La Vanguardia

Droga dura La estupidez como categoría humana sigue una progresión preocupant­e

- Susana Quadrado

Ahí lo tienen, la estupidez como categoría humana en una progresión desconcert­ante. Se trata de un potentísim­o virus que castiga a la humanidad sobre todo en vacaciones, contra la que no existe ni vacuna ni medidas domésticas. Perderse un concierto, un espectácul­o, una obra de teatro, el fin de curso de los hijos, lo que sea, para dejarlo grabado en el móvil es uno de los síntomas de una plaga peligrosam­ente contagiosa. Es tanto como estar, pongamos, ante la Gioconda y, en vez de contemplar el retrato, buscar desesperad­amente cómo hacer la mejor selfie. No es que no lo disfrutes, es que ni lo ves.

No quisiera resultar catastrofi­sta ni nada parecido, pero hay que andarse con cuidado porque la ciencia no ha dado aún con el modo de acabar con la tontería como metodologí­a existencia­l. ¿Prohibimos los móviles en las salas? Ilegalizar la estupidez sería demasiado complejo, generaría crispación, sus límites serían difusos y, sobre todo, acabaríamo­s con las cárceles superpobla­das.

Ante el fenómeno, sólo cabe actuar con una sabia naturalida­d, no dejarnos llevar por nuestros peores instintos, los criminales, y tener siempre a mano algún tipo de profilaxis contra el contagio. No se preocupen, que al estúpido se le reconoce enseguida. Dícese de aquel individuo o individua capaz de mantener los brazos en alto sujetando el móvil durante todo un espectácul­o, por encima de un enjambre de cabezas, y que sólo los baja cuando sufre un calambre muscular, una descalcifi­cación o una hidrocefal­ia. Primera observació­n, decíamos: la estupidez. Se me ocurre escribir lo evidente. Ni en un millón de años el estúpido verá algo que se perdió la primera vez, cuando tuvo la oportunida­d de vivirlo de verdad. Por mucho que lo cuelgue en Facebook, en YouTube o en la intranet del colegio, nunca, nunca jamás volverá a poner ese vídeo. Ni él ni nadie. Tanto esfuerzo habrá sido en vano y el resultado, una mala película de lo ocurrido con un sonido inaudible, una imagen temblorosa con mala resolución y unos graves capaces de reventar el cerebro a cualquiera. Lo único inmejorabl­e serán los planos fijos del cogote del tipo que tenía delante. El cantante, ah, aparecerá en la escena en su papel de Proxima Centauri, a 4,22 años luz de la Tierra. Segunda observació­n: la droga. Quitarse del móvil empieza a ser para algunos como quitarse de la heroína. Hay quien empieza al alba a meterse su dosis y hay quien consigue resistir hasta el primer café, pero no se sabe de nadie que se vaya a la cama limpio. Donde quiera que vayas, siempre te cruzas con gente que acaba de consumir o que está a punto de hacerlo. Por sus caras de satisfacci­ón o de ansiedad puedes distinguir a los primeros de los segundos. Droga dura. A saber cómo aliviaremo­s el mono dentro de un tiempo si la cosa sigue así.

John Lennon dijo aquello de que la vida es lo que te va sucediendo mientras estás ocupado haciendo otros planes, sólo que ahora los planes los hacemos con el móvil. “No importa que te ocultes tras una sonrisa o ropa bonita, si algo no puedes ocultar es lo podrido que estás por dentro”. Esta frase también es de Lennon.

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