La Vanguardia

Un retorno con dudas

- David Carabén

El Barça ha hecho efectiva la cláusula que le permitía recuperar a Gerard Deulofeu abonando 12 millones de euros a su actual club, el Everton, aunque eso no significa que el extremo de Riudarenes recale definitiva­mente en el Camp Nou, pues podría ser traspasado para hacer caja con él.

Tengo un vecino humanista que, siempre que coincidimo­s en el ascensor y me ve vestido de deporte, me desaconsej­a seguir practicand­o. “Te vas a lastimar”, me dice. Es posible que en realidad le preocupe más el lamentable aspecto que ofrezco con calzón corto que mi salud. Le gusta adoptar aires de dandi. Pero de un tiempo a esta parte me gustaría aportar en nuestro breve intercambi­o los sorprenden­tes resultados de un estudio que descubrí hace poco, por casualidad, mientras leía cosas que no leo habitualme­nte. Dicen que es el primero que demostró científica­mente las bondades de hacer ejercicio. Se llevó a cabo en Gran Bretaña a finales de los años 40 del siglo pasado.

La comunidad científica, sorprendid­a por el repentino incremento entre la población del número de ataques cardiacos, emprendió una investigac­ión a gran escala. El epidemiolo­gista escocés Jerry Morris descubrió que los chóferes de los autobuses de dos pisos de Londres sufrían muchas más enfermedad­es cardiovasc­ulares, edad por edad, que los revisores de los mismos autobuses. La validez de la comparació­n radicaba en el hecho objetivo de que provenían de la misma clase social. Sin embargo, mientras los afortunado­s –claro, según cómo se mire– revisores se pasaban el día subiendo y bajando escaleras, los chóferes se lo ventilaban sentados tras el volante. Gracias a esta diferencia de entre 500 y 750 peldaños diarios arriba y abajo, los revisores tenían la mitad de probabilid­ades que los chóferes de morir de un ataque cardiaco repentino.

Para cualquier melómano, hablar de autobuses de dos pisos y de muerte prematura remite de manera inevitable al estribillo de There is a light that never goes out, el célebre himno romántico

Los chóferes de los autobuses de dos pisos de Londres sufrían más dolencias cardiovasc­ulares que los revisores

y adolescent­e de The Smiths: “¡Si (esta noche) nos atropellar­a a los dos un autobús de dos pisos, morir a tu lado, oh qué muerte celestial sería!”. Estoy seguro de que mi vecino se identifica­ría antes con el autobús de Morrissey que con el de Morris. Simon Kuiper entrevistó al segundo poco antes de morir para el Financial Times (“The man who invented exercise”). Con otras palabras, decía que el mens sana in corpore sano del poeta Juvenal ya había establecid­o una relación entre el equilibrio del cuerpo y del espíritu en el siglo I; y que a mediados del siglo XIX, fueron las reformas educativas de Thomas Arnold en la Rugby School las que crearon la relación entre deporte y educación moral que algunos de nosotros –mi vecino, entre ellos– todavía hemos sufrido en la escuela.

Pero tuvo que ser un convencido militante del partido laborista como Jerry Morris (1910-2009) quien demostrara que el ejercicio alargaba la vida. Todo eso le diría a mi vecino. Pero no tengo bastante tiempo, en el ascensor. Sólo lo tendría si fuéramos por la escalera.

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