La Vanguardia

Serbia tiene por primera vez una primera ministra y es lesbiana

El presidente Vucic impuso a su candidata entre ofensas y críticas conservado­ras

- VLADIMIR STANKOVIC Barcelona

El nombramien­to suena a jugada de Vucic ante la UE, y Ana Brnabic tendrá que demostrar su independen­cia

Dicen que todo tiene una primera vez. Estos días esta regla no escrita se comprobó en Serbia. Por primera vez en su historia tiene una mujer como primer ministro. Y, por si fuera poco, Ana Brnabic, de 41 años, elegida por Aleksandar Vucic, ex primer ministro y ahora presidente de Serbia, es declarada homosexual.

Para una Serbia todavía bastante conservado­ra donde mucha gente contempla la homosexual­idad como una enfermedad, la propuesta de Vucic era un gran choque, pero el hombre más poderoso del país se salió con la suya. Reconoció que “hasta algunos miembros de mi familia estaban contra mi propuesta”. Vucic sufrió reveses de algunos socios, como de Dragan Markovic, líder de Serbia Unida –quien ha votado, junto con sus cinco diputados, en contra diciendo que el primer ministro debe ser “un hombre, padre de familia” y que Ana Brnabic no será “mi primera ministra”–, escuchó duros reproches y ofensas (hacia Brnabic) de los nacionalis­tas (el abuelo paterno de la nueva primer ministra era croata) y los ultraconse­rvadores (“No sé si dirigirme al candidato como señor o señora”, se oía), comentario­s irónicos de que la primera ministra “será una ikebana”...

Pero el presidente Vucic se mantuvo firme. Al final, el Parlamento serbio, con 157 votos a favor y 55 en contra (30 diputados no asistieron) eligió a Ana Brnabic primera ministra y a su Gobierno que tiene 18 ministerio­s, dos más que el anterior.

La primera ministra ha soportado con dignidad ofensas, muchas al borde del insulto. A sus críticos les ha dicho “que pueden ofender cuanto quieran, podéis llamarme homo-primer ministro, pero yo voy a cambiar a Serbia”. Sobre sus orígenes ha dicho que “mi abuelo era croata, yo soy serbia”.

Ana Brnabic era una desconocid­a, sin pasado en política, hasta la decisión de Aleksandar Vucic de incorporar­la en su Gobierno como ministra de Administra­ción Pública. No pertenece a ningún partido, algo que no cayó muy bien a algunos miembros del Partido Progresist­a Serbio, quienes creían que el primer ministro debe ser uno de los suyos, pero tenían que aceptar y apoyar la decisión del jefe Vucic.

La parte democrátic­a de Serbia y la mayoría de los medios han aceptado la decisión de Vucic, analizando sus motivos. La mayoría de los analistas están de acuerdo en que Vucic ha hecho una gran jugada, con varios mensajes de fondo. No cabe duda de que el nombramien­to de una mujer gay como primera ministra será bien visto por Occidente y la Unión Europea, en la que Serbia quiere ingresar y para lo cual tiene diez carpetas abiertas. En segundo lugar, como una alumna de Occidente, con estudios de administra­ción de empresas en Estados Unidos y un máster en Inglaterra, Ana Brnabic es una perfecta respuesta para las acusacione­s de que Serbia es prorrusa…

Vucic, como en su día Tito con su política de no alienado, juega entre Rusia y Occidente con el deseo de entrar en la UE antes del 2020 pero sin romper las relaciones históricas con Rusia. Varias veces ha dicho que Serbia jamás va imponer sanciones a Rusia.

Ana Brnabic tendrá el difícil reto de demostrar muchas cosas. Primero, que es capaz de ser primera ministra. Segundo, que no es ninguna marioneta de Vucic. Tercero, que tampoco es un paraguas de Vucic, acusado de vez en cuando de ser un autócrata y comparado con Erdogan o el húngaro Orbán.

Presentado su programa, Ana Brnabic destacó como prioridade­s la digitaliza­ción, la educación y el desarrollo económico. Agradeció al gobierno anterior por dejar “cajas llenas” y “buenos fundamento­s”. Añadió que estará orgullosa si su equipo puede repetir los resultados de gobierno anterior. La oposición le ha reprochado que su programa es una “lista de promesas, ya escuchadas muchas veces y jamás cumplidas”. Sus decisiones serán analizadas bajo lupa por todas las partes. En su favor está la independen­cia económica, pero ahora tiene que demostrar su independen­cia política. Tampoco está obligada a seguir las decisiones del partido en el poder.

De momento, su orientació­n sexual está en segundo plano. Ella se limitó decir que “el gobierno no defiende la gay parade sino los derechos de todos los ciudadanos”. Lo que más interesa es si será la mano alargada de Aleksandar Vucic o tendrá capacidad de gobernar y tomar decisiones propias. Sea como sea, Serbia con Ana Brnabic tiene una buena oportunida­d. Su nombramien­to es un buen avance. De ella depende si será algo más. Como siempre, el tiempo (y los resultados) será el único juez objetivo.

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KOCA SULEJMANOV­IC / EFE Ana Brnabic, durante su toma de posesión el pasado jueves en el Parlamento serbio

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