aprendemos de nuestros errores, difícilmente evitaremos la siguiente.
El FMI no se cansó de advertir del carácter sistémico del elevado endeudamiento de España