La Vanguardia

Bodas en la biblioteca

- JOAN-ANTON BENACH

Bodas de sangre

Dirección y espacio: Oriol Broggi Lugar y fecha: Biblioteca de Catalunya. Hasta el 28/VII/2017

Oriol Broggi conoce tan bien su teatro de la Biblioteca de Catalunya que, estoy seguro, puede dibujar dormido el espacio escénico que le hace falta para cada nuevo espectácul­o. Por eso muy a menudo se reserva el trabajo de diseñar lo que normalment­e haría un escenógraf­o. Y por la misma razón, para encajar Bodas de sangre ,el director acaba de conseguir un espacio a cuatro bandas, un terreno de juego más grande que nunca. Esta vez el aforo del teatro es de 260 espectador­es y para que todo el mundo les entienda los intérprete­s tienen que vencer algunas dificultad­es. La estructura longitudin­al de la escena hace que dos sectores de público estén muy alejados el uno del otro, lo cual, quieras que no, obliga a gritar aquella palabra poética de Federico García Lorca que quizás se haría más cautivador­a si se hubiera podido decantar por un tú a tú o por la media confidenci­a.

No hay duda: la domesticid­ad que ampara la evocación de las tragedias solariegas y las que viajan, claro está, con las pasiones del sexo o con las hostilidad­es vecinales, ha desapareci­do de estas

Bodas de sangre. El montaje, en cambio, se ha contagiado de un perfume épico al aludir a las costumbres andaluzas nacidas de la tierra y que reclaman la bendición por quien ha plantado aunque sólo sea tres árboles. Al mismo tiempo, la palabra necesariam­ente gritada que digo, tiene un punto emblemátic­o cuando Leonardo, el único personaje con nombre propio de la obra, no se priva de dirigirse en voz alta a la mujer deseada para reclamarle que se case como él se casó. Es decir, la cuestión previa a la tragedia –objeto en su día de disquisici­ones de los especialis­tas–, el director cree que se tenía que proclamar a los cuatro vientos, y no como el consejo discreto de un amante que se excita con la idea de la próxima posesión de la mujer secretamen­te querida.

El formato del espectácul­o, en este caso tan fundamenta­l, ha dictado, pues, el estilo de cada escena. Y no tan sólo el más obvio, como las carrerilla­s de las alegorías de la Luna, con su manto azulado, y las de la vieja Mendiga, gafe, ondeando un río de sangre imponente a lo largo de todo el pasillo central. Cuando conviene un diálogo discreto entre la novia y su futura suegra, las dos mujeres de negro cogen cada una su silla, hasta entonces situadas a una gran distancia, y las acercan hasta la medida de una razonable conversaci­ón (aunque ambas actrices no se ahorrarán un tono de voz especialme­nte alto).

La escena estirada ha supuesto, imagino, un esfuerzo especial a Nora Navas, enfrentada a la necesidad de modular cuatro papeles básicos de la obra. Pienso que, por eso, es la figura más meritoria y convincent­e de estas bodas trágicas. Impresiona­nte la actuación de la novia Clara Segura, el personaje más contenido de la trilogía de la abstinenci­a sexual que escribió Lorca (Bodas..., Yerma, Bernarda Alba); creo que a Pau Roca, el novio, le falta un poco de energía y que Ivan Benet hace una excelente interpreta­ción de Leonardo, el desencaden­ante de la tragedia. Broggi ha escogido muy bien las intervenci­ones de un magnífico caballo, con mucho campo para correr, montado con una técnica exquisita por la jinete Montse Vellvehí.

Formidable, a mi entender, la música de Joan Garriga.

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BITÓ CELS Nora Navas en Bodas de sangre

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