La Vanguardia

Teatro de texto

Sergi Belbel revive en La Villarroel veinte años después de su estreno la pasión enfermiza de las ‘Paraules encadenade­s’ de Jordi Galceran

- JUSTO BARRANCO Barcelona

La Villarroel programa Paraules encadenade­s, el primer gran éxito popular de Jordi Galceran, un thriller teatral con un sótano, un psicópata y una mujer atada y amordazada que se estrenó en el Romea en 1998 dirigido por Tamzin Townsend y que veinte años después ha montado Sergi Belbel.

Fue el primer gran éxito popular de Jordi Galceran (Barcelona, 1964), antes de El mètode

Grönholm o El crèdit . Se ha representa­do en 40 países. Y de hecho significó que su autor se pudiera dedicar a escribir. Es Paraules

encadenade­s, un thriller teatral con un sótano, un psicópata y una mujer atada que se estrenó en el Romea en 1998 dirigido por Tamzin Townsend y protagoniz­ado por Emma Vilarasau y Jordi Boixaderas. Veinte años después, Paraules

encadenade­s regresa a una gran sala, La Villarroel, dirigido por el hombre que más obras ha montado de Jordi Galceran, Sergi Belbel –“sería feliz si dirigiera todas las que escribo”, remarca el autor–, y protagoniz­ado por Mima Riera y David Bagés. Un thriller en el que la historia va dando periódicam­ente giros inesperado­s y que se podrá ver en La Villarroel desde este martes y hasta el 6 de agosto. Las funciones serán parte del festival Grec, cuyo director, Francesc Casadesús, recuerda que él se encargó hace dos décadas de que el espectácul­o fuera de gira por Catalunya en su primer trabajo como productor.

Pese al paso del tiempo, Belbel asegura que el texto no ha perdido vigencia con esa endiablada manera de encadenar las réplicas. Una historia que, recuerda Mima Riera, muestra a “un psicópata y su víctima, a la que ha secuestrad­o para matarla. Tienen una relación, vienen con unas mochilas muy cargadas y muchas heridas de una historia anterior. Y pasan por todos los lugares imaginable­s en un viaje muy bestia”. Un viaje, añade Belbel, que muestra “cómo la pasión mal llevada conduce a lugares peligrosos y a hacer daño a los otros”.

La nueva puesta en escena sigue ambientada en los años noventa pero cambia de escenario: ya no transcurre en un sótano. “Leyendo el texto –cuenta Belbel– tenía la sensación, desde la primera línea, de que el personaje que interpreta Bagés es un autor de teatro. Es teatro dentro del teatro y sólo faltaba que en vez de un garaje de snuff movie, el escenario fuera un teatro abandonado”. En ese sentido, Galceran apunta que el protagonis­ta masculino “convierte lo que le ha pasado en la vida en un relato y lleva a esa chica allí para explicarle ese relato y hacer que tenga un final”.

Después de todo, Galceran razona que “la ficción nos ayuda a entender nuestras propias vidas. Es lo que hacen los psicólogos cuando vas y les dices: ‘Estoy muy deprimido, no sé qué me pasa, no me puedo levantar por las mañanas’. Y te dice: ‘Hablemos. Háblame de tus padres, de tu juventud’. El psicólogo construye un relato con tu vida que siga las leyes de la ficción, planteamie­nto, nudo y desenlace, y te dice: ‘Te ha pasado esto y por eso estás así’. Lo entiendes y esa comprensió­n te cura. Lo que hace el personaje en la obra es eso, convertir su vida en un relato, darle un final y, de algún modo, curarse. Es el poder de la ficción. Por eso nos gusta tanto. En la ficción las cosas tienen sentido, en la vida no. Muchas veces la hemos de convertir en ficción para darle sentido”.

Galceran, que confiesa que es más espectador de cine que de teatro, recuerda que se planteó Paraules encadenade­s como un reto: crear para las tablas un thriller psicológic­o como los que abundan en el cine. No podía utilizar las armas narrativas de la gran pantalla y creó una obra simple: “Un solo espacio y tiempo y la fuerza de los actores y la palabra, las raíces del teatro, para conseguir tensión”. Por eso, depende totalmente de los actores: si son malos, asume, parece un mal texto.

Y aclara que él tiene un planteamie­nto lúdico de la escritura: “Intento no escribir nunca sobre ningún tema, quiero escribir historias. Si son buenas ya tendrán un tema. Parto de una situación y me dejo llevar, que me sorprenda. No busco escribir una obra sobre el maltrato a la mujer, el engaño o la banalidad del mal. El trabajo del dramaturgo es explicar una historia, no qué explica la historia. El trabajo del dramaturgo no es escribir artículos de diario. Te has de dejar llevar por la intuición y ya habrá gente que analice lo que has hecho”, concluye.

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IVÁN MORENO Mima Riera y David Bagés en una escena de Paraules encadenade­s

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