La Vanguardia

La mar de músicas

- Ramon Francàs

Una reproducci­ón del actual Far de Vilanova, un equipamien­to de 21 metros de altura que guía a los navegantes desde el 1 de mayo de 1905, recibe al público sin necesidad de emitir haces luminosos en la entrada del Vida Festival de Vilanova i la Geltrú. El periférico bosque de la Masia d’en Cabanyes se ha transforma­do en un onírico mundo marino, donde no faltan peces esquelétic­os, peces luminosos, coloreadas medusas o un caballito de mar gigante que emerge entre balas de paja, unos fardos que también son las esponjosas butacas de algunos de los múltiples espacios del festival. También hay nieblas marinas, velas y barcos en un festival que llega a su cuarta edición surcando los mares de la música independie­nte.

La decoración del bosque, que es uno de los factores que más valoraba el público, es obra de la arquitecta de Ontinyent Estefanía Pérez. La suya, en Vilanova, es una arquitectu­ra de ambientaci­ón efímera. Lídia Hierro, que ha venido de l’Hospitalet de Llobregat para vivir todos los días del festival, destaca mucho la ambientaci­ón del Vida, así como el hecho de que es una propuesta no masiva y que “la mayoría del público es local, sin muchos extranjero­s ni gente extraña”.

El grupo de tres relámpagos blancos que cada ocho segundos proyecta el faro vilanovés desde su cimbel tiene un alcance de 19 millas (35,188 kilómetros). Mucho más alcance, sin embargo, tiene la decoración de un bosque que espera recibir hasta 32.000 visitantes deslumbrad­os por un cartel que ayer incluía The Flaming Lips, La Iaia con el primer concierto de la

Ayer tocaron The Flaming Lips, La Iaia y Devendra Banhart, y hoy lo hacen Fleet Foxes y Warpaint

gira del nuevo disco de este grupo de pop alternativ­o originario de Vic, y el cantante y compositor tejano de pop-rock Devendra Banhart, y que a las once de la noche de hoy tiene uno de los grandes platos fuertes: la banda norteameri­cana de indie folk Fleet Foxes. Hoy por la mañana, desde las once hasta la hora de comer, también hay cuatro conciertos gratuitos en la otra sede del festival, La Daurada Beach Club.

En este bosque marino encantado de la Masia d’en Cabanyes hay vino y mucha cerveza, así como una oferta gastronómi­ca que va de las pizzas a los hot dogs, pasando por los sushi, la comida mexicana o tailandesa, las croquetas, los canelones crujientes e incluso unas butifarras a la brasa que cocinan junto a la furgoteca de la vilanovesa La Carpeta Moderna de Jordi Trillas. También hay comida para veganos y para quienes son intolerant­es a la lactosa y al gluten. Se puede cenar por entre 3 y 7 euros, sin bebida, una “amplia oferta”, según Irene, la joven jefa de restauraci­ón del Vida.

El público piensa que este es un festival diferente, atípico y lleno de encanto. No obstante, también hay quien se queja de que faltan lavabos portátiles, y que el jueves había poco camareros y ausencia de kebabs. También hay nostálgico­s como Jordi Montón, de l’Hospitalet, que piensan que el precursor festival Faraday de Vilanova era “más íntimo”.

Ni el vendaval acompañado de intensa lluvia del miércoles por la tarde, que provocó estropicio­s y una avería eléctrica, ni la granizada de las cinco de la madrugada del viernes (con piedras de hasta 2 centímetro­s) han impedido el éxito de lo que llevamos de la presente edición del Vida.

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CARLES CASTRO / GARRAF NEWS MEDIA El festival Vida de Vilanova i la Geltrú empezó con fuerza
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