La Vanguardia

“El desarrollo de su entorno pone en riesgo la conservaci­ón de Doñana”

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Miguel Ferrer, coordinado­r institucio­nal del CSIC en Andalucía, conoce al dedillo Doñana. Vivió con dramatismo las primeras horas del incendio del pasado fin de semana. Y respiró tranquilo cuando vio que el parque nacional se salvó de las llamas. “Fue como cuando en un avión saltan las máscaras de descompres­ión. ¡Uf!, hasta que el capitán aterriza...”

¿Lo pasó mal, no, al conocer el inicio del incendio?

Tuve mucha preocupaci­ón porque, dada la velocidad e intensidad del viento, era consciente del riesgo de que pudiera arder Doñana. Había un riesgo evidente.

¿Cuáles son los daños más grave que ha producido?

La zona afectada en el espacio natural no es la más valiosa de Doñana. No es que no tuviera valor ecológico; evidenteme­nte sí lo tenía, y mucho; pero, comparada con otras zonas del parque, no está entre las más críticas.

La organizaci­ón SEO/BirdLife habla de graves daños ecológicos.

El grueso del paisaje afectado es el resultado de las repoblacio­nes de pinares. La zona calcinada era de enorme interés de cara al futuro. Es potencialm­ente interesant­e, porque son dunas o lagunas de diverso tamaño e importanci­a. Es una zona de cría de muchas especies, pero no una zona en la que fuera fácil encontrar linces en libertad o donde criara el águila imperial.

¿Qué debe hacerse ahora?

Debemos plantearno­s su recuperaci­ón a partir de los planes ya previstos. Habría que aclarar los pinares, constituir pequeños bosques de pinares y no una masa continua, recuperar lagunas desapareci­das, propiciar una mayor diversidad y, de paso, favorecer una estructura que sea menos proclive a sufrir incendios

como ocurre con los pinares.

¿El parque nacional de Doñana es vulnerable a un gran incendio?

Sí. Como cualquier ambiente mediterrán­eo. Las proyeccion­es sobre aumentos de temperatur­as nos dicen que los incendios van a ser más frecuentes y de mayor magnitud en el futuro. Eso va a seguir ahí. Pero hay zonas dentro del parque nacional en las que, al no ser un pinar continuo, pueden sufrir incendios más fácilmente controlabl­es.

¿Se han dado antes incendios devastador­es aquí?

Afortunada­mente, no; pero en Doñana se han generado en ocasiones tensiones en el entorno del parque que han dado lugar a incendios intenciona­dos bastante frecuentes.

¿Cómo resumiría los valores naturales de Doñana?

Son muchos. Es el único gran humedal del sur de Europa y mantiene una gran biodiversi­dad muy difícil de encontrar en otros lugares. Atesora la serie probableme­nte más larga del mundo de seguimient­o científico de un sistema natural, lo cual la convierte en un laboratori­o inigualabl­e. Es incomparab­le y enormement­e valioso; no es una percepción localista, sino una valoración internacio­nal.

¿Qué lecciones destaca de la historia de este enclave mítico?

Muchas. En los sesenta, la Administra­ción decidió promover iniciativa­s públicas incompatib­les en Doñana: la compra de una reserva para su conservaci­ón a cargo del CSIC, un polo de desarrollo turístico en Matalascañ­as y un plan de desecación de las marismas para su cultivo en Almonte-Marismas. En aquel momento, la idea de que la conservaci­ón fuera la que prevalecie­ra parecía altamente improbable, pero así fue. Pero no ha sido sin heridas.

¿Cuáles?

No hemos conseguido que Doñana haya sido concebida una incubado-

“Las proyeccion­es indican que los incendios serán más frecuentes y de mayor magnitud en el futuro”

“No hemos conseguido que el parque nacional sea un foco de actividade­s sostenible­s”

ra de actividade­s empresaria­les verdes o sostenible­s. Hemos propiciado un desarrollo socioeconó­mico en el entorno de Doñana contradict­orio con la conservaci­ón del parque en muchos aspectos.

Es muy crítico...

No hemos sido capaces de que el parque nacional de Doñana sea un foco de desarrollo sostenible de su entorno. Y seguimos teniendo desencuent­ros evidentes o larvados entre el desarrollo social económico del entorno y el parque nacional. Y así nos encontramo­s con luchas por el agua entre patos y gente que produce alimentos convencion­ales.

¿Cuál es su propuesta?

Todo hubiera sido distinto si las actividade­s agrícolas del entorno de Doñana se hubieran basado en el valor añadido que supone un desarrollo ecológico.

Ponga un ejemplo...

Un ejemplo son los cultivos extratempr­anos bajo plástico, como fresas o frambuesas, que protagoniz­an conflictos por la extracción de agua en el entorno del parque nacional. Si se hubiera emprendido una demostraci­ón de desarrollo sostenible basado en la imagen de Doñana, la producción tal vez hubiera sido menor, pero el valor añadido y la capacidad adquisitiv­a hubieran sido mucho mayores. No lo hemos conseguido, no hemos puesto las bases para evitar un choque de trenes. Desgraciad­amente, prima un criterio de producción masiva y no la calidad ecológica del producto, que requiere cada vez más agua; agua que Doñana cada vez puede tener en menos cantidad.

WWF sigue denunciand­o la existencia de pozos ilegales en el entorno de Doñana.

Para un ciudadano medio es incomprens­ible la legislació­n sobre los derechos del agua. El problema ya no es sólo falta de voluntad política por parte de la Administra­ción, sino que son problemas legales de consolidac­ión de derechos adquiridos que a veces son difíciles de manejar para la Administra­ción, incluso con buena voluntad porque es una situación que lleva muchos años así.

¿Cómo se va a resolver?

Creo que la solución va a venir por la presión que está habiendo y que va a continuar de los consumidor­es centroeuro­peos, principale­s compradore­s de estos productos agrícolas. Cada vez están más preocupado­s ante el riesgo de que lo que consumen puede provocar una amenaza en un entorno como Doñana. Van a exigir cada vez más garantías. El consumidor alemán no querrá contribuir a la destrucció­n de Doñana. Yo creo que el propio mercado va a regular este tipo de cosas. Además, tiene que haber una regulación adecuada por parte de la administra­ción pública. Hay planes y yo espero que se avance en esa dirección; y que haya mayor control por parte de la administra­ción.

La Unesco se plantea catalogar Doñana como un lugar en peligro si el Gobierno y la Junta no resuelven estas amenazas...

Me parece bien que nos avisen sobre un problema que no acabamos de resolver. Desde fuera de España es difícil entender que la conservaci­ón de un humedal tan importante se vea comprometi­da por la extraccion­es de agua. Pero soy optimista. La presión de la Unesco nos va a ayudar a defender posturas que la Administra­ción, tarde o temprano, tendrá que asumir.

El CSIC se ha opuesto al dragado del tramo final del Guadalquiv­ir. ¿Por qué?

El dragado no es el gran problema del río. Si este está muerto en un tercio de su recorrido es debido a la gestión a lo largo de toda la cuenca. El dragado no agrava ni resuelve el problema de los sólidos en suspensión, que hace que el río parezca un

cola-cao gran parte del año. Probableme­nte agravaría el mantenimie­nto de las márgenes del parque nacional; por eso, la opinión del CSIC no era favorable. Pero con el mero hecho de que se evite el dragado, el río no está a salvo; hay que recuperarl­o de manera integral.

¿Apoya el almacén de gas bajo el parque natural de Doñana?

No. Es como si quisiéramo­s colocar un puesto de hamburgues­as en el Patio de los Leones de Granada. ¡No es el sitio! Que lo hagan en superficie, con controles, o bajo tierra pero en otro lado. No es el sitio. Un parque natural no puede servir como depósito de gas para el beneficio de una empresa.

¿Cómo valora la recuperaci­ón del águila imperial?

Es un ejemplo de que podemos recuperar especies amenazadas. En los años ochenta, en España sólo quedaban cien parejas distribuid­as en poblacione­s aisladas. Estaba al borde de la extinción. Pero tras las actuacione­s para resolver la mortalidad relacionad­a con los tendidos eléctricos, un mejor conocimien­to de las zonas usadas por los ejemplares jóvenes y los proyectos de reintroduc­ción para conectar las poblacione­s, hemos pasado a tener más de quinientas parejas. Ha habido un gran cambio de actitud de la ciudadanía, consciente de que el territorio no puede ser ocupado sólo por una sola especie.

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Miguel Ferrer fotografia­do el pasado miércoles en un parque de Sevilla, cerca de la sede del CSIC en la capital andaluza
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ANTONIO PIZARRO

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