Droga dura La estupidez como categoría humana sigue una progresión preocupante
Ahí lo tienen, la estupidez como categoría humana en una progresión desconcertante. Se trata de un potentísimo virus que castiga a la humanidad sobre todo en vacaciones, contra la que no existe ni vacuna ni medidas domésticas. Perderse un concierto, un espectáculo, una obra de teatro, el fin de curso de los hijos, lo que sea, para dejarlo grabado en el móvil es uno de los síntomas de una plaga peligrosamente contagiosa. Es tanto como estar, pongamos, ante la Gioconda y, en vez de contemplar el retrato, buscar desesperadamente cómo hacer la mejor selfie. No es que no lo disfrutes, es que ni lo ves.
No quisiera resultar catastrofista ni nada parecido, pero hay que andarse con cuidado porque la ciencia no ha dado aún con el modo de acabar con la tontería como metodología existencial. ¿Prohibimos los móviles en las salas? Ilegalizar la estupidez sería demasiado complejo, generaría crispación, sus límites serían difusos y, sobre todo, acabaríamos con las cárceles superpobladas.
Ante el fenómeno, sólo cabe actuar con una sabia naturalidad, no dejarnos llevar por nuestros peores instintos, los criminales, y tener siempre a mano algún tipo de profilaxis contra el contagio. No se preocupen, que al estúpido se le reconoce enseguida. Dícese de aquel individuo o individua capaz de mantener los brazos en alto sujetando el móvil durante todo un espectáculo, por encima de un enjambre de cabezas, y que sólo los baja cuando sufre un calambre muscular, una descalcificación o una hidrocefalia. Primera observación, decíamos: la estupidez. Se me ocurre escribir lo evidente. Ni en un millón de años el estúpido verá algo que se perdió la primera vez, cuando tuvo la oportunidad de vivirlo de verdad. Por mucho que lo cuelgue en Facebook, en YouTube o en la intranet del colegio, nunca, nunca jamás volverá a poner ese vídeo. Ni él ni nadie. Tanto esfuerzo habrá sido en vano y el resultado, una mala película de lo ocurrido con un sonido inaudible, una imagen temblorosa con mala resolución y unos graves capaces de reventar el cerebro a cualquiera. Lo único inmejorable serán los planos fijos del cogote del tipo que tenía delante. El cantante, ah, aparecerá en la escena en su papel de Proxima Centauri, a 4,22 años luz de la Tierra. Segunda observación: la droga. Quitarse del móvil empieza a ser para algunos como quitarse de la heroína. Hay quien empieza al alba a meterse su dosis y hay quien consigue resistir hasta el primer café, pero no se sabe de nadie que se vaya a la cama limpio. Donde quiera que vayas, siempre te cruzas con gente que acaba de consumir o que está a punto de hacerlo. Por sus caras de satisfacción o de ansiedad puedes distinguir a los primeros de los segundos. Droga dura. A saber cómo aliviaremos el mono dentro de un tiempo si la cosa sigue así.
John Lennon dijo aquello de que la vida es lo que te va sucediendo mientras estás ocupado haciendo otros planes, sólo que ahora los planes los hacemos con el móvil. “No importa que te ocultes tras una sonrisa o ropa bonita, si algo no puedes ocultar es lo podrido que estás por dentro”. Esta frase también es de Lennon.