La Vanguardia

Eurorregió­n Pirineos-Mediterrán­eo

- Francesc Granell

Si hace unos días llamaba la atención sobre la contradicc­ión que está suponiendo pedir para Barcelona la Agencia Europea del Medicament­o y el deseo separatist­a de hacer salir a Catalunya de España, y por tanto de Europa, hoy me parece necesario hacer una reflexión similar sobre el acceso de Catalunya a la presidenci­a rotatoria, para los próximos 18 meses, de la Agrupación Europea de Cooperació­n Territoria­l Pirineos-Mediterrán­eo, integrada por Catalunya, Occitania y Baleares.

Desde la creación del Comité de las Regiones por el tratado de Maastricht en 1994 se ha producido un gran impulso a la cooperació­n interterri­torial entre regiones situadas a los dos lados de las fronteras que dividen los estados miembros de la Unión Europea.

Unas fronteras hoy, afortunada­mente, suaves gracias a las facilidade­s de circulació­n existentes entre los estados miembros de la UE y la vigencia del espacio Schengen. El Comité de las Regiones tiene ahora registrada­s más de sesenta agrupacion­es europeas de cooperació­n territoria­l a lo ancho de Europa en que figuran varias españolas como las de Galicia con el Norte de Portugal; Euskadi y Navarra con Aquitania, y la eurorregió­n Pirineos-Mediterrán­eo. Esta comprende la que desde el 2014 es la región francesa Occitania, con Toulouse, Montpellie­r y Perpiñán , una extensión de 72.500 km2, una población de sólo 6 millones de habitantes y secretaria­do en Perpiñán; Catalunya, con 32.000 km2 y 7,5 millones de habitantes, y Baleares, con 5.000 km2 y una población de 1,2 millones de habitantes. En total, suponemos el 3% de la UE.

De hecho la cooperació­n interterri­torial de Catalunya con tierras francesas se había inaugurado en 1970 con la Conferenci­a Permanente de las Cámaras de Comercio del Noroeste de España y el Sudeste de Francia, secretaria­da por las Cámaras de Barcelona y de Toulouse y, después, en 1983, con la creación de la Comunidad de Trabajo de los Pirineos, impulsada por los gobiernos regionales pirenaicos españoles y franceses.

Todas estas institucio­nes transfront­erizas han ayudado a impulsar la mejora de infraestru­cturas, los intercambi­os comerciale­s, culturales y turísticos, y han presionado para obtener cofinancia­ciones con fondos regionales europeos adicionale­s a los fondos nacionales, regionales y locales para acciones de interés mutuo como el paso del AVE hacia París, el impulso a proyectos comunes de infraestru­cturas o hasta proyectos sanitarios del que es buen ejemplo el hospital de la Cerdanya de Puigcerdà.

Todo esto es positivo y, ahora que el president Carles Puigdemont ha asumido la presidenci­a rotatoria de la Eurorregió­n Pirineos-Mediterrán­eo, habría que preguntar al separatism­o catalán si ha evaluado lo que significar­ía que la cooperació­n con el sur de Francia se viera perjudicad­a por nuestra salida de España y, en consecuenc­ia, de la UE.

Si saliera de España, Catalunya vería perjudicad­a la cooperació­n con el sur de Francia

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