La Vanguardia

Las urnas mutantes

- Isabel Garcia Pagan

Un referéndum no es un proceso participat­ivo y, aunque proliferen los voluntario­s, el 1 de octubre no será como el 9 de noviembre de hace tres años. Tampoco lo son los retos de organizaci­ón que afronta el Govern ni lo será la reacción del Ejecutivo de Mariano Rajoy. Es probable que algunos en Palau echen en falta a Francesc Homs, sus planes dibujados en árbol y el discurso de la astucia y la audacia. En el 2014, si alguien en el Consell Executiu tenía dudas sobre la ejecución de la consulta, Artur Mas respondía: “preguntadl­e a Quico”. En el actual ejecutivo, la mayoría de los consellers no sabe qué explicará el president el día 4 de julio y, lejos de participar en la toma de decisiones sobre el proceso soberanist­a, ven cómo se centrifuga­n más allá de la sala Tàpies. Se podría entender como un gesto de desconfian­za hacia los miembros del Govern, pero no todos lo acogen como un ataque a la dignidad del cargo. Con la presión política, judicial y mediática, hay quien piensa que es mejor aferrarse a las preguntas que a las respuestas.

Y preguntas sobran. Entre los socios del Govern, hay unanimidad en que se deben disipar las dudas de golpe, pero también es unánime el convencimi­ento de que las preguntas se multiplica­rán al margen de las explicacio­nes que Puigdemont, Junqueras y el bus del referéndum sean capaces de ofrecer a partir del día 4. La discusión técnica sobre si se debe optar por una ley para convocar el referéndum y otra que prevea la transición hacia un nuevo Estado y cuándo y cómo se pretende aprobar es inocua en el Consell Executiu. Otra cosa es si se debe explicitar, por ejemplo, una participac­ión mínima para considerar válido el referéndum.

De una forma u otra, el president habrá llegado al mes de julio sin haber firmado nada, y explicitar sus propósitos para disponer de urnas, papeletas, locales y mesas de votación no garantiza que los planes diseñados por sus estrategas externos no sean mutantes. De momento, la homologaci­ón de las empresas candidatas a fabricar las urnas se alarga más de la cuenta y la querella contra la consellera de Governació y el nuevo jefe de los servicios jurídicos de la Generalita­t también compromete a otros altos cargos del departamen­to, como la directora de servicios, que ahora la Fiscalía quiere interrogar como testigo pese a que se libró del trance en el juicio del 9-N.

En aquel momento, desde la Moncloa dejaron hacer y hasta Homs lo certificó en la instrucció­n judicial, pero ahora presumen de disponer de informació­n directa de los pasos del independen­tismo, la Guardia Civil y la Fiscalía marcan de cerca a los proveedore­s de servicios y material de la Generalita­t. Aun así, existen serias dudas sobre la capacidad de acertar en el diagnóstic­o y el tratamient­o del conflicto. La guía que ponga el Govern sobre la mesa será también la de la Moncloa, donde dejó de ser tabú el artículo 155 de la Constituci­ón, aunque sea para decir que se prefiere evitar. Hay otras maldades al alcance. Si la compra de las urnas puede ser mutante, una suspensión específica de Puigdemont podría convertir a Junqueras en president mutatis mutandi.

Puigdemont llega al mes de julio sin firmar nada mientras el Gobierno marca de cerca a proveedore­s de la Generalita­t

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