Apertura o hermetismo
El último número del ‘Vanguardia Dossier’ juzga si la globalización es la responsable de la desigualdad en el mundo
Los efectos de la globalización han desatado una furia que se debe gestionar
La globalización que conocemos hoy en día la inventaron Ronald Reagan y Margaret Thatcher, Estados Unidos y el Reino Unido, como antibiótico para la crisis económica de los años setenta. La receta anglosajona no era nueva: el hombre ha avanzado en busca del comercio internacional a medida que los medios de transporte lo han permitido. Pero en un momento de crisis global, la victoria de los que piensan que la apertura al mundo es la causa de fenómenos como las desigualdades en Occidente, la pérdida de soberanía de las clases medias o la evaporación de puestos de trabajo tradicionales obliga a poner en tela de juicio a la globalización y a repensar el papel que debe jugar en el siglo XXI.
Esta es la misión que intenta llevar a cabo el último número de
Vanguardia Dossier, que, bajo el título Juicio a la globalización, analiza de la mano de trece especialistas el papel de la integración de mercados en fenómenos como la presidencia de Donald Trump, el Brexit o la crisis de identidad de la Unión Europea.
El profesor de Georgetown Theodore O. Moran realiza un estudio exhaustivo de los beneficios y costes de la globalización, tanto en el primer mundo como en países en vías de desarrollo, y llega a la conclusión de que no perjudica a Estados Unidos, pese al discurso
America First de Trump. “Cuando las multinacionales estadounidenses crecen en el exterior, lo hacen simultáneamente en EE.UU.”, asegura. Esteban Ortiz-Ospina, de la Universidad de Oxford, también sostiene que la mundialización sí que es un motor de desarrollo económico, porque ha puesto las condiciones para que las personas que vivían en la pobreza extrema hayan disminuido en más de mil millones entre 1990 y el 2013.
Los desafíos que representa la mundialización no son sólo en clave económica, recuerda el Dossier, sino también medioambientales –aumento del CO2 y cambio climático, con consecuencias desastrosas para el planeta–; sanitarios –las políticas estatales ya están destinadas al fracaso–; y culturales –donde China e India cada día juegan un mayor papel tras el abandono del gigante americano–. También en seguridad, pues la interconexión de países reduce las posibilidades de que se creen enfrentamientos directos, pero permite acciones agresivas discretas en la zona fronteriza llamada “zona gris” recuerda el capitán del ejército de EE.UU. Johnny W. Sokolosky.
El mayor reto que supone el desarrollo del mundo global y sus efectos es gestionar la furia que desata, según Pankaj Ghemawat, con unas redes de protección que se han deshilachado. Daniel Gros la identifica con una revuelta de los perdedores de la globalización. Pero, como subraya el sociólogo Manuel Castells, aunque grandes fuerzas financieras como EE.UU. y el Reino Unido quieran dar pasos atrás, “la globalización financiera, industrial y comercial no está siendo cuestionada por ningún gran país”. Al contrario: la que está siendo revertida es la de personas y culturas, a partir de la xenofobia y el cierre de fronteras.