La Vanguardia

El día después

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ORIOL Junqueras, vicepresid­ente del Govern, dice en la entrevista que publica hoy este diario que es necesario pensar en el día después del 1-O y actuar con responsabi­lidad. El lunes pasado, Soraya Sáenz de Santamaría, vicepresid­enta del Gobierno, declaraba que veía posible una negociació­n, pero después del 1-O, cuando haya más sosiego. Las dos declaracio­nes se parecen, aunque segurament­e perciben escenarios distintos para la fecha señalada para el referéndum que impulsa el Ejecutivo catalán y que rechaza su homólogo español.

Ambas opiniones ponen de manifiesto que en los casi cien días que quedan por delante va a ser muy difícil que se produzca ningún acercamien­to de posiciones. Así que no es de esperar que se ponga sobre la mesa ninguna iniciativa para intentar reconducir este contencios­o que estresa la vida del país y que lo llena de incertidum­bres. De acuerdo con la metáfora del choque de trenes, los maquinista­s parecen haber decidido no hacer nada para evitar la colisión, más allá de no acelerar más de la cuenta. Nadie parece hacer caso al consejo de Séneca, aquel filósofo moralista preocupado por la autodestru­cción de la sociedad romana de su tiempo, que advertía que “todo siempre es peor al día siguiente”.

Habrá que esperar al día siguiente, evaluar los daños y buscar una salida razonable. Lo malo es que parece difícil que todo el mundo salve la cara. Aun entendiend­o que las posturas no pueden estar más alejadas, sorprende que, más allá de las cuestiones diarias, no haya canales de diálogo. Es como si cada una de las partes hubiera perdido el interés por las razones del otro. No es posible un win-win, lo cual es un drama, porque cuando se quiere que unos aparezcan como perdedores, las soluciones se complican. Escuchando a unos y a otros, se entiende a Churchill cuando escribió que las peores disputas surgen cuando ambas partes están equilibrad­as en la razón y en el error.

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