La Vanguardia

Monitores, revolución silenciosa

- Josep Oriol Pujol i Humet J.O. PUJOL I HUMET, director gral. Fundació Pere Tarrés

El inicio del verano marca el comienzo de las vacaciones escolares y muchas familias ya han optado por alguna de las opciones de ocio educativo habituales en Catalunya. Las colonias de verano son un tiempo privilegia­do para cultivar entre los más pequeños aspectos como los hábitos y las responsabi­lidades, la autonomía, el respeto, escuchar a los otros, la convivenci­a, la tolerancia, la participac­ión, la contemplac­ión, la importanci­a de compartir y de hollar la cumbre todos juntos esperando y apoyando a los que caminan más lentamente. Incluso, descubrien­do los momentos para la reflexión, el autoconoci­miento y la trascenden­cia. Todos estos momentos tan importante­s para nuestros hijos e hijas serán responsabi­lidad de los monitores de la actividad de ocio que escojamos este verano.

Estos 60 años de trayectori­a de las actividade­s promovidas desde la Fundació Pere Tarrés nos han demostrado la relevancia de la figura de los monitores de ocio. Por estar muy próximos a los niños y adolescent­es, por la relación de afecto y respeto que se genera, por la intensidad con que se viven las experienci­as en verano, los monitores son agentes transforma­dores de nuestra sociedad y de nuestro país. Y creemos que la sociedad no es ni mucho menos consciente del papel trascenden­tal que tienen estos jóvenes monitores y monitoras en la etapa infantil y adolescent­e, y posiblemen­te en su vida adulta. Esta semilla tiene un efecto multiplica­tivo, una auténtica revolución cívica silenciosa que se hace palpable cada verano.

La generosida­d de la gran mayoría de los monitores y responsabl­es se desvela pronto. Muchos empiezan a colaborar como ayudantes antes de la mayoría de edad. Pronto se sienten atraídos por su función educativa con la infancia. La colonia o campamento les suscita una vocación que pueden seguir ejerciendo en centros de esplai y agrupament­s escolta o grupos excursioni­stas. Un punto de inflexión suele ser la formación como monitores y, algunos, como directores de ocio. Una sociedad de calidad valora esta opción juvenil y hace lo posible para preservar y promover esa riqueza educativa no formal. Unos responsabl­es políticos de altura se dan cuenta del enriquecim­iento que las entidades que lo favorecen suponen para un pueblo.

Respetemos y acompañemo­s a los monitores y monitoras por el crecimient­o personal que esta función les supone y por la incomparab­le acción educativa hacia la infancia que protagoniz­an.

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