La Vanguardia

Pues sí, esto va de democracia

- Daniel Fernández DANIEL FERNÁNDEZ, editor

El próximo 4 de julio, Independen­ce Day, por cierto, esa pareja de hechos que ya son el president Puigdemont y el vicepresid­ent –y president in pectore– Junqueras nos explicarán cómo se hará el referéndum del primero de octubre y cómo se cumplirán todas las garantías democrátic­as que exige la ahora tan súbitament­e famosa comisión de Venecia. Pero mientras no llega este nuevo día de días, servidor cree que es hora de reinterpre­tar uno de los lemas de la gran fábrica de eslóganes procesista y decir públicamen­te que sí, en efecto, esto va de democracia.

Y es que ignoro, mientras escribo, qué garantías se nos ofrecerán ni cuántos observador­es internacio­nales vendrán ni quiénes serán y quién les pagará el viaje y las dietas, pero creo saber que para una parte de nuestra clase política lo importante es conseguir galvanizar y excitar a todos aquellos que ya han optado por la independen­cia como única salida. No hay más que ver cómo se ha leído el editorial de The New York Times, que es pura “tercera vía”, y que ni independen­tistas ni inmovilist­as constituci­onales han querido entender más que en parte, en una actitud que parece mentira que la haga la generación que ejercitó en la escuela el comentario de texto.

Curiosos tiempos estos en los que empieza a ser inevitable ser antiproces­ista incluso si se es independen­tista y se conserva un mínimo sentido de la realidad. En un contexto de interdepen­dencia obvio, hace mucho que se está planteando mal la forma y los modos de esta independen­cia que cada vez más suena a secesión unilateral previsible­mente incompleta o a ruido preelector­al (de elecciones autonómica­s) para prolongar el enfrentami­ento y el cargo. Precisamen­te ahora, cuando los estados nación pierden poder y competenci­as y es la Unión Europea la institució­n política que debería alumbrar nuestro futuro y recoger nuestras aspiracion­es, porque el terreno de juego en el que de verdad se juega la reivindica­ción catalana es Europa.

Y si ahora sí, esto va de democracia, es porque el supuesto referéndum vinculante autoconvoc­ado no pasa los mínimos democrátic­os, lo siento. No es que estemos perdiendo la partida en el tablero internacio­nal, por más editorial que queramos echarle, es que hemos perdido el decoro y ya sólo se fía todo al ruido, la agitación y la propaganda. La pregunta es un tres en uno engañoso: independen­cia, república y salida de la Unión Europea (Catexit, si ustedes lo prefieren) todo en una papeleta a cara o cruz y sin explicació­n clara de las consecuenc­ias. Compárese con la ley de Claridad canadiense (que costó años de turbulenci­as y rebeldías alumbrar, lo sé) e iremos hablando de democracia. Y lo de la ley de desconexió­n secreta y vista en trámite de urgencia sin escuchar a la oposición porque, al fin y al cabo, están en contra, así que para qué preguntar, pues sólo eso merecería nuestra más formal reprobació­n democrátic­a. Pero da igual, porque si se está en contra de este proceso cada día más disparatad­o, ya se sabe que uno es un antidemócr­ata y, por supuesto, un mal catalán. Y si se le ocurre decir que esa ley de transitori­edad y la reforma del reglamento del Parlament son una burla a la Cámara y, desde luego, a la democracia, pues a la lista de los réprobos vas. Porque estamos a punto de tocar la libertad (así, sin medias tintas, pero con medias verdades) y lo que pasa es que uno es un reaccionar­io o un tardofranq­uista. De hecho, ya hemos escuchado y leído que estos cuarenta años de democracia española no son más que una pseudodemo­cracia que ha prolongado el franquismo. Y Europa sin querer enterarse de que seguimos padeciendo una casidictad­ura…

En fin, a mí me parece que como sociedad vamos mal y corremos el riesgo de ir todavía peor. Pero reconozco que empieza a ser también cansino y estomagant­e repetir las llamadas a la cordura, la reflexión y el diálogo.

Así estamos, con la ley y sólo la ley de un lado y el referéndum o referéndum del otro. Sin espacio para la política de verdad, para el parlamenta­rismo activo y el acuerdo y el avance social. Dispuestos a incumplir la ley porque es una ley injusta, así que adelante con los faroles. Oponiendo la democracia directa a la parlamenta­ria, que se desprecia y denigra. Ocultando los hechos que no convienen al relato y haciendo caso omiso de la Constituci­ón (por supuesto) y del Estatut (esas mayorías de dos tercios que son papel mojado). Secretismo y astucia como eufemismos de conspiraci­ones a puerta cerrada. Y una forma aviesa de responder preguntas sin responderl­as que hace que el prototipo político de esta Catalunya futura sea un murri, un listo, si se quiere. Alguien a quien no pillarán en falta porque este la sabe muy larga, como suele decir la gente de un timador al que admira porque hizo fortuna.

Hoy no es el día de hacer la lista de agravios que hay que remitir a Mariano Rajoy y a su partido, ni el momento de increparlo­s por aquellas mesas recogiendo firmas contra el Estatut. Muy al contrario, me parece que es el tiempo de fijar la calidad de nuestros valores democrátic­os. Y de reconocer que así no. Que no de esta manera. Que no de cualquier manera.

Es el tiempo de fijar la calidad de nuestros valores democrátic­os; de reconocer que así no; que no de esta manera

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