La Vanguardia

¿Es sostenible Trump?

- Juan M. Hernández Puértolas

Hace una semana se cumplieron cinco meses desde que tomó posesión y Donald J. Trump proclamó que era el presidente que más cosas había hecho desde Franklin Delano Roosevelt. Literalmen­te puede que tenga razón, cosas ha hecho, pero es difícil encontrar un precedente histórico de estos cinco meses tan alarmante y tan decepciona­nte al mismo tiempo. Ni una semana sin escándalo, casi ni un día sin un tuit ofensivo, imprudente o mentiroso. Ojalá la presencia de su esposa, Melania, y de su hijo Barron en la Casa Blanca le aporten un poco de sosiego, porque esperar algo de cordura parece complicado…

El tema ruso difícilmen­te hará caer la presidenci­a de Trump, lo mismo que la detención de un grupo de intrusos en el cuartel nacional del Partido Demócrata no fue en realidad la razón de fondo de la defenestra­ción de Richard Nixon, el único presidente dimisionar­io en los casi dos siglos y medio de la historia. En efecto, los artículos de procesamie­nto (impeachmen­t) que la Cámara de Representa­ntes aprobó en el caso de Nixon –tras cinco años en el cargo– se centraban en la obstrucció­n a la justicia, el abuso de poder y el desacato al Congreso. El fiscal especial Robert Mueller ya está investigan­do a Trump por posible obstrucció­n a la justicia cuando el Gobierno federal ni siquiera está completo en sus segundos niveles (secretario­s adjuntos, directores generales, etcétera).

Y es que, aunque parece muy improbable que se llegue a demostrar la intervenci­ón del Kremlin en las elecciones presidenci­ales del año pasado, sí es evidente que a Trump le obsesiona la cuestión hasta el punto de sacrificar muy a regañadien­tes a su efímero consejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn, pillado en mentiras flagrantes sobre su relación con funcionari­os rusos. Y por supuesto, todas las presiones sobre el director del FBI, James Comey, que desembocar­on en su abrupto despido, tuvieron al Rusiagate como telón de fondo.

Constituci­onalmente quizás no sea un problema tan grave, pero la renuncia del presidente a resolver el permanente conflicto de interés que supone la continuida­d de su lucrativa actividad empresaria­l es políticame­nte una bomba de relojería. Prometió drenar la ciénaga de Washington pero, como publicaba este diario el pasado domingo, el hotel de su propiedad situado a tiro de piedra de la Casa Blanca se ha convertido en el símbolo por excelencia de la ciénaga, todo un paraíso para los diplomátic­os, lobbistas y conseguido­res en general. Seguro que algún avispado periodista ave- riguará pronto que parte de los 23 dólares que cuesta un gin-tonic en el bar del hotel va a parar al bolsillo del presidente.

Pero la verdadera prueba del nueve de la Administra­ción Trump, la diferencia entre el éxito y el fracaso, vendrá determinad­a por el cumplimien­to de lo que prometió, lo que en inglés se llama el delivery .Lo cierto es que, a pesar de contar con mayorías del que teóricamen­te es su partido en ambas cámaras del Congreso, no se ha aprobado prácticame­nte nada, ni la reforma del Obamacare, ni la reducción de los impuestos, ni el plan de infraestru­cturas ni la desreglame­ntación financiera. Casi nadie habla ahora –afortunada­mente– del famoso muro en la frontera con México o de la subida de los aranceles.

El peligro es que, frustrado por esta esterilida­d e incapaz de rectificar o de reconocer errores, Trump asuma una deriva cada vez más autoritari­a, en la línea de sus admirados Putin, Erdogan o el filipino Duterte. De esta manera, seguiría desafiando no sólo a los medios de comunicaci­ón –está en su perfecto derecho–, sino también a los tribunales de justicia y al Congreso, alegando su legítima victoria en las urnas del pasado 8 de noviembre.

En definitiva, contrapond­ría esa presunta legitimida­d con el intento de saltarse el marco legal y el Estado de Derecho, no sé si a ustedes les suena el argumento…

El peligro es que asuma una deriva cada vez más autoritari­a, en la línea de sus admirados Putin, Erdogan o Duterte

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ALEX BRANDON / AP Donald Trump y su esposa, Melania, el pasado jueves
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