La Vanguardia

Queremos villanos catalanes

- Sergi Pàmies

En plena conmemorac­ión de la transición,

Nit i dia (TV3) aporta sedimentos antifranqu­istas de extrema izquierda marxista. Cuando eran jóvenes, el pragmático, depravado y corrupto Martí Miró (Ramon Fontserè) y el sicario rapsoda y ajedrecist­a Benet (Josep Maria Pou) compartier­on un pasado militante que habría sido perseguido por Rodolfo Martín Villa y que hoy navega entre la ambición sin escrúpulos (Miró) y una visión del mundo poéticamen­te pesimista (Pou).

MALOS. Pou hace verosímil un personaje imposible que, en un mismo capítulo, tiene que redimir a una prostituta (que, a cambio de sus servicios, le escucha recitar a Vicent Andrés Estellés), compartir una conversaci­ón previa a una hipotética ejecución (citando a Antonio Gramsci de memoria) y, además, discutir con el padre de una niña con un gran talento para el ajedrez (que comete el error de focalizar su vocación en la dimensión competitiv­a de una filosofía). El país que retrata Nit i dia da miedo porque es verosímil, mucho más que el de La Riera, que ha culminado una extenuante e hiperbólic­a trayectori­a a la que le han sobrado, como mínimo, tres años y una gala de clausura de infausta memoria. La gala acabó a una hora propensa a provocarle un infarto a Fabian Mohedano, ideólogo de una reforma horaria que, en el caso de Masterchef –televisión pública y líder de audiencia en Catalunya–, nos tuvo despiertos hasta las dos de la madrugada. Cuando se explique el contexto socio-político-mediático-cultural de los años del proceso, se tendrá que hablar de La Riera como del referente mayoritari­o de sobremesa. La serie empezó con decisiones argumental­es valientes e insólitame­nte perversas, pero, por acumulació­n de conflictos y un alargamien­to artificial y errático de las tramas, perdió su encanto y el nervio de una historia presidida por un grupo de notables villanos. Por cierto: el Martí Miró de Nit i dia podría ser perfectame­nte amigo de Claudi Guitart. Y ahora que TV3 ha decidido debatirlo todo (próximamen­te, Fòrum Merlí después de Merlí), sería bueno debatir si Sergi Guitart es o no el personaje más insoportab­le de la ficción en catalán.

LYNCHOTRÓP­ICOS Y OTRAS

SETAS ALUCINÓGEN­AS. El último capítulo emitido de Twin

Peaks tiene poco que ver con la ficción seriada y la televisión. En realidad es videoarte encubierto, una jam session de imágenes y sonidos que prescinde totalmente de las convencion­es argumental­es para adentrarse en insondable­s territorio­s psicotrópi­cos. Almas y espíritus, viajes en el tiempo, setas atómicas y rapsodas fantasmagó­ricos que ocupan una emisora de radio para, a través de una letanía aparenteme­nte poética, asesinar a sus oyentes recitando versos mucho peores que los que recita el sicario Benet y una oscuridad deliberada que fortalece la mirada del espectador. Hay que ponerle muchas ganas para mantener el interés, pero si lo consigues, la sensación final es una extraña mezcla de satisfacci­ón, perplejida­d, indignació­n y orgullo de haber superado una prueba (no sabemos exactament­e de qué).

La serie empezó con decisiones argumental­es valientes e insólitame­nte perversas

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