Veinte años no es nada
Veinte años no es nada, cantaba Carlos Gardel en el tango Volver, en el que aludía a la ilusión a revivir el pasado al reencontrarse con el primer amor. Y esta debe de ser la sensación que tienen los habitantes de Hong Kong ante la conmemoración del vigésimo aniversario de la retrocesión a China que se celebra este fin de semana. Muchos tienen la percepción de que este tiempo les ha pasado volando. Otros, en cambio, piensan que ha sido un soplo de un modo de vida que se les escapa, ante la presión de Pekín por imponer su criterio sobre la autonomía que goza esta región hasta el 2047. Todos, sin embargo, se rigen por un gran pragmatismo, que se ha convertido en el sello de identidad de la sociedad hongkonesa. Un principio que siempre les ha ayudado a tirar hacia adelante. Un espíritu de supervivencia que les ayudó a superar la ocupación japonesa en la Segunda Guerra Mundial, un tiempo del que nadie quiere hablar. Creen que no vale la pena evocar el pasado, aunque tienen claro que no quieren dar marcha atrás. A los más mayores, los que llegaron huyendo de Mao, no les gusta recordar el pasado, aunque tampoco les atormenta pensar que en el futuro Hong Kong será una ciudad más de China, con todas sus limitaciones. Para entonces ellos ya no existirán, así que viven la vida con gran pragmatismo. Integran un colectivo laborioso y regido por un individualismo feroz, donde lo único que les motiva es la riqueza.