LOS CONTINENTALES
Otra cosa son los jóvenes, los universitarios y los que dan sus primeros pasos en el mundo laboral. Sus inquietudes no tienen nada que ver con las de sus predecesores. Les inquieta el futuro de Hong Kong y su relación con China. Saben que vivirán peor que sus padres, que no tendrán las mismas facilidades para lograr un empleo bien remunerado y que no podrán acceder a una vivienda como la de sus progenitores. Un horizonte que les impulsó a salir a la calle en otoño del 2014, no tanto para reclamar la independencia de Hong Kong, como para pedir a los líderes locales soluciones a los problemas que padece la excolonia para garantizar que seguirá siendo un foco de prosperidad. Una situación que ven con especial preocupación, ya que no sólo empeoran las condiciones laborales sino que además hay más competencia. La cifra de jóvenes mainlanders (continentales) –como llaman los hongkoneses a los chinos del otro lado de la frontera– que llegan dispuestos a comerse el mundo crece día a día. Aterrizan como estudiantes, pero con la idea de quedarse a trabajar. Una invasión que a los jóvenes locales les cuesta digerir. Son un colectivo más competitivo que ellos: hablan mandarín, en lugar de cantonés; dominan el inglés de forma más fluida, en muchos casos, y están dispuestos a aceptar un empleo por un salario mucho menor.