La Vanguardia

“Un vino bueno es el que te gusta”

Soy del 65: para catador, joven. Nací en Ávila: mi padre iba al cole con Suárez. Hoy en España se hacen vinos elegantes que eran peleones. En viticultur­a, el futuro es el pasado. La política divide, el vino une. España es la que menos vino bebe en Europa

- LLUÍS AMIGUET

Cuántos vinos ha probado usted este año? Pruebo un mínimo de 4.000 vinos al año para The Wine Advocate de España, Argentina, Chile y –una debilidad personal que me concede Robert Parker– el Jura. En mi vida llevo consignado­s más de 40.000.

¿Bebe una copa de cada uno de los 4.000?

No, sólo de 3.999...

¿...? ...¡Pero, hombre, no sobrevivir­ía si me tragara todo eso! Cato un sorbo, califico y lo escupo. Hay días muy duros, los tiene todo el mundo, en que tengo que probar más de cien vinos.

Lo intento, pero no me da usted pena.

Lo disfruto. Mi media es criticar unos diez vinos por hora, así que haga usted los números.

Una barbaridad.

Pues me pongo con mi portátil en un sitio agradable con una batería de copas y estoy diez horas seguidas catando y escribiend­o.

¿Tiene usted algún método: tablas...?

Tengo colegas que se confeccion­an tablas con calificaci­ones parciales de color, limpidez, persistenc­ia, intensidad...

¿Y usted?

Yo bebo un vino a ver si me gusta. Lo demás es muy secundario. No creo en las matemática­s del vino.

¿En qué cree usted?

Si un vino me acelera el corazón y me enloquece, pues le doy la mejor puntuación, y si no me dice nada, pues le doy la mala.

¿Y si le gusta pero es imperfecto? Es que a veces lo que me chifla de un vino son precisamen­te sus imperfecci­ones...

Eso pasa también con las personas.

El vino bueno es el que te gusta y el muy bueno el que te gusta mucho. Lo demás son datos secundario­s para ilustrar ese criterio.

Pero también hay baremos y precios.

Si un vino no te gusta y pagas cinco euros por él, es carísimo. Si te gusta muchísimo y pagas 50 euros por él, pues es barato.

Así cualquiera sabe de vinos.

Es que cualquiera sabe de vinos. Sólo hay que saber si te gusta y disfrutarl­o. A veces, oigo a gente decir que no piden ni una copa porque no entienden de vinos. Pero ¿qué quieren entender? Si sólo hay que gozarlo.

¿Aunque sea con gaseosa?

A mí me encanta el vino con gaseosa. No la mezclaría con vinos excelsos, pero un tinto joven sin madera, oiga, bien fresquito con gaseosa en verano pues es un festival.

¿Y con eso ya es usted crítico de Parker?

Parker con su The Wine Advocate es un mito por su insobornab­le fidelidad al lector. No admitimos ni presiones ni publicidad.

¿Cómo se financian?

La independen­cia y la calidad, el rigor y la fiabilidad tienen precio. Cada uno de nuestros suscriptor­es nos paga 100 euros al año. Y es que los contenidos gratis en la red suelen ser interesado­s o mera publicidad.

Recuerdo una nota de cata: “Adquiere en boca dejes de saya de monja vieja”.

Esa es la típica chorrada que aleja a la gente sensata del mundo del vino. Piense, además, que las notas de un caldo varían con la temperatur­a, las condicione­s ambientale­s... Yo me centro más en la estructura que en los aromas.

Al cabo, son volátiles.

Por eso, la saya de monja vieja en un momento dado acaba siendo calcetín de oficinista triste.

¿Alguna vez le han intentado engañar?

A veces me envían alguna botella con un vino que no es el que dice la etiqueta. Suelo descubrir el timo y masacrarlo­s.

¿Cómo los descubre?

Por ejemplo, con oler el corcho sabes cuánto tiempo lleva en botella el vino. Después está el color, que también dice el año, y otros detalles de la botella que evidencian el fraude.

Pues sea usted duro con los tramposos.

Hacen trampas porque hay cierta desesperac­ión en el sector, y es que el consumo de vino en España se ha desplomado.

Y eso es perder cultura: ¿por qué?

Nadie lo sabe, pero somos el país europeo que menos vino consume por habitante.

Una catástrofe nacional.

Y, mientras, rendimos culto a la gastronomí­a, pero ¿cómo se puede comer bien sin vino?

¿Tal vez los controles de alcoholemi­a?

No es eso, porque somos los segundos consumidor­es de Europa de whisky.

Entonces es peor aún de lo que parece.

Por eso he lanzado mi cruzada por el placer del vino, que significa sencillez y dejarnos de cursiladas y tonterías para esnobs.

Es que aquí hemos pasado del vinazo en bota o porrón al sommelier.

Por eso quiero recuperar las historias del vino. Hay gente joven de espíritu que está luchando por convertir el pasado en el futuro del vino y hoy resucita variedades perdidas y viñedos olvidados. Son nuestros viñadores...

Bella palabra y más propia que vignerons.

El vino puede ser un placer cercano; no lo amaneremos, empezando por el lenguaje.

¿Y la biodinámic­a y el vino natural?

Abogan por recuperar la diversidad en el suelo que el exceso de química había liquidado. Y defienden que en la bodega sólo se trabaje a partir de la uva que te llega: la elaboració­n no debe ir más allá. Y eso es saber de qué va.

¿El vino de mi pueblo es el mejor?

Si sólo bebes el de tu pueblo y no comparas, ¿cómo sabes que es bueno?

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ESTANIS NÚÑEZ

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