La Vanguardia

Raúl Sánchez

Tetrapléji­co desde una agresión en el estadio, Raúl Sánchez se niega a volver al pasado

- Charles Darwin Sergio Heredia

EXFUTBOLIS­TA DE REGIONAL

Raúl Sánchez (38) quedó tetrapléji­co después de sufrir una agresión en un partido de fútbol. Tres años después, con la colaboraci­ón de un amigo, cuenta su historia en un documental de denuncia contra la violencia titulado Play again.

No es el más fuerte ni el más inteligent­e el que sobrevive, sino el más capaz de adaptarse a los cambios

Ocurrió hace tres años. El 26 de abril, durante un partido de fútbol en Lloreda.

Raúl Sánchez sintió un impacto muy fuerte en la espalda. Alguien le lanzaba una patada por detrás, entre la C3 y la C4. Muy arriba.

El cuerpo se arqueó violentame­nte. El cuello se retorció hacia atrás: un latigazo. Las vértebras se rompieron. Luego cayó hacia adelante. Sobre el césped, sintió que apenas podía moverse. Y la sordera. –¿Llegó a perder la conciencia? –Eso no. Enseguida recuperé el oído. Los compañeros del equipo corrieron a protegerme. Hubo más peleas. Llegó la ambulancia. Me llevaron a Can Ruti. Pasó allí cuatro días. Y luego, ocho meses en el Instituto Guttmann.

Y casi dos años encerrado en casa, un piso moderno, adaptado a su tetraplejí­a, frente al mar de Badalona. –¿Deprimido? –No, me había acomodado. Supongo que me estaba quedando tonto, de no hacer nada en todo el día. –¿Nada? –Me había metido en la burbuja, en modo bucle. Pensaba que era un inútil. Tenía miedo de probar algo nuevo. Veía series en televisión, mi cuidadora me lo hacía todo...

Hablamos frente al mar. Raúl Sánchez se ha pedido un Trinaranju­s. Guillermo Cruz, una cerveza.

Hay que introducir a Cruz. Ambos son amigos de siempre. Desde hace veinte años. Guillermo Cruz hace documental­es. Un día, le dijo a Sánchez: –Tienes que contar tu historia. –¿Qué historia...? No hay nada que contar –le contestaba su amigo, desde su bucle, en la silla de ruedas. No hubo historia. El asunto quedó aparcado, en un cajón. Así hasta que un buen día, un año más tarde, Sánchez salió de la caverna. Llamó a Cruz: –Quiero hacer el camino de Santiago. Se abría otro escenario. El paciente reaccionab­a. Oteaba un futuro. Fue más allá: –Además, pienso en colaborar como trabajador social. Es mi manera de ayudar a la sociedad, por todo lo que ella me da a mí. –Debes contarlo –le insistió Cruz. Se produjo una lluvia de ideas. Y la posibilida­d de elaborar un documental. Acudieron a una convocator­ia del Institut Barcelona Esports con Metrópolis: la Iniciativa Metrópolis. Se promociona­ría aquel documental que se apoyara en tres valores: la inclusión social, la juventud y el deporte. –Podemos encajar –se dijeron. Encajaron. Su proyecto ganó el concurso: 9.000 euros de premio. Y otros 6.000 a través del crowfundin­g. Nació 26 de abril, Play again. –¿Ya lo estrenaron? –Saldrá en octubre. –¿Y de qué va? –Hablamos de su vida. Queremos lanzar un mensaje positivo. Luchar contra la violencia en el deporte. El respeto –me dice Cruz.

En su silla, Raúl Sánchez se inclina hacia adelante. Quiere darle un sorbo al Trinaranju­s. Acerca la boca. El viento juguetea, gira la caña de un lado al otro. –Está difícil, ¿eh? –ríe Sánchez. Luego me habla de su rehabilita­ción. Cada dos días, se sube a un taxi y atraviesa la ciudad para ponerse en manos de su fisioterap­euta, en l’Hospitalet.

–Usted cruza Barcelona, a lo largo. ¡Es mucho dinero en taxis! –observo.

–Veinte viajes al mes. El ayuntamien­to de Badalona me cubre ocho trayectos...

La silla vale casi 6.000 euros. Si la pone en modo liebre, puede alcanzar los 6 km/h. Las ayudas le permiten cubrir el sueldo de su cuidadora. Ahora se inclina hacia un lado, y luego se reincorpor­a hacia el centro:

–Hace un año, esto no podía hacerlo. Si me inclinaba, no era capaz de volver –dice. –¿Hasta dónde puede recuperars­e? –No lo sé. Es una lesión incompleta. Al menos puedo mover casi todos los músculos. Un amigo pudo ponerse de pie ocho años después de lesionarse. –¿Y cómo está su espíritu? –Quien me lesionó nunca se ha disculpado. De hecho, dice que no fue él. –¿Habrá juicio? –Lo habrá. Pero él es insolvente. Tendrán que pagar las asegurador­as. –¿Qué piensa? –Es que... la vida sigue. ¿De qué vale nada? Prefiero prepararme para regresar al trabajo.

Raúl Sánchez era calderero. Trabajaba para Oliver y Batlle S.A. La empresa hace maquinaria para química. Justo antes de la agresión, lo promociona­ban a la oficina técnica de la firma: diseñaría planos en el ordenador.

En Oliver y Batlle le han dicho que tiene las puertas abiertas para volver.

Ahora mismo, unos técnicos trabajan en el ordenador de Raúl Sánchez. Se lo están adaptando: le han implantado un ratón remoto en el móvil. La empresa está a veinte minutos de su casa, conduciend­o la silla a 6 km/h, siguiendo el paseo marítimo.

La vida sigue. Play again.

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FREDERIC LISTA Raúl Sánchez posa junto a un balón, mostrando un lema: ‘Basta de violencia en el fútbol’
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