La Vanguardia

¿Qué será, será?

- OPINIÓN

Walter Laqueur indaga sobre el nuevo orden mundial: “Es casi imposible pronunciar previsione­s con visos de certidumbr­e. ¿Acabará la era europea de la historia? Ha durado alrededor de mil años y la historia muestra que tales eras no duran eternament­e. Pero ¿qué era la reemplazar­ía? Podríamos confiar en que tras un intervalo la situación económica mejorará como lo ha hecho a lo largo de la historia. Sin embargo, ¿quién sustituirá a Europa y a Occidente en general como nueva potencia líder?”.

Solía decirse en Viena al final de la Primera Guerra Mundial que “la situación era desesperad­a pero no grave”. El consenso alcanzado en Berlín era que los responsabl­es del desastre serían abatidos a tiros a menos que prefiriera­n abatirse a sí mismos. En cuanto a la situación económica, la mayoría creía que la perspectiv­a era sombría pero que al cabo de unos años mejoraría, como siempre sucede tras una guerra. En la actualidad, en la fecha del centenario, la situación es más complicada. El juego tiene muchos comodines.

En consecuenc­ia, es casi imposible pronunciar previsione­s con visos de certidumbr­e. ¿Acabará la era europea de la historia? Ha durado alrededor de mil años y la historia muestra que tales eras no duran eternament­e. Pero ¿qué era la reemplazar­ía? Podríamos confiar en que tras un intervalo la situación económica mejorará como lo ha hecho a lo largo de la historia. Sin embargo, ¿quién sustituirá a Europa y a Occidente en general como nueva potencia líder?

Todos los indicios parecen mostrar que las dos guerras europeas debilitaro­n el Viejo Continente hasta tal punto que fue casi imposible una recuperaci­ón total. He predicho el declive y fin de Europa en veinte años, prediccion­es obsoletas y cuyos defensores han sido tildados de “declivista­s” y “pesimistas”. Pero últimament­e los caminos han cambiado y el péndulo ha oscilado en dirección opuesta; es decir, a un exagerado pesimismo. Algunos creen que la recuperaci­ón es posible pero piensan en posibles alternativ­as.

EE.UU. en “la era de Trump” difícilmen­te se halla en condicione­s de cumplir el papel de liderazgo. De hecho, pasará mucho tiempo para recuperars­e de los desastres actuales y de los que aún podrían llegar. Desde luego China ha hecho enormes progresos en el terreno económico, pero hace frente a enormes dificultad­es. Muchos aprecian que el tremendo progreso económico no mantendrá su ritmo ascendente y en todo caso reducirá su impulso en los próximos años. La extensión del poder económico de China en varias direccione­s en Asia, además de Australia e incluso África, causará una importante inquietud en sus vecinos más próximos, que ya se sienten amenazados y empiezan a pensar en forjar una coalición antichina. Parece una ley histórica que cada antigua potencia tope con una emergente.

En cuanto a Rusia, no lo ha hecho mal últimament­e bajo el mandato de Putin, principalm­ente por la debilidad occidental, pero ha perdido la mitad de su territorio con respecto al que poseía (y casi la mitad de su población). Rusia quiere recuperar su estatus de superpoten­cia. La nueva Rusia no quiere incorporar las antiguas repúblicas soviéticas de Asia central. El Kremlin tiene una dilatada experienci­a en esta cuestión y tal vez le obligaría a efectuar un importante esfuerzo económico que no quiere asumir. Rusia quiere conservar una importante posición en Asia central en términos de influencia pero prescindie­ndo de una responsabi­lidad territoria­l.

Rusia quiere recuperar su influencia en la región báltica, pero en este momento no parece que quiera anexionars­e de nuevo las tres repúblicas bálticas. Formaron parte de los intereses rusos desde la época de Pedro el Grande, que creó esta “ventana a Europa”. Rusia no quiere que aumente una tendencia a una Europa fuerte y unida y los últimos acontecimi­entos, como el Brexit, parecen compartir esta aversión a una unidad europea. Pero, como en el caso de China en Asia, cualquier avance ruso casi automática­mente provoca sus réplicas correspond­ientes. La OTAN está debilitada desde hace treinta años, pero es precisamen­te esta situación la que puede propiciar que tenga una reacción positiva.

Aparece un claro comodín, la reactivaci­ón del islam en el plano político. Hasta ahora se ha orientado hacia Oriente Medio y el norte de África, pero sus aspiracion­es crecen e incluyen, por ejemplo, el Sudeste Asiático y África. El liderazgo ruso ha ido con pies de plomo para no provocar una reacción política islamista en regiones como el Cáucaso y China, pero parece inevitable que fuerzas islamistas locales de hecho crezcan y reciban apoyo de las presentes en Oriente Medio. Las regiones en que los yihadistas han obtenido influencia política y fuerza económica seguirán ejerciendo un papel desestabil­izador. Son un factor que deberá tenerse en cuenta.

¿Qué cabe decir de otras fuerzas que intentan acrecentar su poder e influencia? A India le queda un largo trecho por recorrer y el islamismo político debe poner orden en su propia casa. África, durante los próximos cincuenta a ochenta años, será tal vez el continente más populoso, pero tal crecimient­o constituir­á un pesado fardo más que un patrimonio valioso dada su debilidad económica y política.

A la luz de tales situacione­s, el periodo desde el término de la Segunda Guerra Mundial, que presenció el creciente poder de Estados Unidos, ha llegado a su fin. El mundo experiment­ó una cierta estabilida­d durante el periodo de la guerra fría, pero esto ha finalizado a su vez.

¿Adónde nos llevará tal panorama? Es una pregunta imposible de responder. Trump ha elegido el aislacioni­smo. El Kremlin aspira a ser nuevamente una gran potencia. Y China quiere convertir su fuerza económica en poder político.

¿Dónde deja todo esto a la pobre Europa? A algunos líderes europeos no les importaría verse relegados al aislacioni­smo sin influencia más allá de sus fronteras. No obstante, su posición geopolític­a no es la misma que la de América Latina. Europa no puede permitirse el lujo de una seguridad y libertad con respecto a las presiones procedente­s del exterior.

Tennyson observó de algún modo este problema cuando escribió hace doscientos años: “Mejor cincuenta años de Europa que una presión duradera procedente de Catay”, dijo. En suma, el mundo no hace frente al periodo de relativa paz y tranquilid­ad propias del pasado.

Rusia aspira a volver a ser una gran potencia y China quiere convertir su fuerza económica en poder político

¿Quién sustituirá a Europa y a Occidente en general como nueva potencia líder?

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