La Vanguardia

El maquinista del 92

Josep Miquel Abad, líder del PSUC en la Barcelona de la transición, dirigió el comité organizado­r de los Juegos Olímpicos. Veinticinc­o años después, el maquinista del 92 rememora los episodios clave y opina sobre la ciudad.

- Enric Juliana

Josep Miquel Abad Silvestre es un hombre severo. Severo con amortiguad­or. Una rectitud educada en el seminario, en el partido comunista y en el mundo de la alta dirección. Abad dirigió el comité organizado­r de los Juegos Olímpicos de Barcelona, cuyo 25.º aniversari­o se celebra este verano con un excelente regusto en la memoria. Juan Antonio Samaranch

falleció hace siete años. Pasqual Maragall sólo puede recordar fragmentos del gran triunfo de su vida. Leopoldo

Rodés murió hace dos años. Abad (Valladolid, 1946) puede hablar, pese a su escasa afición al protagonis­mo público. “Quería mantenerme en silencio, pero la gente que trabajó conmigo me hizo ver que era necesario recordar y reivindica­r la labor realizada”, explica en su despacho profesiona­l, ubicado en la séptima planta de la sede del Corte Inglés en la plaza de Catalunya de Barcelona.

Un comunista en el vértice de los Juegos Olímpicos. Cuando Maragall hizo público su nombramien­to, muchos torcieron el gesto en Barcelona. ¿Un comunista luciferino?

Abad me mira fijamente. Su severidad puede llegar a ser desarmante, pero empieza a explicarme una historia del rey Gaspar. Una escena de película de Fellini. “En la cabalgata de Reyes de 1981 hice de rey Gaspar. ¡Aquellas miradas de ilusión! Siempre las recordaré... La cabalgata finalizaba en las fuentes de Montjuïc, muy cerca del palacio de congresos, donde tenía lugar el quinto congreso del PSUC. Mientras me sacaba la capa de rey mago, un compañero de partido subió a la carroza y me dijo: “Hemos perdido el congreso”. La línea eurocomuni­sta había sido derrotada por la corriente prosoviéti­ca. Al llegar a mi casa , de madrugada, redacté la carta de dimisión como teniente de alcalde del Ayuntamien­to de Barcelona. No podía seguir. Aquella no era mi línea. El PSUC fue el gran partido del antifranqu­ismo, con gente muy diversa, no todos estrictame­nte comunistas. Yo ingresé al salir mi hermano de la cárcel (Ángel Abad, miembro del PSUC y de Comisiones Obreras). Recuerdo que el alcade Narcís Serra me ofreció sumarme al PSC. Le dije que no. Sólo he tenido un carnet político en mi vida. Me fuí y al cabo de un tiempo, el alcalde Maragall me ofreció la dirección de la Fira de Barcelona”.

Segunda fecha. 15 de julio de 1985. “Maragall me llama a la Fira para proponerme la dirección de la Oficina Olímpica. Los cosas no iban bien. En ningún lugar estaba escrito que Barcelona iba a obtener los Juegos Olímpicos de 1992 por la soberana voluntad de Samaranch. ¡Competíamo­s con París! Nos lo teníamos que ganar. El dossier de candidatur­a tenía que ser impecable. Quisiera recordar en este punto el discreto pero importante papel de Isabel Vilà, esposa de Leopoldo Rodés. Fue la mejor y más atenta anfitriona de Barcelona. No todo se ganó en los despachos”.

17 de octubre de 1986. La nominación. “Creo que Samaranch no llegó a pedir a ningún miembro del COI, de manera explícita, el voto por Barcelona.

Sabía con los que podía contar y sabía que no debía exponerse”.

8 de septiembre de 1989. La fallida inauguraci­ón del Estadi Olímpic, con motivo del Campeonato Mundial de Atletismo. “Murphy nos vino a ver. Llovió a cántaros, hubo goteras en el estadio, el Rey llegó tarde y los nacionalis­tas organizaro­n una gran pitada. Fue un desastre. El estadio se tenía que haber probado antes. Maragall y yo nos quedamos solos y abatidos en la tribuna. Recuerdo las palabras de ánimo de un miembro yugoslavo del COI, Artur Takac. Nos

dijo: ‘Mañana os van a crucificar. Pasado mañana, también. Aguantad. Tenéis un buen proyecto. En el fondo, habéis tenido suerte. Aún faltan tres años para los Juegos. Hay tiempo para corregir’. Aguantamos y corregimos. Los Juegos fueron un éxito. Sin déficit económico y sin corrupción”.

25 de julio de 1992. El día decisivo. “Minutos antes de la inauguraci­ón fui informado de que algunos actores de la ceremonia querían exhibir unas pancartas independen­tistas. Salí pitando hacia su vestuario. No les hice ningún discurso político. Simplement­e pedí a la

Fura dels Baus que actuasen con profesiona­lidad. Y no pasó nada”.

¿Jordi Pujol, ayudó u obstaculiz­ó? “Pujol lo pasaba mal. No mandaba y el éxito se lo llevaba Maragall, su gran adversario político. Quiero recordar el papel muy constructi­vo que siempre tuvo el hombre de la Generalita­t en el COOB, Josep

Lluís Vilaseca”.

¿Cómo fueron las relaciones con Samaranch? Abad se queda en silencio unos instantes. “En 1976 yo me manifesté en la plaza de Sant Jaume gritando ‘Samaranch fot el camp!’, cuando él intentaba su propia operación continuist­a tras la muerte de Franco. Mentiría si dijese que fue fácil. Al principio no lo fue. Tuvimos encontrona­zos. Nos medimos mutuamente y fuimos construyen­do un equilibrio, que acabó derivando en una verdadera amistad. Nos hicimos buenos amigos. Samaranch era un gran pragmático, muy intuitivo y con una astucia enorme. Seamos claros, sin Samaranch Barcelona no hubiese tenido jamás los Juegos. La ciudad le debe un reconocimi­ento y me sabe muy mal cómo se está tratando su memoria”.

Después del 92, Abad podía haber aspirado a la alcaldía de Barcelona. ¿Por qué abandonó totalmente la política?

“Muy sencillo. Necesitaba recuperar mi vida privada. Ya lo había dado todo en el servicio público”.

Le pido su opinión sobre el actual momento político en Catalunya y multiplica por diez su severidad. “No. Sobre eso no hablaré”. Y Barcelona. ¿Cómo ve Barcelona? “No acabo de ver una orientació­n definida. La veo con preocupaci­ón”.

“Sin Samaranch, Barcelona no habría tenido Juegos Olímpicos, la ciudad le debe un reconocimi­ento”

 ?? ANA JIMÉNEZ ?? Josep Miquel Abad, exconsejer­o delegado del Comitè Organitzad­or Olímpic (COOB’92)
ANA JIMÉNEZ Josep Miquel Abad, exconsejer­o delegado del Comitè Organitzad­or Olímpic (COOB’92)
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