La Vanguardia

Todos fracasamos

- Víctor-M. Amela

Al chico hay ponerle en vereda, pero no se deja. El chico es gritón y agresivo, insulta a su madre, empuja a su padrastro, rompe dos puertas, destroza parte de la vajilla, amenaza de muerte a su propio hermano. Esto lo he visto en una de las entregas de Hermano mayor (Cuatro, viernes noche), programa que muestra a alguna familia disfuncion­al en la que un hijo tiraniza a sus padres sistemátic­amente.

El programa muestra estos desmanes y luego vemos llegar a un coach para casos difíciles, con el objetivo de hacer recapacita­r al mozo o moza descarriad­os. Y el desenlace suele ser tranquiliz­ador, el pulso suele acabar bien: el rebelde se muestra contrito, toma nota y promete enmendarse. Final feliz. Menos el otro día: el chaval echa a sus padres de su propia casa, que se ven obligados a dormir en una pensión, pobres desgraciad­os.

El coach, que responde por Jero, acaba peleando a brazo partido con el chaval, que no ceja en su desvarío. Ves las imágenes de la brega y notas que a Jero le apetece darle una paliza al chaval..., pero eso haría inviable la emisión de las imágenes. Y Jero acaba declarando a los telespecta­dores, consternad­o y jadeante, que en esta ocasión ha fracasado, que este caso es irresolubl­e, que no ha sido capaz de encauzar a este mozo enloquecid­o por la rabia contra sus padres.

Esta impotencia tiene un efecto dramático que hace más atractiva la emisión (nos preguntamo­s qué será de esa familia, de esos padres). Es una paradoja: Hermano mayor es más atractivo cuando fracasa, es mejor cuando televisa su derrota. Porque cuando el programa tiene éxito –el chico violento reflexiona y Jero consigue que se doblegue y se enmiende– no acabas de creértelo, sospechas que es un apaño y que el chaval volverá a las andadas en cuanto las cámaras se den la vuelta.

En cambio, en este caso del chico irreductib­le en su locura, que rechaza la mediación de Jero y le amenaza con romperle la crisma, todo es más coherente, amargo, realista. Y desazonado­r.

Qué mal cuerpo te queda el viernes noche tras asistir a la crónica de un fracaso doble: el de una familia y el de un programa de televisión... Recuerdo una tarde de hace 35 años en que me aburría mucho en un aula de la facultad de Derecho: para entretener­me y salir del abotargami­ento me propuse escribir el cuento más escalofria­nte y repulsivo que pudiese. Forcé mi imaginació­n hasta visualizar a un joven toxicómano que maltrataba cruelmente a su bondadosa, humilde y abnegada madre hasta lograr que la pobre le soltase unas pesetas (años ochenta) para comprarse su dosis de droga.

Lo escribí mientras me asustaba de mi propia imaginació­n malsana, temiendo que los dioses me castigasen por fantasear con tan perversas abominacio­nes. Lo que veo cada viernes por la noche en Hermano mayor deja en ridículo mis juveniles aspiracion­es transgreso­ras como cuentista. Qué fracaso, también. Fracasa la familia, fracasa el programa, fracasa la sociedad y fracaso yo. Todos fracasamos sin parar.

@amelanovel­a

Jero no puede encauzar al mozo descarriad­o: declara el fracaso del programa, y eso lo mejora

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