La transformación de Barcelona

Si por algo se recuerdan los Juegos Olímpicos de Barcelona, competición deportiva al margen, fue por la transformación de la ciudad, particularmente en su frente marítimo. Hace 25 años la capital catalana, según reflejaba en este diario Marta Ricart, estrenaba una panorámica inédita en el Moll de la Barceloneta. La reforma del paseo Nacional y la urbanización del referido Moll, junto a las obras que se desarrollaban en Correos y Drassanes, suponían el final a diez años de trabajos en la zona. Esas obras eran el primer testimonio del regreso del Port Vell a Barcelona. Un espacio exclusivo para peatones, de dos kilómetros de longitud, bordeando los muelles portuarios, ya era una realidad. Al mismo tiempo, en el apartado deportivo, uno de los grandes iconos de la época, Carl Lewis, se quitaba la espina de su no clasificación para la prueba de 100 metros con su billete para los Juegos en otra de sus mejores especialidades, el salto de longitud. Según explicaba Loles Vives, el Hijo del viento quedó segundo en los trials estadounidenses por debajo de su archirival del momento sobre el foso, Mike Powell. Ambos venían de un concurso antológico en los Mundiales de Tokio del 91, donde Powell hizo el récord del mundo todavía vigente (8,95 metros) mientras Lewis volaba hasta los 8,87 metros. En los trials Carl también perdió pero en el estadio de Montjuïc se resarciría. Se colgó otro oro olímpico, con una marca de 8,67 metros, por los 8,64 de Powell. Se trataba de una rivalidad fantástica pues la prueba nunca ha vuelto a tener ese esplendor.