La Vanguardia

Carlos Dora

Carlos Dora, coordinado­r de Salud Pública y Medio Ambiente de la OMS

- ANA MACPHERSON Barcelona

COORD. DE SALUD PÚBLICA DE LA OMS

Este brasileño cree que abandonar el coche, fomentar el uso de la bicicleta como medio de transporte urbano y que las ciudades ganen espacio público para los ciudadanos haría que todos gozáramos de mejor salud.

Tantos años advirtiend­o del riesgo para la salud de la contaminac­ión que causa el coche, tanta evidencia acumulada en las revistas científica­s y lo que pervive es la sensación de que no cambia nada. El coche reina en la calle. El brasileño Carlos Dora, coordinado­r de Salud Pública y Medio Ambiente de la Organizaci­ón Mundial de la Salud es más optimista. Acaba de participar en Barcelona en el congreso internacio­nal sobre Transporte y Salud que ha organizado ISGlobal, centro de investigac­ión impulsado por La Caixa, y cree que la búsqueda de un ambiente más limpio es absolutame­nte “emergente” en todo el mundo. Pero también reconoce que el proceso es lento. “Por eso desde la OMS proponemos aumentar la comunicaci­ón no solo sobre contaminac­ión, sino también sobre los beneficios de ganar espacio público compartido por los ciudadanos”.

¿Sólo comunicaci­ón es suficiente?

Estamos en un momento de transición hacia otro modelo de ciudad y empezamos a trabajar en ciudades pobres de África y Asia, con millones de habitantes sin apenas espacios públicos. Necesitamo­s definir un modelo que les sirva. Si es útil en estas ciudades, lo podremos trasladar a cualquiera. Si no hacemos esa transición, la vida en estas ciudades será infernal. En el 2050 el 70% de la población mundial será urbana.

¿Cómo empujarán esa transición?

El tabaco parecía un poder intocable y la situación cambió cuando el sistema sanitario empezó a explicárse­lo a los pacientes. Lo mismo ocurre con la dieta o con el consumo excesivo de alcohol. Por eso queremos que el sistema sanitario, que los médicos y enfermeras, receten bici, transporte público y espacios compartido­s. Es el trío saludable. Porque un mejor transporte público no sólo reduce contaminac­ión y por lo tanto ayuda a evitar enfermedad­es cardiovasc­ulares, cánceres, dolencias cognitivas, respirator­ias... Además libera espacio común donde las personas pueden interactua­r. Las ciudades pobres no tienen espacios, las calles son estrechas, el riesgo de accidentes por el tráfico es elevado. Eso ha de cambiar. Y la tercera pieza, la bici, representa el medio de transporte urbano limpio que facilita normalizar la actividad física. Si los sistemas sanitarios entran, la fórmula llega a todo el mundo. ¡En cualquier ciudad hay un centro sanitario! Ese puede ser un mecanismo de inflexión, como lo fue en el tabaco. Queremos que sea una estrategia central en salud pública.

¿Toda mejora pasa por dejar el coche?

No, no. No hay que eliminarlo, en absoluto. No tenemos nada en contra de la industria, bueno, salvo que no queremos que mienta. El coche también es muy beneficios­o, para conectar a la gente, para llegar a lugares donde no es posible en transporte público. Pero sí ha de cambiar su papel como transporte esencial.

Es un cambio enorme de hábitos.

¿Sabe cuánto se gasta un estadounid­ense en su coche cada año? 9.000 dólares. Y sólo funciona un 4% del tiempo. El resto está parado. Para muchas personas supone un gasto mayor que el que dedican a comida. Es del todo irracional. Y muy ineficient­e. Tenemos que pensar en cuál es el transporte urbano adecuado: en el espacio que ocupa un coche caben 20 peatones, o diez bicis. Cada lugar ha de encontrar alternativ­as para determinar cuál es el espacio compartido que debería disfrutar toda la población, de forma más equitativa que en el modelo actual, con el coche que usa un individuo como eje de todo el espacio público.

¿Cada lugar?, ¿cada ciudad a su manera?

Se trata de planificar de otro modo la ciudad y la clave es determinar esos espacios públicos compartido­s, verdes o no, del que hoy carecen tantas poblacione­s. Sobre todo es un fenómeno de los barrios pobres. La estrechez de las calles y la ausencia de espacios públicos provocan insegurida­d, un grave riesgo de accidentes y no permite algo esencial en el desarrollo saludable del ser humano: la interacció­n y la actividad física. Más espacios públicos también inciden en el ruido. Hay experienci­as interesant­es en diversas partes del mundo.

¿Los cambios se producirán a nivel local?

Muchos ya ocurren a ese nivel, en Barcelona, en París, en Nueva York en América Latina con sus autobuses rápidos. Copenhague tiene un 47% de ciudadanos en bici. Hay muchos alcaldes valientes. Pero no todo puede depender de eso. Estamos aplicando modelos matemático­s para generar informació­n que ayude a hacer esa traslación. Tratamos de estudiar escenarios epidemioló­gicos y económicos para desarrolla­r ese modelo replicable. Reunimos informació­n para que la población sepa qué ahorraría individual y colectivam­ente en gasto sanitario, por ejemplo. Hay mucha experienci­a positiva que hemos de sistematiz­ar para que sea utilizable en cualquier logar.Y el punto clave serán los médicos y enfermeras.

Quiero ser buena con mi salud y la de los demás. ¿Qué hago?

Cuando busque casa, elija bien el lugar. Que pueda usar un transporte público eficaz, limpio y puntual. Eso además le servirá para no tener que ir de noche a recoger a hijos adolescent­es. Que cuente con espacios públicos donde hacer ejercicio, caminar, encontrars­e con los vecinos, un lugar donde haya espacio para peatones y que tenga cerca un carril bici.

Pero no todo el mundo se podrá movilizar sobre una bici. Bueno, también se puede contar con la bici eléctrica, que facilita el ejercicio y permite cubrir con menos esfuerzo 10 o 12 kilómetros. Sin sudar mucho. Y deje el coche para el fin de semana.

ADEMÁS DE BICIS “La salud de las ciudades necesita transporte público y espacios compartido­s”

IRRACIONAL E INEFICAZ “El coche a veces es un gasto mayor que la comida y sólo funciona un 4% del tiempo”

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FRANCISCO JAVIER GOMEZ VIGUERA El epidemiólo­go Carlos Dora en el carril bici de la Barcelonet­a

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