La Vanguardia

Carne

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Rojas, rojas, rojas: la carne de ternera debe ser roja en su totalidad. En cambio, la del cerdo es un poco más pálida, cercana a rosada. Fíjate que no tengan un color anormal, más propio de una fase de oxidación.

Si dudas, pregunta: el carnicero debe disponer de certificad­os de sanidad de cada animal, como exige la normativa. Las piezas también deben mostrar su propio sello con el origen: en el caso del cochinillo y el cordero, es fácil detectarlo­s.

Un buen corte: la calidad puede ser excelente, pero si el corte no es perfecto, perderemos gran parte del sabor y la textura. Conviene evitar los nervios y la grasa, salvo que sea entrevetad­a, como ocurre con el cerdo ibérico y el lomo de buey.

Gelatina y líquidos, fuera: ocurre sobre todo con las aves y carnes blancas, más delicadas que las rojas. El pollo no puede desprender líquido ni gelatina con olor a rancio; estas señales son determinan­tes para desechar la compra. Si las aves son de corral, su carne será amarilla, ya que se han alimentado de grano.

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