LOS NUEVOS HONGKONESES
La pugna, soterrada, que mantienen los jóvenes locales con los continentales no es, sin embargo, más que la punta del iceberg de la antipatía que despiertan los inmigrantes chinos en la sociedad hongkonesa. Langostas, wongcung en cantonés, es uno de los muchos apelativos con que los definen y responde a la antipatía que les provocan. Una animadversión que han desarrollado en los últimos años como consecuencia de sus viajes masivos a la ex colonia británica, para beneficiarse de la sanidad pública, dar a luz o comprar alimentos con garantías de que no están contaminados o falsificados. Una afluencia que, lejos de alegrar a los hongkoneses por lo que puede suponer de ingresos por turismo, les produce antipatía por sus rudos modales. A la elitista sociedad local les perturba la presencia de estos visitantes, muchos de los cuales han comprados pisos, se han instalado en la ciudad y hacen ostentación de su poder adquisitivo. Les trastorna la presencia de estos “nuevos hongkoneses”, con sus gritos y su facilidad para saltarse las colas y no cumplir las normas. Los ciudadanos de Hong Kong saben, sin embargo, que esta situación es parte de su destino, desde el momento en que hace veinte años la excolonia británica se reincorporó a China. Un tiempo pasado que debe de llevar a muchos hongkoneses a identificarse con aquellos versos que también cantaba Carlos Gardel en su tango Cuesta abajo: Sueño, con el pasado que añoro / El tiempo viejo que hoy lloro / Y que nunca volverá.